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sábado, 25 de diciembre de 2010

A Dios.

No fue hasta una edad relativamente temprana (ocho años) que me enteré que el nacimiento de Cristo no había sido un venticinco de diciembre, sino que se había adoptado tal fecha por conveniencia: coincidía con el solsticio de invierno y un número importante de fiestas 'paganas'.

Sin embargo el cuento de la Navidad me parecía hermoso. El arquetipo del Dios que se hace hombre me fascina, y mucho más lo que lo haga en condiciones paupérrimas, como la mayoría de las personas del mundo, lejos de los lujos y el poder. Que hubiera sido en una noche fría y sin refugio. Que los astros lo señalaran. Que los sabios lo adoraran.

Nací en una familia católica y casi toda mi vida lo fui. Niña demasiado enfermiza, la anhelada salud pareció provenir de manos de un homeópata que también era sacerdote y cuyo consultorio -siempre rebosante de pacientes- estaba en un edificio mamón de la avenida de Baja California. No sé si me curé porque mis padres dejaron de cuidarme tanto al confiar en semejante ángel de bata blanca o porque de alguna manera a mis ocho años la fe aún era tan poderosa en mí que logré convencerme de que algo místico tenía lugar cuando visitaba a ese doctor y de la misma manera mi sistema inmunológico lo reflejaba. O simplemente crecí y me volví más fuerte. Mis padres sin embargo siguen creyendo que fue Dios mismo a través de las manos de ese hombre quien me mandó la ansiada salud, sí, a mí y no a otra niña mas agonizante y con menos recursos, sí, a mí por sobre todas las niñitas de ocho años que murieron en aquellos días en hospitales, sí, Dios mismo me salvó a mí. La última vez que vi a ese sacerdote, mi madre le contaba orgullosamente que estaba cercana a hacer la primera comunión y era el evento que me tenía en un hito desde hace meses, que era la mejor estudiante del catecismo, que no pensaba en otra cosa que no fuera el bendito día en que comiera el cuerpo de Cristo. Y no mentía. Pero la mañana de aquel ocho de diciembre cuando íbamos hacia la Iglesia de la Sagrada Familia, algo que nunca se me había ocurrido comenzó a concebirse en mi infantil cabezota "¿Y si Dios no existe?". No era necesariamente una casualidad, por esos días en la escuela el maestro Carlos nos había hablado del Bing Bang (obviamente fuera de todo programa de estudios de la SEP), sembrando para siempre el vértigo que continuamente me asombra: el de todo aquello que la ciencia no ha logrado descifrar. Así que hice mi primera comunión muy asustada y llena de dudas.

Vértigo, eso es lo que sentía frecuentemente y por eso me aferraba a las durísimas sogas de la religión. El único consuelo que encontré a la fría objetividad de la ciencia fue el cristianismo. A enfrentar el hecho de que todos vamos a morir y estamos consientes de ello, que no existe nada para evitarlo. Que el paisaje celestial poco tiene de divino. Que tal vez poco tenemos de especiales o planeados.

Mi alejamiento de la religión católica fue provocado por los mismos practicantes. Es difícil distinguir si lo que hacen es por miedo o por deseo de colocarse en un escalafón moral más alto, uno desde el cual puedan criticar sin miramientos a todos los demás. Escalón más alto = más cerca de Dios = mi vida es mejor y todo lo bueno que me sucede es prueba de su amor por mí, criatura elegida entre millones. No es extraño encontrar a gente rica y bien educada en las filas de la Iglesia, estar con Dios parece darles luz verde para actuar incluso de manera mezquina ya que "los caminos del señor son misteriosos", a la vez que creerse bendecidos por la fuerza suprema los inviste aún de más poder. Y cuando uno se cree invencible en efecto resulta más fácil serlo. Como la frase que me inspiró el imbécil de Diego Fernández de Cevallos cuando proclamó luego de su liberación "Estoy bien y fuerte gracias a Dios":

No entiendo qué le hace pensar a los religiosos que son los consentidos de Dios. Si ése Dios es el que existe, yo no quiero saber de él.

Bajo tal aserción Dios no debe querer tanto a otros miles que perecen en secuestros, y ni que decir de las millones de tragedias que ocurren diario en el mundo a creyentes, agnósticos y ateos por igual.

El otro extremo, el de los pobres, me causa muchísima más rabia. Ser religiosos los sumerge en la ignominia y el conformismo de que en la otra vida sí serán recompensados. Ni falta hace ahondar en este apartado que todos conocemos y odiamos.

Entonces, la mayoría de los ateos que conozco provienen de la saludable clase media. La denostada clase media, la 'no me gusta admitir que pertenezco a ella' clase media. El recinto de la congruencia humana.

Platico con mi sobrina de nueve años y me pregunta si no estoy emocionada porque hoy es noche buena y llega Santa Clós. Para mí dejar de creer en Dios es comparable al día en que descubrí juguetes escondidos en casa comprendiendo que lo que todos decían en la escuela era cierto, que ni Santa Clós ni los Reyes eran reales. Esos juguetes caros sí afectaban el bolsillo familiar, los niños ricos no importando lo mal que se porten tendrán mejores regalos, la ecuación contraria sigue siendo la de los pobres. No hay unos vigías celestiales que me quieren y se preocupan por mi comportamiento, no hay premios ni castigos, sólo el amor de las personas que me trajeron al mundo y se angustian por seguir montando el show que me quita el sueño el veinticuatro de diciembre y el cinco de enero, que me hace escribir hermosas cartas decoradas y suplicantes, que me mantiene con la esperanza de que lo bueno que hago será recompensado con aquello que tanto deseo. Esa ilusión que los adultos les obsequiamos a los niños es un cinturón de seguridad para no arrojarlos al vacío de la injusta vida humana, pero también es un regalo para nosotros mismos y nuestra realidad carente de fantasía. Desearía todavía tener alguna. Ser ateo es un poco triste, era más fácil achacarle, pedirle, confiarle, suplicarle, tenerle fe a alguien más que no soy yo y mis reducidas capacidades de adulta contemporánea de principios del siglo XXI.


