(Este post debió publicarse hace más de un mes. No sé por que no lo saqué a la luz. Me acordé de él éste fin que también fue puente. Dichos acontecimientos tuvieron lugar el fin de semana largo que nos proporcionó el día de nuestra tachoneadísima constitución, días después del fallecimiento de mi abuelo)
Pues huyendo del funeral me fui a la playa (ingratitud no, cobardía diría yo). Estuve viviendo un duelo a mi manera, el que espero mis acompañantes no hayan notado del todo porque: ¿quién chingados quiere ir a pasar unos días de vacaciones con un manojo de melancolía y tristeza?, cabe señalar que era más una onda de descanso y relajación que de desmadre.
Y henos ahí, frente a frente, el mar y yo. Ya expliqué que no nos caíamos muy bien. Pero el año pasado que fui al caribe, nuestra relación floreció. Aquello fue hermoso, primero le temía, pero agarré confianza, él se resistía y me alejaba (me revolcaba en las playas de Tulum), luego todo fue apacible y los dos nos hicimos muy cercanos, pasamos muchas horas juntos. Él escuchó de mis penas y para consolarme me alegró la vista, me divirtió con sus impredecibles olas, me arrulló con su voz (ay, que metáfora más cursi).
Los primeros dos días se comportó igualito que la vez pasada. Estuve contenta jugueteando con él (soy una bruta a la que le divierte mucho estar en la olas gritando y dejándose llevar, y así una ola me pegue en todita la cara me ataco de la risa). La playa en la que estábamos no es muy turística. Entiéndase: no hay hoteles, ni salvavidas, ni lanchas, ni botes, NADA. Por lo tanto está limpia, gozas de cierta privacidad, dicen que se pueden ver ballenas (cosa que yo no logré), en temporada liberan tortuguitas, nosotros vimos mantarrayas ó como un lugareño nos instruyó: “no, esas no son... ¿manta-qué?, no, no, son murciélagos marinos, como un pingüino aplastado y con cola larga”.
Pues el tercer día estaban ahí las mantarrayas alias "pingüinos marinos" y yo preferí verles desde la orilla. Se suponía que esa tarde regresaríamos al DeFe, pero le sacamos a la agobiante fila que sabíamos habría en la caseta de regreso, decidimos partir a la mañana siguiente. Yo tenía un día más para juguetear en el mar. Poco después del medio día cuando ya no andaban las mantarrayas sorteando las olas, me metí. Empecé a brincar y chapucear. Estaba a unos 2o o 25 metros de donde toca el agua la arena. Junto a mí casi siempre estuvieron dos amigos, los tres sabíamos que yo no sabía nadar y a la vez ellos sabían nadar muy poco, por eso nos hacíamos "compañía".Uno de ellos se la pasó diciéndome todas y cada una de las veces que jugábamos que no me alejara, que no dejara que me llevara la corriente, "no te vayas para allá", así como muy papá cuidando niña. Mi otro amigo es más reservado y no me decía nada, digamos que andaba en su pedo.
Hubo un momento que duró menos de un minuto, una tontería. Se me ocurrió dar tres pasos más hacia adelante para que no tuviera que pasar las olas por abajo y así evitar que rompieran en mi cara. No me dí cuenta que venían una serie de oleadas marca "no mames", estaba de espaldas al mar. De pronto sentí cómo mis pies súbitamente dejaban de tocar la arena, la corriente me jaló hacia atrás algunos metros. No supe cómo pasó. Sólo empecé a sentir que no tenía de dónde agarrarme y me hundía. Por mi cabeza empezó a circular la idea "no hay botes, no hay salvavidas"... "no hay botes, no hay salvavidas"..."no hay botes, no hay salvavidas"...
Y empecé a gritar, el oxígeno que miserablemente era capaz de obtener estaba destinado para eso, para que mis amigos supieran que estaba ahogándome. De esos primeros segundos en los que comenzaba a caer en la desesperación absoluta, recuerdo la cara de uno de ellos: era el vivo retrato de la angustia.
El otro optó por intentar llegar a donde estaba yo, se confió de su estatura (es un chico alto). Supongo que encontrarse del lado de los que presencian la desgracia ajena tampoco es grato. De estar en su lugar, tal vez yo hubiera actuado igual, lanzarme sin pensar. Como advertencia: lo último que debe hacerse es intentar salvar a alguien cuando no sabes técnicas de socorro en el mar y peor aún, si no nadas bien. En lugar de un ahogado pueden ser dos. Justamente eso empezó a suceder, YO comencé a hundir a mi amigo (sin querer, claro está). Él intentó zafarse de mí, pero se lo impedí (así de histérica estaba). Cada vez nos alejábamos más, apenas distinguía a las personas. Dicen los que estaban en la orilla que momentos después él y yo nos separamos, yo no recuerdo eso.
