We're pretty much the same assholes with better computers and celular phones. We don't fly in our cars, we don't have metalic clothes, we still don't vacationing in mars...
Pero hoy pienso en todo lo que me sucedió en este tiempo y sí admito cierta evolución. La década en la que en 2003 terminé una licenciatura y me titulé, en la que en 2004 empecé a trabajar, en la que alcancé independencia económica engrosando las filas de oficinistas en el Distrito Federal, en la que sentimentalmente desperdicié de la forma más estúpida cuatro años -pero sé que servirán para no volver a tirar a la basura ni uno más-, en la que me convertí en tía de tres primores (2001, 2005, 2009), en la que abandoné muchos miedos que me fueron inculcados o que yo misma cimenté durante toda mi vida, la década en la que al final conocí el amor. La década en la que me convertí en adulta, una a la que aún le hace falta madurar, si es que tal cosa es posible. Los rituales de año nuevo los encuentro idiotas, pero a mí sí me ha funcionado proclamar metas: si uno dice en voz alta un objetivo está más obligado a cumplirlo.
Quiero decir, sin rastro de presunción en mis palabras, que 2010 fue el mejor año de mi vida y el primero en el que cumplo todos los propósitos que me hice aquellos últimos días de 2009. Quisiera volver a vivir cada uno de sus días y todo lo bueno que dejaron en mí, volver a platicar con toda la gente que conocí, y recuperar a los amigos que perdí (a algunos, otros no lo eran tanto). Todo está tan pretérito hoy. Extraño todas las ocasiones fugaces y me duelen las circunstancias rotas. Este año, el último de los diez, condensó todo lo que no había experimentado en los demás. Odio que termine, como odio que finalice todo aquello que es bueno, pero si la racha ha sido benéfica, y cada año es mejor, ansío prepararme para lo que me espera en 2011 aunque de momento sólo alcanzo a divisar que tendré que estudiar mucho (además del francés tengo que aprender portugués) y trabajar con mayor dedicación. Cada vez empleo más aquella frase que escuché de López Obrador cuando lo entrevisté en el lejano 2002 y luego volviera a oir de labios de Scarlet Johanson en una película de Woody Allen de 2008: "Tal vez no sé que es lo que quiero, pero lo que sí sé es lo que NO quiero".
Este es sólo un post barato de fin de año, redactado al aventón y sólo 'por no dejar'.
Pero hoy pienso en todo lo que me sucedió en este tiempo y sí admito cierta evolución. La década en la que en 2003 terminé una licenciatura y me titulé, en la que en 2004 empecé a trabajar, en la que alcancé independencia económica engrosando las filas de oficinistas en el Distrito Federal, en la que sentimentalmente desperdicié de la forma más estúpida cuatro años -pero sé que servirán para no volver a tirar a la basura ni uno más-, en la que me convertí en tía de tres primores (2001, 2005, 2009), en la que abandoné muchos miedos que me fueron inculcados o que yo misma cimenté durante toda mi vida, la década en la que al final conocí el amor. La década en la que me convertí en adulta, una a la que aún le hace falta madurar, si es que tal cosa es posible. Los rituales de año nuevo los encuentro idiotas, pero a mí sí me ha funcionado proclamar metas: si uno dice en voz alta un objetivo está más obligado a cumplirlo.
Quiero decir, sin rastro de presunción en mis palabras, que 2010 fue el mejor año de mi vida y el primero en el que cumplo todos los propósitos que me hice aquellos últimos días de 2009. Quisiera volver a vivir cada uno de sus días y todo lo bueno que dejaron en mí, volver a platicar con toda la gente que conocí, y recuperar a los amigos que perdí (a algunos, otros no lo eran tanto). Todo está tan pretérito hoy. Extraño todas las ocasiones fugaces y me duelen las circunstancias rotas. Este año, el último de los diez, condensó todo lo que no había experimentado en los demás. Odio que termine, como odio que finalice todo aquello que es bueno, pero si la racha ha sido benéfica, y cada año es mejor, ansío prepararme para lo que me espera en 2011 aunque de momento sólo alcanzo a divisar que tendré que estudiar mucho (además del francés tengo que aprender portugués) y trabajar con mayor dedicación. Cada vez empleo más aquella frase que escuché de López Obrador cuando lo entrevisté en el lejano 2002 y luego volviera a oir de labios de Scarlet Johanson en una película de Woody Allen de 2008: "Tal vez no sé que es lo que quiero, pero lo que sí sé es lo que NO quiero".
Este es sólo un post barato de fin de año, redactado al aventón y sólo 'por no dejar'.