Jesús,

Quisiera decir que te extraño, pero no es así. Ya no te imagino como un consuelo o confesor. El mundo que deseabas es una utopía que me gustaría ver realizada. Pero ése es el problema de las utopías, su irrealización y aparentemente la tuya se volvió el opuesto, una especie de distopía bastante concreta. Sé que es tan probable como improbable tu existencia. Que de haber tenido lugar, tu biografía ha sido más manoseada que la constitución mexicana y que la Iglesia que fundaste tiene más de que avergonzarse que de enorgullecerse, asquerosa partida de asesinos y estafadores que nada tienen que ver con los pasajes más lúcidos de los evangelios que inspiraste. Esas parábolas sí las guardo en mi memoria con cariño y son enseñanzas de vida que intento reproducir pero sin afanes compensatorios (sino, qué chiste). La Navidad ya no es lo mismo desde que dejé de creer en ti, soy un poco menos feliz pero creo ser más fuerte. Y sensata.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El eco de escribir

Yo estaba en Cancún cuando Vargas Llosa recibió el Nobel y dictó ese discurso que cimbró los ánimos y almas de los latinoamericanos y hasta de los que no lo son. En mi caso no fue a través del video al escuchar la voz temblorosa y quebrada del literato que mis ojos consiguieron inundarse, no necesité oirle ni verle para que esas perras negras (como Cortázar llamaba a las palabras en Rayuela) que encontré en la pantalla de mi computadora apalearan benévolamente mi de por sí emocional ser. Si pudiera resumir en una oración el sentido del discurso de Vargas Llosa sería con esta: Escribir es crear. Estoy convencida de que si existe una manera de mover una montaña es con un libro aunque las leyes de la física y la religión dicten lo contrario. Las grandes revoluciones han germinado entre sus páginas mientras eran recorridas por los hombres que las llevarían a cabo.

Sin embargo escribir también es encontrar, encontrar en otros las penas por las que has pasado, encontrar en otros las sensaciones felices de momentos perdidos, encontrar en otros los mismos pensamientos forjados en distintas latitudes y épocas. A mí me parece difícil pensar en un escritor que no haya recurrido al menos una vez a situaciones autobiográficas cuando construye un relato, si bien tal vez no las experimentó en carne propia (qué aterradora es la expresión "en carne propia", la escribo y pienso en heridas y sangre, vaya usted a saber por qué) pero al menos tiene conocimiento de primera mano de los hechos. Cuando platico con amigos escritores algo en mis adentros se asusta al notar cierto interés en detalles de mis corredurías, imagino entre honrada, horrorizada y sin mucha modestia, que hallaré en un párrafo cualquiera de un cuento o una novela un pedazo de mí.

Es entonces cuando pienso en el lugar en el que yo realizo este ridículo ensayo de escritura personal. Pero al analizar el crecimiento y contenidos de las redes sociales me he llevado penosas conclusiones. Recuerdo la noche de verano, unos días después del cumpleaños de Nuria, cuando (--Omitamos su nombre para que no lo trolleen--) expresó furiosas críticas hacia el contenido y la razón de ser de un blog. ¿Por qué todos necesitamos escribir? ¿Por qué todos creen que lo que escriben es importante? ¿De qué sirve generar tantas palabras que no dicen nada? ¿A alguien le importa lo que está en la mente de un idiota? La bulimia del social network que le llamamos. Tanto lo deglutes con atracones de información, tanto lo vomitas sin nutrirte.

Yo no creo que la razón de redactar las más insulsas anécdotas o detalles, que en efecto a pocos podrían interesar y que sólo traen al mundo más gasto de bits, tenga en todos los casos su orígen en la búsqueda de relevancia. Las quejas y berrinches que escupimos en redes sociales son por primera vez en la historia de la humanidad (no imagino una época donde esa cantidad de personas escribiera) la muestra, digamos tangible, de lo necesitados que estamos de encontrar un eco. No es sobresalir, es encontrar. Si no hubiera lectores a esas fanfarronadas, dudo que se expresaran tan seguido y con tal estruendo. Ese deseo de expresión tiene como fin encontrar el eco de tu ser en otro.

Eso a lo que llamo “Eco” poco tiene que ver con el mito griego de la ninfa enamorada de Narciso. El eco es, como yo quisiera entenderlo, ese suceso que suele ser épico y en el que podemos escuchar provenientes de otras conciencias aquellas reflexiones que nosotros mismos maquinamos y creemos exclusivas, es no sabernos solos. Nuestros gustos, opiniones, emociones. ¿No es acaso el material con el que se construyen la amistad y el amor? la empatía, la concordancia de gustos, la atracción de caracteres. Tal vez la razón por la que nos sentimos solos aún cuando estamos rodeados de personas si con ninguna encontramos ese eco, tal vez el motivo por el que un escritor o cualquiera que realice la tarea de crear estando completamente solo no se siente así, pensar y crear son las hazañas donde las ideas se convierten en la mejor compañía.

La única manera de sopesar la soledad es al crear. A los psicólogos les gusta llamarla “Terapia ocupacional” pero es bien sabido que a mí me gustan los términos más poéticos. Me alegra pensar que no todo el que escribe lo hace con afán de presunción y soberbia intelectual. Me conmueve el hecho de saber que existen seres que no buscan un premio o el éxito rotundo, buscan al otro. Escribir te vuelve mejor persona y si para eso debemos tolerar –y soportar- la existencia de basuras monumentales en espacios similares a este (un mucho de lo que he escrito aquí está cercano a tal trivialidad bobalicona), bienvenida sea tal participación. Prefiero imaginar a un imbécil e-s-c-r-i-b-i-e-n-d-o tonterías en un blog que viendo la televisión. Es una pena que otras plataformas más escuetas estén ganándole terreno a ésta.

Seguramente, porque no puedo pensarlo de otra manera, la vida tiene mucho que ver con dejar trascendencia en el mundo, alterarlo. De niña me imaginaba rodeada de una fama surgida a raíz de quien sabe qué, pero obtenida por lograr portentosas transformaciones a la sociedad. Hoy sé que no tendrán lugar, admito mi insignificancia –casi- sin tristeza, pero sé a la vez que hay otras maneras de trascender, no de la forma pública y laureada sino una más personal, específica y hermosa:

-Saberte alguien efímero y cuya existencia no parece haber conseguido grandes logros no debería ser motivo de frustración, querido humano. Por el contrario, saberte alguien que persistirá en la memoria de otros y cuya existencia afectó con pocos esfuerzos pero de una forma maravillosa y contundente la vida de alguien más es el verídico éxito y el logro del que deberías sentirte más orgulloso.-

Alterando profundamente la vida de otra persona.
It's not been surrounded, it's to find.
Á toi.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La existencia de la nada

En la misma tarde vi dos películas de la muestra Internacional: "Somewhere" de Sophia Coppola y "Antichrist" de Lars von Trier. Llegué a la Cineteca poco antes de las 3:30 y apenas alcancé boleto para la segunda. Sabía que el morbo sería el motivo de algunos para verla, tan escandalosa que estuvo en Cannes, tan planeada para jamás proyectarse en semejante país ultra católico, tan espantadas que salían las personas de las salas.