Me ha sido difícil explicar qué pasaba por mi mente en esos momentos. Miles de pensamientos. Lo que he hecho, lo que no, pero primordialmente pensé en mi familia. Mis padres en un velorio...y ahora en otro, el mío. Me dio mucho coraje, muchísimo. Cómo por una estupidez, un descuido casi pueril, iba a quedar ahí nada más, en una playa del Pacífico. La llegada del final de todo. Tal vez no ví mi vida en flashback, ni la choteadísima luz en medio de un tunel. Sólo atino a describir un extraño fluir de las más diversas y contradictorias sensaciones, desde el pánico más aturdidor hasta la nostalgia más profunda. "Y-a v-a-l-i-ó". Tan simple y llano. Me da curiosidad el hecho de que en un momento tan desesperado no pensé en Dios. Todo era mi familia, la gente que ya no vería, lo que no haría. Yo.
Mientras daba por hecho que estaba viviendo mis últimos instantes de vida, una persona llegó por mí. Era un sujeto que habíamos visto nadar los dos días anteriores, el único de los turistas, aparte de nosotros, que se metía al mar. La diferencia estribaba en que él sí nadaba bien. Me tranquilizó. "No te muevas, ponte de muertito y sólo flota, relájate por favor, ahí viene alguien con un kayak". Ahora Kayak es mi palabra favorita, sólo por el efecto que provocó en ése justo instante: el final de la angustia, que no del miedo.
El problema fue que, a pesar de que él era buen nadador la corriente nos seguía alejando. Según cálculos posteriores, habían pasado cerca de 5 minutos desde que empecé a ahogarme. Ya no podía distinguir a nadie en la orilla, y el hombre que estaba rescatándome comenzaba a cansarse. Mi amigo que cayó en el mismo problema por querer ayudarme estaba cada vez más lejos, a 4 o 5 metros de nosotros y decía que podía aguantar pero no sabía por cuanto tiempo. No salíamos, sólo nos alejábamos y yo no veía ningún maldito kayak.
Esto ya está muy largo. Mañana la conclusión y las fotos.
Pues huyendo del funeral me fui a la playa (ingratitud no, cobardía diría yo). Estuve viviendo un duelo a mi manera, el que espero mis acompañantes no hayan notado del todo porque: ¿quién chingados quiere ir a pasar unos días de vacaciones con un manojo de melancolía y tristeza?, cabe señalar que era más una onda de descanso y relajación que de desmadre.
Y henos ahí, frente a frente, el mar y yo. Ya expliqué que no nos caíamos muy bien. Pero el año pasado que fui al caribe, nuestra relación floreció. Aquello fue hermoso, primero le temía, pero agarré confianza, él se resistía y me alejaba (me revolcaba en las playas de Tulum), luego todo fue apacible y los dos nos hicimos muy cercanos, pasamos muchas horas juntos. Él escuchó de mis penas y para consolarme me alegró la vista, me divirtió con sus impredecibles olas, me arrulló con su voz (ay, que metáfora más cursi).
Los primeros dos días se comportó igualito que la vez pasada. Estuve contenta jugueteando con él (soy una bruta a la que le divierte mucho estar en la olas gritando y dejándose llevar, y así una ola me pegue en todita la cara me ataco de la risa). La playa en la que estábamos no es muy turística. Entiéndase: no hay hoteles, ni salvavidas, ni lanchas, ni botes, NADA. Por lo tanto está limpia, gozas de cierta privacidad, dicen que se pueden ver ballenas (cosa que yo no logré), en temporada liberan tortuguitas, nosotros vimos mantarrayas ó como un lugareño nos instruyó: “no, esas no son... ¿manta-qué?, no, no, son murciélagos marinos, como un pingüino aplastado y con cola larga”.
Pues el tercer día estaban ahí las mantarrayas alias "pingüinos marinos" y yo preferí verles desde la orilla. Se suponía que esa tarde regresaríamos al DeFe, pero le sacamos a la agobiante fila que sabíamos habría en la caseta de regreso, decidimos partir a la mañana siguiente. Yo tenía un día más para juguetear en el mar. Poco después del medio día cuando ya no andaban las mantarrayas sorteando las olas, me metí. Empecé a brincar y chapucear. Estaba a unos 2o o 25 metros de donde toca el agua la arena. Junto a mí casi siempre estuvieron dos amigos, los tres sabíamos que yo no sabía nadar y a la vez ellos sabían nadar muy poco, por eso nos hacíamos "compañía".Uno de ellos se la pasó diciéndome todas y cada una de las veces que jugábamos que no me alejara, que no dejara que me llevara la corriente, "no te vayas para allá", así como muy papá cuidando niña. Mi otro amigo es más reservado y no me decía nada, digamos que andaba en su pedo.
