jueves, 8 de noviembre de 2007

No digas tantas pinches putas groserías

Si, algo así pudo haber dicho mi madre un día. Enojada por supuesto. No es que yo haya sido una niña muy grosera, pero de vez en cuando se me llegaban a salir algunas. Recuerdo que en la primaria cuando cursaba el tercer año, me quejé de algo con un compañero mientras hacíamos fila para que la maestra Aída nos revisara la tarea: “A mi no me gusta ese juguete, es muy tonto, ¿quién quiere hacer helados cuando los puedes comprar y saben más ricos que esos?, además salen unos pinches heladitos de este tamaño”, eso bastó para que el chamaco estupidito ése fuera de hocicón con la maestra, que me puso a escribir en un cuaderno “no debo decir groserías" 500 veces.

“Pero maestra, no dije ninguna grosería…yo sé que pinche es ayudante de cocina”, mi ingenua (pero audaz) defensa sirvió solamente para que además de la plana, mandara llamar a mi mamá.

Mi mamá -¿Pero es ese el ejemplo que yo te he dado?, a ver, dile a la maestra, si es el ejemplo que yo te he dado.

Yo -Pues…si...yo te dije de ese juguete y tu me dijiste que para que quería esos pinches heladitos si de por si no como bien…

Mi mamá -Ay maestra no le crea, ¡yo sería incapaz de decirle algo así!

Yo- ¡Pero si dices cosas así! (pongo cara atónita)

Mi mamá – No seas chismosa y respondona, lo aprendes de las amigas esas con las que te juntas.

Etc, etc, etc…

¿Por que cuándo somos niños los padres no reconocen que son groseros delante de otros adultos?

Pasé el resto de mi infancia sin decir una sola. Hasta años más tarde cuando estaba en tercero de secundaria y sucedió algo que me hizo enojar mucho. Encontrábame yo en el taller de Industria del Vestido (fue una desgracia, lo consideré mi primer fracaso escolar y primer motivo de frustración en la pubertad), haciendo una pinche blusa, que obviamente estaba quedando muy mal (pero mi madrecita chula la arreglaba por las tardes). Para esto yo tenía una maestra que me odiaba (cómo no me iba a odiar si cuando me dijeron que me tenía que quedar en ese taller llegué llorando y diciendo que no iba a coser, que no me gustaba y semejancias). Ella disfrutaba poniéndome malas calificaciones, a pesar de que entregaba los trabajos puntualmente y bien hechicitos, pues si, por que como ya dije todo lo referente a la costura se lo chutaba mi madrecita santa (pero eso mi maestra no lo sabía). Bueno pues ese día no sé por que razón, me puso un reporte. Por que me reí, o pasé cerca de ella o me peiné diferente, sabrá Dios. Y al salir de la escuela me subí a mi transporte escolar hecha una furia y sacando humo de la cabeza…

Damaris y Christian eran unos niños de primer año que iban conmigo en el transporte de la escuela. Al verme llegar así, me preguntaron el motivo:

Yo- Esa maestra me odia…no la soporto, me mandó a la prefectura y me pusieron un reporte…yo...¡¡¡un reporte!!! Pinche maestra…

Damaris- ¡No manches! Que poca madre…

Christian- Chingá, ¿cómo pinche maestra? Miéntale la madre bien!! Que no la chingue, a ver, dile p i n c h e v i e j a h i j a d e p u t a…

Y así empezaron a llegar de nuevo. Salían de mi boca y parecía que la rabia se iba con ellas.

Al llegar a la freseis (la prepa 6…la fresa de coyoacán) empecé a juntarme con unas chicas muy pero muy ñoñas (de una ñoñez diferente a la mía), y lógico las groserías se fueron de nuevo, junto con cualquier cosa relativamente inteligente que pudiera decir, con ellas yo no hablaba. Después escuché a un tipo imbécil decir que en las mujeres se oía muy mal decir groserías y abandoné un par de años el hábito (no sé que fué peor, hacerle caso a un imbécil o abandonar el hábito). Pero entonces llegué a la UAM…bendita UAM…y conocí a mi amiga Michele que las decía tooodo el tiempo:

“no mames güey ¿¡qué pedo!?”- saludando a alguien.

“esta de la veeerga, de la veeerga” el primer rayón a su golf.

“cabrón, fíjate como vas!!, pendejooooooo!!” a otro automovilista.