Somewhere, cuarto filme de Sophia Coppola, nos presenta a un hombre que parece haber logrado todo sin mucho esfuerzo detrás, es un actor. La jauría hollywoodense es dueña de un poder incalculable punto y aparte del dinero, posee el don de la perpetua servidumbre del prójimo y todo lo que pudiera implicar: favores gratuitos, amabilidad excesiva, sexo casual a raudales. Es la nobleza de la posmodernidad. Coppola consigue que algunas secuencias que ocurridas en otro ámbito son muy disfrutadas por el género masculino (un par de encantadoras gemelas rubias haciendo table dance), sean tediosas e incluso aburridas. Un topless más, un topless menos… pfff. La repetición como forma de nulificación del asombro. La satisfacción de los deseos como asesinato del entusiasmo. Johnny Marco es un hombre que vive una vida vacía, no está, no es. Y se da cuenta. Se da cuenta que no es nada, que no es nadie, cae al vacío, a la desolación más tremenda de todas, la de no tener porqué vivir. (-¿Haber logrado todo no implica ese castigo?-). No hay una tragedia, no existe una vida de miseria o una historia de fracasos detrás de tal pesadumbre.

En "Antichrist" se explora el dolor más profundo que puede experimentar un ser humano, la muerte de un hijo. Existe un motivo para precipitarse al vacío al contrario de "Somewhere", aquí hay uno clarísimo y punzante. Y lo es más por la manera en la que la tragedia ocurre ya que es durante el coito de los progenitores. La poderosa distracción de un encuentro tórrido y brutalmente sensual. De haber pasado en otras circunstancias la culpa no sería tan lapidaria. Él, psicoanalista, decide tomar en manos propias el caso de su esposa contra lo que toda ética pudiera aconsejar. Es entonces cuando atestiguamos las consecuencias y el dolor casi perceptible de ella (de hecho ambas películas consiguen transmitir cierta cantidad de angustia en algunas secuencias), sus ataques de ansiedad, su autoflagelo. La actitud amena y a la vez distante de un esposo preocupado por representar cabalmente los papeles de médico-paciente y no cruzar la frontera al lado de los amantes. Lenta y fantásticamente va develándose la premisa del filme ¿A qué le tiene miedo la mujer? ¿Por qué su lamento es atípico y extremoso? La primera respuesta resulta simple al principio, fobia a la naturaleza. Tomando en cuenta que a mayor exposición al miedo, superación del mismo, él la lleva al bosque donde tienen una cabaña. La mujer le tiene ese horror a la naturaleza, porque la vida muere, porque la naturaleza en su fuerza creadora necesariamente destruye, porque la muerte existe por el sexo. Porque no importa qué, todo lo vivo debe morir, la muerte es la cuota por coger. Y qué es el ser humano sino parte de la naturaleza, su víctima, su propio hijo. El hombre a imagen y semejanza de madre natura es maravilloso y a la vez terrible. El giro de tuerca de la película es poco común y desolador.

Me llamó la atención la paradoja en ambas, tanto quien tiene todo está vacío, quien lo pierde todo se consume.

Salí del cine con una nebulosa enorme, satisfecha de haber visto dos excelentes películas que me hicieron recordar algo que siempre he defendido y pensado, que la mente y la naturaleza humana son incomprensibles y a veces injustificables "los misteriosos caminos de la psique humana"(sin meterme con los discursos de la psicología) y que no necesita de motivo alguno para hundirse en lo atroz.

PD 1.- Qué grandes son Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe. Pocas veces un actor merece tanto respeto. Son, sin contar al niño que muere en los primeros minutos de la trama, los únicos actores de la película. Cargan todo el peso de semejante mounstruo encima, y pueden con él. La estética fotográfica es suprema, SUPREMA.

PD 2.- Me quedé pensando si acaso la película de Sophia no hace algún tipo de guiño autobiográfico. Johnny Marco tiene una hija de once años que lo visita y se da cuenta de las patanadas del padre. Una hija que llora por el abandono.

miércoles, 9 de junio de 2010

Aterrizaje

Si bien regresé a México hace más de un mes, no fue hasta hace un par de semanas que me sentí en casa. Y decir que me siento en casa lo digo más por costumbre que por convicción.

El viaje trajo consigo esa sensación que tuve bajo el efecto de una poderosa anestesia, la misantropía, que había sido mi fiel compañera desde hace algunos años. Siendo sincera suelo recurrir a la misantropía cuando en mi vida no puedo encontrar una alegría motivante aunque sea mediocre, o al revés, cómo se puede sentir un momento de genuina felicidad si ve uno un noticiero o lee un periódico. Cómo no sentir repudio a mi propia especie si muchas veces nos percibo peores que una manada de bueyes, ignorantes por convicción, inconscientes por conveniencia, ridículos por aceptación, crueles por egocentrismo. Me parece que muchos estamos deambulando, precisamente, como pobres animales sin mayor guía que el dinero con su ilusión de poder y un gobierno con su la cultura barata. Creo que ha sido demasiado alto el precio que pagamos por las facultades racionales. A la vez que éstas nos conceden superioridad intelectual, a algunos también nos permiten apreciar bajo un esplendor horriblemente nauseabundo la gravedad de nuestras atrocidades. Qué no daría yo por la dulce ignorancia del idiota.

A la par de una crítica encarnizada a la humanidad, y casi como remedio curativo, surgió la resignación y el perdón. Es cuando puedo apreciar otras cualidades. La genialidad, ése don de unos cuantos. Es gracias a ellos que no es un desperdicio encontrarnos en la tierra. Es en honor a ellos y sus obras que no siento vergüenza por mi condición humana, a sabiendas de que estoy tan lejos de tal grandeza como alejado está México de la Copa del Mundo. Por genialidad no sólo considero los logros de las artes y las ciencias. Lo son también algunos sentimientos que surgen sin que estén condicionados por la supervivencia o la genética. Bendita humanidad llena de maravillas escondidas.