Hubo un momento que duró menos de un minuto, una tontería. Se me ocurrió dar tres pasos más hacia adelante para que no tuviera que pasar las olas por abajo y así evitar que rompieran en mi cara. No me dí cuenta que venían una serie de oleadas marca "no mames", estaba de espaldas al mar. De pronto sentí cómo mis pies súbitamente dejaban de tocar la arena, la corriente me jaló hacia atrás algunos metros. No supe cómo pasó. Sólo empecé a sentir que no tenía de dónde agarrarme y me hundía. Por mi cabeza empezó a circular la idea "no hay botes, no hay salvavidas"... "no hay botes, no hay salvavidas"..."no hay botes, no hay salvavidas"...
Y empecé a gritar, el oxígeno que miserablemente era capaz de obtener estaba destinado para eso, para que mis amigos supieran que estaba ahogándome. De esos primeros segundos en los que comenzaba a caer en la desesperación absoluta, recuerdo la cara de uno de ellos: era el vivo retrato de la angustia.
El otro optó por intentar llegar a donde estaba yo, se confió de su estatura (es un chico alto). Supongo que encontrarse del lado de los que presencian la desgracia ajena tampoco es grato. De estar en su lugar, tal vez yo hubiera actuado igual, lanzarme sin pensar. Como advertencia: lo último que debe hacerse es intentar salvar a alguien cuando no sabes técnicas de socorro en el mar y peor aún, si no nadas bien. En lugar de un ahogado pueden ser dos. Justamente eso empezó a suceder, YO comencé a hundir a mi amigo (sin querer, claro está). Él intentó zafarse de mí, pero se lo impedí (así de histérica estaba). Cada vez nos alejábamos más, apenas distinguía a las personas. Dicen los que estaban en la orilla que momentos después él y yo nos separamos, yo no recuerdo eso.
Me ha sido difícil explicar qué pasaba por mi mente en esos momentos. Miles de pensamientos. Lo que he hecho, lo que no, pero primordialmente pensé en mi familia. Mis padres en un velorio...y ahora en otro, el mío. Me dio mucho coraje, muchísimo. Cómo por una estupidez, un descuido casi pueril, iba a quedar ahí nada más, en una playa del Pacífico. La llegada del final de todo. Tal vez no ví mi vida en flashback, ni la choteadísima luz en medio de un tunel. Sólo atino a describir un extraño fluir de las más diversas y contradictorias sensaciones, desde el pánico más aturdidor hasta la nostalgia más profunda. "Y-a v-a-l-i-ó". Tan simple y llano. Me da curiosidad el hecho de que en un momento tan desesperado no pensé en Dios. Todo era mi familia, la gente que ya no vería, lo que no haría. Yo.
Mientras daba por hecho que estaba viviendo mis últimos instantes de vida, una persona llegó por mí. Era un sujeto que habíamos visto nadar los dos días anteriores, el único de los turistas, aparte de nosotros, que se metía al mar. La diferencia estribaba en que él sí nadaba bien. Me tranquilizó. "No te muevas, ponte de muertito y sólo flota, relájate por favor, ahí viene alguien con un kayak". Ahora Kayak es mi palabra favorita, sólo por el efecto que provocó en ése justo instante: el final de la angustia, que no del miedo.
El problema fue que, a pesar de que él era buen nadador la corriente nos seguía alejando. Según cálculos posteriores, habían pasado cerca de 5 minutos desde que empecé a ahogarme. Ya no podía distinguir a nadie en la orilla, y el hombre que estaba rescatándome comenzaba a cansarse. Mi amigo que cayó en el mismo problema por querer ayudarme estaba cada vez más lejos, a 4 o 5 metros de nosotros y decía que podía aguantar pero no sabía por cuanto tiempo. No salíamos, sólo nos alejábamos y yo no veía ningún maldito kayak.
Esto ya está muy largo. Mañana la conclusión y las fotos.
13 comentarios:
Creo que te he dicho de todo al respecto, incluyendo aquello del rescate. Pensándolo chaquetosamente de nuevo, qué bonito es recordarse mortal, perecedero.