“...y esta chingonsísimo el lugar” describiendo alegre y entusiasta un sitio.

He de aceptar que sufrí una clara influencia, aunque seguramente ella no estará de acuerdo y dirá “¡¡no mameees!!, los otros eran bien groseros también, el cake, el cha…”, no mich, tu impusiste cátedra, lo juro.

Después de terminar la carrera estuve trabajando con Sonia, que también es de la UAM, con quien no conviví mucho en la época estudiantil, y digamos que aquello se convirtió en un coro:

“pinche wero putoooooo!!” hablándole cariñosamente a un amigo

“tenemos putimil cosas que hacer” es que teníamos putimil cosas que hacer.

“pinche oso putoooo!!” es que también era medio puto.

En fin…de hecho creo que la frase “ya no digas tantas pinches putas groserías” es de ella, y me parece que fue de ésos tiempos precisamente.

Puedo identificar que hay muchos motivos que llevan a alguien a decir groserías. Enojo, alegría, jocosidad (que palabrita), frustración, júbilo…Creo que ni la tristeza esquiva su presencia, aunque en mucho menor grado (de hecho cuando se utiliza, hasta parece elegante, hay poesía melancólica con una que otra palabra groserilla). Es decir, las groserías se encuentran en casi toda emoción humana, y sirven para darle más sabor (¿?), más fuerza, más énfasis…será que por eso les dicen altisonantes…por que hacen que las palabras que acompañan suenen como en altavoz???...No lo sé, puede ser que todo este choro sea pura chaqueta mental.

La realidad es que ahora no concibo enojarme o exaltarme sin decirlas. Yo soy del tipo que las usa cuando se enoja, eso quedó claro.

Mi hermana me dijo hace poco que no hablara con palabrotas pues no es educado, por lo tanto ya no podré usar palabras como:

Anticonstitucionalmente (que es la palabra más larga de nuestro lindo idioma).

Así que en lugar de decir:

Los diputados están manejando anticonstitucionalmente la aprobación de las nuevas reformas…

Ahora diré:

Los diputados se están pasando la ley por los huevos y van a hacer su chingada gana con las nuevas reformas...(¿Queda chingón no?)

Lo bueno es que eso no pasa en nuestro lindo país, así que no tendré que preocuparme.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

"no te las putas mames"

wera, la neta el mundo seria muy diferente sin el albur y la peculariedad de las groserias, bueno solo las mexicanas, que seria del mundo sin "el vas y chingas a tu madre" y "sin el tu huevos pinche wey" no me imagino a un microbusero discutiendo con alguien, a un albañil "piropeando" las piernas de una dama y mucho menos un partido de futbol sin groserias,
la vida en mexico seria como una pelicula muda,

ah por cierto, a mi me caga q gente cercana a mi diga " esa no es forma de expresarse de un licenciado", como les explico, q no lo soy...
soy diseñador

A HUEVOOOOOOLLLLLL!!!!!

Defeña Salerosa dijo...

a huevolllllll!!
Total y absolutamente de aucerdo...bueno...tal vez difiero en los de los piropos, por que si es molesto y a veces se pasan de ve...ras...

lo dijo...

Tú sabes que casi no digo groserías y no es que me molesten, pero na'más no me salen, pero cuando lo hacen es con mucha naturalidad y gracia, una de mis favoritas es "qué mamada!" (esa es buena porque aplica para varias cosas) o "pendejo" (casi exclusiva para el género masculino) y su ramificación "pendejada".
Pero también me han pasado cosas graciosas con las groserías como el día que dije "está de la verba!" fue fatal! será que no puedo decir groserías fuertes?!!! qué penoso y molesto! Qué mamada!

Maestro Karnicero dijo...

Jajajajaja...
Yo solo puedo decir:

SSSSSALAVERGA!!!!! =D


SALUDOS!

Rock Wolfville dijo...

me dió risa la anécdota jeje pero se me hace que hay que moderarlas, es todo jeje. Chingado pues :P

Misántropo dijo...

jajajaja a mi me paso algo parecido, yo solía moderar mi lenguaje frente al sexo opuesto, hasta que también entré a la UAM y me di cuenta que muchas de ellas decían mas q yo entonces de ahi en adelante fue un a la veeeeeeeerrrrga y debo admitir que son una fuente increíble para darle sabor a una oración, para sacar la rabia y hasta como metáforas. Buen Blog por cierto