Aunque mis manos estaban ávidas de relatar desde el más ridículo de los detalles hasta la más sórdida de mis experiencias, me ha sido imposible. Fue como traer una cubeta llena de agua... es difícil de cargar, está desbordándose, no se puede caminar fácilmente con ella, te empapas los pies y salpicas charcos de gotas caóticas sin motivo ni propósito. Creí entonces que iba a exponer puras ideas inconexas y carentes de sentido. "Pero así es como escribes casi siempre desde las vísceras y a lo loco" me dije a mí misma. Fueron demasiadas las cosas que viví y pensé durante los días que pasé lejos de mi país, demasiados los hechos que me aturden desde que estoy aquí y necesitaba tener esa cubeta más vacía. Apenas estoy aterrizando todo eso, intentando darle un sentido a esta rabia e inconformidad. Aterrizar es al fin, descender después de observar a la distancia, meditar después de la crisis, llegar a las conclusiones del contacto con una realidad que siempre había estado ahí y no había querido contemplar. Aterrizar es regresar con los aires del cambio.

sábado, 20 de marzo de 2010

Ancestral

No sé de donde vengo. Al igual que yo, la mayoría de los mexicanos lo ignoramos o en el mejor de los casos lo intuimos. La clases adineradas sí lo saben, las más humildes también. El jamón del sándwich poblacional es quien no tiene idea de qué cerdo lo parió.

México es diverso pero se ha autodenominado poseedor de la raza de bronce. Yo no me siento así y lo soy, soy mestiza pero sin broncear. Desde niña me causaba conflicto el color de mi piel ya que asistía a una primaria pública y en una zona popular, no es difícil imaginar el escenario. Fui el blanco (literalmente) de un desfile de burlas entorno a mi palidez que me llevaron al trauma existencial, por ejemplo, me apodaron 'María Joaquina', el célebre personaje de niña mamona, adinerada y culera de la telenovela infantil más famosa de la década ochentera. Por eso arrastro el complejo de sentir que le caigo mal a la gente la primera vez que me ve: "güera sangrona y presuntuosa". El deseo desmedido de ser morena me orilló a que la primera vez que fui a la playa me asoleara un tiempo excesivo y sin bloqueador hasta causarme la quemada más monumental que recuerde. Casi no podía dormir y la piel se me caía a pedazos al tercer día, no era morena sino escamosa, colorada y lo peor, una ardida. Tenía ocho años.

-La ardidez no se quitó fácilmente, quedó arraigada en las profundidades de mi rencoroso y lívido ser.-

Los libros de texto de la SEP tampoco fueron de mucha ayuda. Ver ilustraciones con los majestuosos mexicas tan bravíos y altivos incrementaba el deseo de parecérmeles, de ser "mexicana", de ser descendiente directa y sin escalas de los seres que tenían el calendario más exacto, la ciudad más majestuosa, la ingeniería acuífera más sorprendente, la raza guerrera más exitosa de Mesoamérica. Si nací en la Ciudad de México era lo lógico. Fui educada sistemáticamente para odiar a los españoles y todo lo referente a ellos, me enseñaron a despreciarlos sin conocerlos. "Malditos gachupines que vinieron a destruir el imperio Mexica". Basta darse una vuelta al museo de antropología "mira qué avanzados ÉRAMOS, mira qué bellas pirámides TENÍAMOS, mira, en qué gloria ESTÁBAMOS". En la secundaria hasta leía poesía náhuatl en concursos de declamación, hice portadas bellísimas -por cierto, mis primeros dibujos de carácter realista y al carbón- sobre la conquista y la independencia de México. Oh, gachupines del demonio, púdranse en el infierno por su pecado, ¡desdichados!

Pasó el tiempo y en la prepa ocurrió que tuve una profesora de historia más elocuente. En una clase empezó a hablar de España, el conflicto de identidad que producía en el mexicano y que por lo tanto deberían de incluir en el programa de Historia de México la historia de la España medieval, la ocupada por los árabes y la renacentista en un tono más serio y profundo. Me opuse enérgicamente a su tesis: "Somos mexicanos descendientes de indígenas, fuimos conquistados en la más vil de las masacres, me rehuso rotundamente a que usted quiera que me interese y estudie la cultura de un país opresor, imperialista, y más específicamente: lleno de apestosos". Ovación de pie, aplausos y aplausos al por mayor.
"A ver, Olga, ¿ya viste qué color de piel tienes? ¿qué idioma hablas? ¿qué religión profesas?" Blanco-Español-Católica.", respondí. ¿Te ves al espejo y ves a un indígena legítimo o ves a un ibérico de raza pura?, ¿Por qué atacas aquello que también eres?".

La respuestas a esas preguntas me sumieron en la preocupación y desconcierto más profundos de mis catorce años. No era lo uno ni lo otro, era una contradicción. Ni siquiera era el mestizo prototípico: morena, curvilínea, cabello café obscuro quebrado, labios delgados y nariz pequeña. Soy blanquizca, delgada, cabello castaño claro, nariz chata, labios gruesos. No me "hallaba".

Es el eterno dilema de mi país, el amor-odio a España y la adoración-desprecio a los indígenas.

No somos los vencidos ni los vencedores. Los aztecas ERAN los arquitectos magíficos, ERAN los astrónomos precisos, ERAN los guerreros imbatibles. Fueron ellos y no nosotros los mexicanos, dejémos de acomodarnos sacos que no llenamos. Si tarde o temprano iban a llegar los europeos a América, qué bueno que a México llegó España. Gracias a esa historia estoy/estamos aquí. Mal que bien hay un México debido a que los españoles resultaron más calientes que sanguinarios. Y bendito sea el español, el idioma más hermoso de todos (sí, más que el francés).

Fui comprendiendo entonces que si pudiéramos sentirnos más propiamente como lo que somos, esta mescolanza mal hecha pero hecha está y ya qué, si aceptáramos que por razones fuera de nuestro control estamos más cerca de España de lo que desearíamos; que sí, que con toda razón lleva el mote de "Madre Patria": desobligada, conflictiva y abusiva (pero dicen que Madre sólo hay una, jodímonos), España a su vez es un país que sostiene con alfileres la frágil idea de nacionalidad, he platicado con tres españoles últimamente y no percibo otra cosa más que desprecio de unos a otros; si nos enseñaran desde niños que ni siquiera fueron conquistadores, que no eran más poderosos ni más inteligentes, sino aprovechados, aprovechadísimos de que Mesoamérica estaba ávida de traicionarse, si... si todo eso pasara dejaríamos de ser los agachados-malinchistas-sí-güerita-pásele-pinche-naco-prieto-aléjate-de-mí. La aceptación de que no podemos definirnos dada la inmensidad de nuestras raíces, que somos más que un mestizo fórmula "español + indio". Que el nacionalismo poco tiene que ver con el color de la piel.

Hasta hace poco me di cuenta del daño que también significa mitificar el mestizaje en México: ha producido una marginación aún más cruel hacia los indígenas y el optimizado el cómodo altar estético y económico de los descendientes directos de españoles.