Desde niño visite las costas del pacifico en mar abierto, mi niña el mar es bellisimo pero nomas para admirarlo, es un cabrón traicionero que primero seduce a lo desconocido y luego te abofetea y puede hasta pedirte la vida, me da gusto que no paso a mayores, ten cuidado mi Salerosa en playas vírgenes que son de mar abierto pe-li-gro-si-si-mas.
Que raron allá en la tribu de mi papa igual siempre que vamos a un fallecimiento,terminan mis hermanos después del entierro en la playa los muy canijos.
Un abrazo!.
huy que angustia, yo al mar le tengo muchísimo respeto, nunca ha vivido algo como lo que narras aunque si he tenido experiencias angustiantes con él.
pero bueno, al menos lo estás contando ^^
¿Se queda en continuará? ¡Ahora no podré dormir con la angustia de saber si salvaron a la muchacha! Por eso prefiero ver las series completas y no es rascuaches cuarentas minutos de cable.
De todos modos saludos, Defe!
a mi me acaba de pasar algo parecido el domingo... nos metimos a las olas.. pero estaban perrísimas... de repente se calmo un poco y por desmadre nos quitamos los trajes de baño... de repente llegó un grupo de 7 olas despedorradoras...y lo que sigue... lo voy a postear en mi blog... pero si vi a dios estirándome la mano.. jaja
se siente del nabo...
que bueno que estás bien la neta... yo no me metería sin saber nadar porque si esta requete cabrón..
saludos dfeña
Me quedo igual que Rufián ¡¿Se salvó la DeFe o no?! ¿y qué fué de su cuate que medio sabia nadar?
No. Me vas a deber una o más noches de sueño, que de la angustia ¡no voy a poder pegar pestaña!
Y bueno, ese sentimiento, ese saberte vulnerable y mortal usualmente te cambia, aunque sea por un tiempo, te cambia por un poco de tiempo o, a veces, te cambia para siempre, pero suele traer algún cambio y me gustaría escuchar un poco al respecto. ;)
Sí, cada cuanto hay que regresar al mar, a asegurarse que aún esté ahí, a asegurarse que que las olas aún revienten en la orilla, pero recuerda: ¡Al mar hay que tenerle respeto! ¡Mucho! Y no estaría de más que aprendieras a nadar, no vaya a ser que en otra ocasión no haya nadie cerca para salvarte.
¡Cuídate mucho! Y no andes dando sustos ¿eh?
¡Sonríe!
uy que mala onda!!!
yo tuve una experiencia similar hace ya muuuuchos ayeres en mi acapulquito querido, y aunque ahora ya se nadar un poco mas, siempre me acuerdo de lo que mi papa nos decia cuando ibamos al mar: NUNCA LE DES LA ESPALDA
y ya ves, la experiencia no miente.
saludos pues, y claro que esperaremos el desenlace.
Recordé de pronto a Mara... gracias...
No mames, yo se que no es de risa (bueno, sí, porque supongo que todo salió bien), peeeero sí está simpático que hablas de que sentías morirte, de que tenías la imagen de tus padres en otro funeral, y de que pensaste "ya valió"... y que la frase del rescate sea: ponte de muertito!!!
Ironías de la vida...
Salud(os)
Por cierto, ayudas pa mi cumple. sugiere lugares!
Que angustia has de haber sentido!!
Yo aprendi a nadar hace casi 3 anios, y tambien tome un curso de buceo... PERO por nada me meto a nadar al mar sin aletas y snorquel. Aun me da miedo! Siento que el mar me va a jalar y no voy a poder regresar a la playa. Tal vez solo sea mental, pero para que arriesgarse?
Que bueno que estas aqui para contar tu aventura!
Demonios, vaya qeu te llevaste un buen susto O.o veo que no fui el unico accidentado ese puente... yo tampoco se nadar bien, alguna vez de niño igual me invadio el panico pero de ahi trate de "aprender" al menos a como no ahogarme...creo qeu lo principal es perderle el miedo
No!! Cómo que continuará!! Es un corte comercial para pasar a la dulcería o que?
saludos
El mar es uno de mis lugares favoritos, especialmente el del Caribe. Pero sí, no es precisamente el más dulce de los amantes...
Creo, guapísima amiga, que ya que estás recordando estas andanzas, es buen momento para considerar aprender a nadar! Sé que suena raro dada la mala experiencia, pero creo que ya pasaste por el peor momento del pánico y ahora puedes enfrentarlo en un ambiente controlado para saber que puedes dialogar y no sucumbir...
Y si necesitas ayuda para aprender, podríamos organizarnos en el verano! ;)
Un beso, guapa!
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