Me entra la curiosidad y empiezo a investigar ¿de dónde es la gente de la que tengo genes?. El estado de Guerrero es un misterio, pocos registros, actas adulteradas, rastros perdidos. Cuahutémoc nació en Ixcateopan y sus restos están enterrados en la Iglesia del lugar -municipio adjunto al del pueblo familiar-. La zona norte del hermoso estado de mis padres estuvo poblado por pueblos nahuatlacas (primigenios mexicas, las tribus que salieron de Aztlán), chontales y purépechas. Incluso hallé información que habla de alguna supuesta migración post-conquista de grupos aztecas al territorio. Mi lugar favorito de la infancia es ése sitio en Guerrero donde me di cuenta que mis ancestros indígenas resultaron migrantes al igual que los hispanos.

He recorrido las principales zonas arqueológicas de México: Palenque, Tulum, Chichén Itzá, Cuicuilco, el Templo Mayor, Malinalco, Teotihuacán, Tajín, La Venta, etc. Por eso me irrita en demasía la crítica de la que he sido objeto al expresar mi NECESIDAD por visitar y conocer la otra parte de mis raíces. "Ay sí, 'ora resulta que muy europea", ps sí güey, un pedacito sí lo es y no tiene nada de excretable ni arrogante. Si no puedo construir una genealogía familiar más allá de cuatro generaciones, me la supondré. Mis apellidos son del centro y norte de España. El materno es Vasco, el paterno viene del Duero. Y ambos apellidos hacen honor a los árboles (oh, todo parece encajar tan bien). No percibo a España por debajo de los Mesoamericanos, pero tampoco por encima de ellos. Me ilusiona comtemplar el paisaje que también vieron hace siglos personas que decidieron emigrar de su país sabiendo que jamás volverían, tal vez así logré imaginar qué los motivó y si llegaron a dilucidar que de alguna manera futura regresarían a su terruño en forma de turistas mexicanos. Porque más que el presente y el difuso futuro somos el pasado, como cuando veo sentarse a mi sobrina Ana Patricia. Se acomoda con ademanes tales que mi madre dice que está viendo a su bisabuela, la misma forma de cruzar la pierna y recargar el codo en la rodilla, la exacta inclinación del antebrazo, la mano izquierda acariciando la infantil espinilla. La escuincla repite sin saber, las maneras de alguien que nunca podría conocer dado que murió cincuenta años antes de que naciera, de alguien que poco parece tener que ver con ella y su vida de principios de siglo XXI donde juega con con un ipod y observa sin asomo de sorpresa las calles de las grandes ciudades con google street view.

Aunque alejados, también somos los que eran.

viernes, 5 de marzo de 2010

Sin halagos es mejor.

"¡Pero qué bonita niña!". Responder a eso es fácil a los cuatro años, dices 'gracias', bajas la cabeza tímidamente y te echas a correr con tus primos. O no dices nada y sólo sonríes mostrando una mueca infantil bastante tétrica pero que las tías y fotógrafos de estudio adoran. Si haces esto último, con certeza volverán a decir que eres bella, o avispada, o armónica o que los bonitos ojos que tienes debajo de esas dos cejas son iguales a los de papá.

Siento que nunca he podido reaccionar satisfactoriamente cuando me chulean. Si contesto con un gracias, me sonrojo y colorada ya no sé qué hacer. Se me ocurre responder con un cumplido. Es lo peor. Pocas cosas pueden parecer más forzadas (aunque no lo son del todo, vamos, si contesto un 'tu corte de cabello también está chingón, es muy probable que sea cierto) que responder a un halago con otro. Pero si no digo nada me siento como si cometiera una grosería fatal. Debería existir un manual "Qué hacer o qué no hacer cuando la halagan".

También se cree que el aplauso es condicionado. Alguien que quiere quedar bien, ganar confianza, se busca la amistad inmediata. Yo prefiero evitar a la gente que me adula demasiado de buenas a primeras, sobre todo en un sentido estético. Y si es hombre aún más.

Está tan devaluado el correcto sentir de las cosas. Si escribo un "me siento fea", parece que la reacción elocuente o lo que estoy buscando es "pero si eres muy bonita" y pues no. No y no y no. Déjame revolcarme en mi frustración, carajo, maldita época del porrismo superacional. Nada como aceptar las carencias sin lamentos ni congojas. No debería ser triste ser feo. Es fortuito. La belleza, además, depende mucho de donde estés parado: en un lugar soy la más fea del grupo, en otro soy la más llamativa, en otro la más delgada, en otro la más fofa, en otro... depende del espectador.

Prefiero mantenerme prudente ante los aplausos porque aceptar tan fácilmente una loa deriva en terribles actos de estupidez ególatra. Sin embargo existen los ingenuos o soberbios -peligrosa pareja para la calidad- que no optan por tal opción. Se toman demasiado en serio sus cualidades y las subliman hasta la ridiculez. Está sobrevalorada la sobrevaloración de las capacidades: basta darse una vuelta por librerías, salas de arte, cines, están pletóricas de prosa barata, guiones mediocres, actuaciones paupérrimas, música vulgar. Más triste es el ridículo endiosado del petulante que el fracaso genuino del humilde.

No todos los pasatiempos son explotables. Por ejemplo, a veces escribo cuentos, o hago ilustraciones. Me divierto, pongo a trabajar la creatividad que por lo general está al servicio de los deseos de un cliente atolondrado, descubro cosas nuevas de mí, saco corajes que traigo atorados en la psique. Pero eso no me obliga a enseñárselos a nadie ni a jactarme de ser buena en eso. No lo soy y no tiene absolutamente nada de pernicioso. Lo hago para mí, no necesito aplausos o repudios. No me emociona la idea de ser reconocida o resultar un diamante en bruto que al ser pulido iluminará el arte mexicano -qué absurda presunción-. Siento que el artista o creador que busca tales fines no es más que una diva, aspiración idéntica a la de una estrella pop. Y ya hay suficiente plástico en el mundo.

¿Es entonces la trascendencia tan importante? ¿La buscamos para estar en el centro de un escenario y ser admirados, envidiados, aplaudidos? ¿En eso se ha transformado el arte, la estética, en una puta de la popularidad?.

En otro lugar están los genios desconocidos, quienes ante esta hoguera de las vanidades prefieren esconderse. Y entre más se les conmine a "salir del clóset de la ignominia", más se les festejen las capacidades, ellos menos convencidos estarán de exhibirse. No lo hacen porque saben lo anterior, no quieren mezclarse con el vulgo drogado con lisonjas. Cada adulación los abruma. No es lo que buscan.

lunes, 10 de agosto de 2009

Vivir de nuevo/ REPRISE

La parte medular de una película es su guión. Ninguna logra ser excelsa sin el magnificente hilo que teje reflexiones, vueltas de tuerca, e interesantes personalidades. Las palabras y las ideas son la más grande creación del cerebro humano (asegún, porque en algunos casos tengo mis dudas). Ya muchos han descrito esa cada vez más plural sensación de vivir su vida como si fuese un libro o una novela: siendo manejados por las invisibles órdenes y caprichosos designios de un mequetrefe guionista-escritor.

Si van a ver ésta joyita al cine (que aún se puede, yo la vi desde noviembre en la cineteca, pero necesitaba verla de nuevo para ordenar mi atareada mentecita), encontrarán la historia de Phillip y Erik, un par de jovezuelos buenaondita que viven por y para escribir. La narrativa de la película me remitió inconfundiblemente a "Trainspotting" pero sin perdedores en la densidad de la heroína y la autodestrucción. O no. Reprise no lo aparenta mucho, pero también habla de un no-saber-qué-pedo y una autodestrucción inminente en algunos personajes. La finalidad de la película me recordó inconfundiblemente a 'Reconstrucción', la maravilla del cine danés de Christopher Böe. Pero sin decir explícitamente que todo era producto de una ficción o una historia de posibilidades. O no. Reprise lo deja claro en los primeros dos minutos, cuando nos presenta una histora contada a pisatalones y de pronto de detiene en el key frame inicial, rebobina, y nos cuenta todo con más calmita y detalle. Es cuando el director se pone más detallista. Nos platica con ayuda de la voz del "escritor" de Reprise, aquellas cosas que sólo escenas largas e interminables diálogos podrían lograr.
Erik y Phillip son amigos, los mejores amigos, de esos que te definen el término "Amistad". De esos que han estado en el peor momento de tu vida. De esos que son tus compañeros de juerga, pasiones, labores. De esos con los que dices todo en medio de silencios. Junto a ellos, conviven zoquetes menos complejos. Son noruegos. Increíble, los noruegos también quieren salir de su país, también quieren ir a Francia, escapar de su pequeño-terruño: ¿Qué carajos se respira en el aire de París que todos están tan urgidos de olerle? De momentos me imagino exclusivamente a los latinos con el ansia de salir huyendo y pisar otras tierras del otro lado del Atlántico. Y no, resulta que también los noruegos están deslumbrados con los clichés. Me halaga la postura del humor fino, inteligente, y medio mamón, me siento menos bruta que de costumbre. La cosa es que estamos en manos de un escritor, un narrador que nos habla de las idas y venidas de los noveles escritores. Un narrador que se revela y nos muestra cómo es que se teje una historia.

Y entonces YO tengo LA proyección:

¿Quién no quisiera planear y justificar sus acciones?, o mejor aún, las de otros, ¿Quién no quisiera imaginar distintos descenlaces, clímax más atropellados, encuentros inexistentes e imposibles? ¿Quién no qusiera escuchar al escritor del guión de nuestra vida?

Me imagino rastreando el punto clave (me gusta decirles "key frame": en animación un key frame es un punto en la línea de tiempo donde sucede un cambio importante en la trayectoria de un objeto) de mi existir. Donde si sucediera una cosa u otra cambiara por completo su sentido.

Ejemplo:

Yo decidí estudiar en la UAM. Aún teniendo en mano los papeles de la ENAP, inscripción, pagos, salón, horarios. No me imagino qué tan distinta sería mi vida de haber esperado unos meses para el término de la huelga: "Entra a la ENAP y sigue conviviendo alegremente con sus amigos del 603. Se da cuenta que está enamorada de Ignacio por que dibuja muy bonito y es el único que aprecia sus fotografías fuera de foco; entonces decide terminar con el novio de la prepa. Estudian al parejo todos los semestres. Se van a vivir juntos un año después de graduarse y son los primeros de sus amigos en hacerlo, la familia se opone. Se sienten Romeo y Julieta, pero no lo admiten dado que tal comparativo es ridículo, gastado, y pendejo. Pusieron un despacho de diseño. Su loft está en la colonia Roma. Ella sigue sin saber a qué sabe la cerveza, no bebe ni fuma. Practica yoga todos los días. Tienen dos perros. Ella se despierta un día y descubre a Ignacio muerto en la sala. Se suicidó porque no podía soportar tanta felicidad. Ella siente asco hacia sí misma dado que la muerte del marido le ha despertado una vena creativa muy profunda. Después de una depresión laconica se vuelve pintora...pésima pintora, pero la historia del amor quesque perfecto y el esposito suicida le dan fama en los andares culturosos de la ciudad."

Rebobinaré más este viejo casette, qué habría sucedido de haberle tomado la palabra a mi admiradísima profesora de historia en la prepa: "'Lo tuyo es el derecho, el área de sociales, es más, Mario y tú deberían estudiar filosofía'. Encontramos en el correspondiente tiempo alterno a una frustrada estudiante que intimidada ante tanta sapiencia, se ha cambiado tres veces de carrera y no siente que da el ancho en ninguna. Pero... ¡Qué buenas pedas con los del Colmex! -es que mi maestra me hablaba maravillas de las reuniones del Colmex-. Mario, en cambio, ha terminado filosofía y ha escrito su primera novela "Aurelia". Vive una temporada en Japón. Ella, urgida de plata para subsistir, entra a trabajar en un pequeño despacho donde se desempeña como capturista. Vive al día, se ha salido hace un par de años de la casa paterna, sus progenitores no estaban dispuestos a seguir cargando con el parásito indeciso. A los veintiséis, aún cursa trabajosamente la licenciatura de Historia, el quinto semestre apenas. En el trabajo uno de los jefes se le ha insinuado hasta llegar a un acoso extremo y ella planea demandarle "maldito cerdo chovinista, muéeeereeete", toda vez que logre grabarlo en fraglacia. Y lo logra. Estando a punto de levantar la denuncia, su roomate le presenta al cerdo chovinista como su nuevo novio. Al contarle a ella todo lo sucedido, lejos de encontrar comprensón y apoyo se queda sin trabajo y sin hogar. "Pinche Alejandra culera". Uno de sus compañeros de la universidad le da asilo. Encuentra trabajo como mesera en Coyoacán. Un día aparentemente gris y sinsaboro, Mario llega ese café para recordar los tiempos preparatorianos. Es un hombre feliz y pleno. Le ofrece trabajo de asistente. Ella lo acepta encantada."

Rebobinando más, qué hubiera pasado si en lugar de la freseis hubiese estudiado en una vocacional, en el poli: "Ha sido maravillosa la forma en la que ella ha podido desarrollar su aptitud numérica y raciocino abstracto. Y en la que ha logrado sustraer todo indicio de sentimentalismos o piedad en su corazón. Tiene veintiséis años y está haciendo un doctorado en Robótica en el MIT, dado que el resultado de las investigaciones que llevó a cabo durante sus años estudiantiles fueron destacadas. Un prototipo que desarrolló con otros (un tanto menos capacitados) estudiantes ganó un concurso internacional. Existió un novio durante la carrera con quien sostuvo la relación más ñoña y aburrida, pero terminaron porque el no pudo resistir su éxito. Sin embargo, a veces hablan por skype. Ella está casada con un gringo sonriente que no habla ni pizca de español, pero irónicamente el francés y el alemán le salen bastante fluídos. Lo conoció porque era su dentista. Ella usa frenos desde los veintiuno. Tienen sexo una vez cada bimestre, por mutuo acuerdo, ambos parecen sólo excitarse con el sonido de una máquina funcionando. Le gusta la vida monótona de los suburbios en el frío estado de Massachusetts. No extraña a nada ni a nadie de México."

¿Más?

"Sus papás se divorcian al cumplir los nueve años y se va con su madre a Sinaloa, a vivir con el tío soltero y militar. A los catorce en medio de una rabieta espectacular, huye de la casa donde se ha sentido encerrada, restringida, y rencorosa. Se enamora de un narcotraficante que le proveé lujos asquerosos. Tiene dos hijos antes de los veinte. Decide dejar al narco cuando la golpea, huye de nuevo, pero sólo con uno de sus hijos. Se va con el tío, a Mérida. Ahí abandona al otro tumor, al fin que él tío siempre quiso un hijo varón. Se translada al Distrito Federal y comienza a vivir en el arrabal. Después de algunos hábiles movimientos estratégicos (tranzas, pues), tiene el suficiente dinero para poner un negocio. Ahora es dueña de un bar y controla el tráfico de estupefacientes de la zona Rosa."

Pero esos son sólo ejemplos con argumentos baratones.

Lo que hizo que esta película se conviertiera en algo entrañable es que me sentí parte de ella, como uno de los protagonistas. He pasado por los mismo lugares que casi todos los personajes:

La terquedad nauseabunda y sin argumentos, la amistad inquebrantable, la incomodidad de los silencios, el no poder entender qué sucede con mi vida, el ser fanático -hasta llegar a límites estúpidos- de una banda, el despreciar a los amigos que tiran a la basura su forma primigenia de vida para cambiarla por aquel estatus que les causa más repulsión...

(esta es una de las mejores escenas cagadas del filme. Uno de ellos, Lars, transcurre la cinta entera diciendo las más grandes -pero graciosas, qué desgracia- frases misóginas que he tenido el infortunio de escuchar "no necesitas una novia, eso te distrae, si escuchas a una mujer decir algo inteligente o tener una opinión respetable de música, literatura, o cine, es porque lo aprendió de su padre o novio, con ellas debes ser cruel, como Zaratustra". Desmadroso, soberbio, y amante del porno (¿algunos aludidos?). Un día invita a Erik a una fiesta en su casa ya que han pasado algunas semanas sin verse. Él les dice a los demás. Al llegar se percatan de que la fiesta no es sino la típica cena yupie de cuatro parejas exitosas y bellas tomando vino a la luz de las velas, Lars POR FIN ha encotrado novia, una muy pudiente, y es por eso que ha botado a sus compañeros de juerga. Phillip mismo escupe un "es lo más deprimente que he visto en mi vida", y tenía toda la razón. Me enfuerece de sobremanera que haya quienes pueden esar, dos, tres, quince, veinte años de su vida atacando una postura y luego, así tan facilito, abracen la opositora.)

El temor al futuro; la admiración, ciega, devota y adolescente por un escritor (si tan solo yo hubiera vivido en Praga en los sesentas, o en Argentina en los setentas). El enamoramiento mágico-idílico-musical:

-Dos, tres, cuatro, cinco. Después de que termine de contar hasta diez mis ojos encontrarán tus ojos en medio de esta fiesta. Después de que termine de contar hasta diez te enamorarás de mí. Siete, ocho, nueve, Diez- La fé en amores predestinados, únicos e irrepetibles.
Tal vez la similitud más significativa la sientí en el personaje de Phillip. Quien haya visto esta película se enterará de un secreto de mi vida si lee las siguientes palabras: Es con el personaje que más me identifiqué. Una tarde hice exactamente lo mismo que él después de la presentación de su libro y por el mismo motivo. Un completo exceso inexplicable.

miércoles, 25 de marzo de 2009

D.F. Blues (o de cuando la gente se proyecta con un libro)

Tokio Blues. Me lo regalaron en mi cumpleaños y lo he leído dos veces. La primera vez me deprimió, me recordó a Mario, quien justamente hoy cumpliría 29 años. Yo prefiero acordarme de él en sus cumpleaños que cuando llega el aniversario luctuoso. En las primeras páginas del libro, Watannabe (el protagonista) pierde a su mejor amigo de la preparatoria cuando éste se suicida.

Por otro lado, tiendo a proyectarme mucho con las historias, personajes, anécdotas, del cine, la literatura, la televisión (¿alguien no?). Hoy que estaba leyendo el libro, me encontré con una situación similar a lo que me ha pasado últimamente.

"A las tres y media me dijo que tenía que irse, que había quedado con su hermana en Ginza. Los dos caminamos hasta la estación del metro y allí nos despedimos. En el instante de separarnos, ella me introdujo una hoja de papel doblada en cuatro en el bolsillo del abrigo. Me dijo que la leyera al regresar a casa. La leí en el tren.

'Te esto escribiendo esta carta aprovechando que has ido a comprar unas Coca Colas. Es la primera vez en mi vida que le escribo una carta a alguien que está sentado en un banco a mi lado. Pero es la única manera que he encontrado para comunicarme contigo. Por que apenas escuchas lo que digo, ¿no es cierto?

Hoy me has hecho algo terrible. No te has dado cuenta siquiera de que he cambiado de peinado, ¿verdad? Después del tiempo que he tardado en dejarme crecer el cabello, a finales de la semana pasada por fin logré hacerme un peinado más o menos femenino. Pero tú no te has dado cuenta. Y yo que pensaba que estaba bastante mona y que, después de estar tanto tiempo sin vernos, te sorprenderías...pero no te has fijado. Esto es el colmo, ¿no crees? Quizá no recuerdes que ropa llevaba puesta. Yo soy una chica. Por más cosas que tengas en la cabeza, ¡podrías prestarme un poco de atención! Hubiera bastado una frase del estilo "Te sienta bien este peinado"

Por eso te he dicho una mentira. No es cierto que haya quedado con mi hermana en Ginza. Hoy pensaba pasar la noche en tu casa. Dentro del bolso llevo la pijama y el cepillo de dientes ¡Ja Ja Ja! Parezco idiota. Si no me has invitado...En fin, te importo un rábano, y por lo visto quieres estar solo, así que te dejaré en paz. Quémate las cejas pensando lo que te dé la gana.

No creas que estoy enfadada contigo. Sólo estoy muy triste. Porque tu has sido muy amable conmigo y yo no he sabido ayudarte. Tú siempre estás encerrado en tu propio mundo cuando llamo a la puerta, "toc, toc", te limitas a volver la cabeza antes de encerrarte.
Ahora te acercas con las coca colas. Parece que tienes la cabeza en las nubes. He deseado que tropezaras, pero no te has caido.
Ahora acabas de sentarte a mi lado, te está bebiendo la Coca Cola a sorbos. Deseaba que al volver hubieras caído en cuenta y me dijeras: "¡Anda, pero si te has cambiado el peinado!". Pero no ha habido suerte. Si te hubieras fijado, habría roto esta carta y hubiera dicho "vámonos a tu casa. Te haré una buena cena. Y luego nos iremos a la cama los dos muy juntitos.". Pero eres tan insensible como una plancha de hierro.


Adiós.

P.D. A partir de ahora, aunque me veas en clase, haz el favor de no dirigirme la palabra.'

La llamé por teléfono desde la estación de Kichijoji, pero no respondió nadie. Cuando fui a hacer la compra para la cena, volví a telefonear a Midori. Contestó su hermana y me dijo que Midori todavía no había vuelto y que no sabía cuando regresaría.

...

La en la clase del miércoles. Vestía un jersey del color de la artemisa y las gafas obscuras que acostumbra llevar en verano. Estaba sentada en la última fila, hablando con una chica bajita con gafas que había visto antes. Me acerqué y le dije que, después de clase, quería hablar con ella. Efectivamente el peinado de Midori era mucho más femenino que tiempo atrás.

-He quedado.- Negó con la cabeza.
-No te entretendré mucho. Sólo serán cinco minutos- dije.
Midori se quitó las gafas y entornó los ojos. Parecía estar mirando una casa en ruinas a cien metros de distancia.
-No quiero hablar contigo. Lo siento.
La chica de las gafas me miró como diciendo: "No quiere hablar contigo, lo siente".

Me senté en el extremo derecho de la primera fila, atendí a las explicaciones del profesor (generalidades sobre la obra de Tenneesse Williams y su importancia en la literatura americana), y una vez que terminó la clase, conté despacio hasta tres y volví hacia atrás. Pero Midori ya había desaparecido.

Sin duda, abril es el peor mes para estar solo. En abril, a mi alrededor todo el mundo parecía feliz. La gente se quitaba los abrigos y charlaba en los rincones soleados, jugaba a la pelota, se enamoraba. Yo estaba completamente solo. Naoko, Midori, Nagasawa: todos se habían alejado de mí."

jueves, 19 de febrero de 2009

Los extraños designios del blog

Emilio escribió un post lleno de verdades: a veces pareciera que estamos cerca del ocaso blogueril. Blogs nacen, se tornan *aburridos*, se llenan de redundantes anécdotas, se vacían, se espacian, el autor /a se enamora y lo abandona, se da en la madre y regresa buscando consuelo, termina cansándose de él, ha pasado la euforia del inicio, requiescat in pace.

Lo mismo sucede con los lectores, seguramente se hartan de leer, no tiene tiempo de, esperan reciprocidad, descubren con el paso del tiempo que en realidad odian al bloguero que leen y que si lo conociesen le escupirían el rostro por obtuso...¿no les ha pasado eso?, primero AMO tus letras-luego ¿te hicieron una lobotomía?. Ó un “me encanta cómo habla este güey de la melancolía...(tres meses después)...chale, alguien llévele prozac”.

Desde que abrí la maraña la lista del blog roll fue creciendo y no borré a ninguno. Admito que no soy muy cuidadosa y no lo he actualizado desde hace meses, y el criterio para agregar blogs fue cambiando con el tiempo, empezó con los blogs que solía leer hace años (españoles), luego empecé a añadir a mis amigos, blogueros que me comentaban y yo a ellos (justo como lo describe Emilio), luego a los que fuí conociendo en reuniones blogueriles, y luego se me olvidó. Ya no sé cómo re-organizar mi blogroll. También he pensado en que ya chole con el diseño de este espacio "¿es diseñadora y tiene un template tan austero?", sí, lo sé, soy una huevona. Espero que en las próximas semanas pueda cambiarle la fachada y organizar-renovar mis links.

Extraño la época de hace justo un año. En la que la espera se llenaba de ansias por la tardanza de alguno con su post. En la que escribíamos más seguido, porque aquí vertíamos nuestros secretos, miedos, anécdotas, amores torcidos (en el caso de los que funcionan a modo de bitácora personal). Soy el mejor ejemplo de ello: con un putero de trabajo a cuestas y una mente inundada de obsesiones, poco puedo postear y menos aún dar el roll como antes lo hacía, hoy soy consciente de que hay miradas que analizan, juzgan, critican, apoyan, se preocupan (y luego con eso de que hubo quienes vinieron a dar con mi blog...). Ahora que he construido lazos de amistad con algunos, hay veces que de antemano sé de qué van a escribir y viceversa.

Sé que mi estado de ánimo de los últimos meses ha sido depresivo y hartante. Yo misma me he hartado de mí. Esto obedece a una inquietud que traigo en la cabeza desde hace algún tiempo, pues me dí cuenta que algunos que tenía linkeados me han borrado de sus listas. Ni hablar, uno no es monedita de oro.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

El último

Éste debería ser el post del recuento. No lo será. Recuerdo que el año pasado quería hacerlo, pero con un blog de tres meses resultaba un intento cómico, hoy con más de un año de existencia no me da la gana elaborarlo. Ya no quisiera releer o reencontrarme con lo que escribí hace unos meses. Ayer platicaba con una amiga y llegábamos a la triste conclusión de que no había mucho que festejarle a este agonizante año. Ya no creo estarme volviendo mejor o aprendiendo más cosas, al contrario, 2008 fue el año de la amarguez extrema y la pérdida de . La gente siempre quiere animarte con un "es que por algo pasan las cosas, para aprender de ellas", yo sólo estoy aprendiendo a ser más desconfiada y cínica.

Yo nunca he celebrado con mucho clamor el año nuevo, me parecía intrascendente, es un día normal, es más, el cambio de año podría ser al término de cualquier mes. Hoy quiero darle ése significado del que todo mundo habla. No será de forma mágica que todo cambie y se renueve, ni me planteo propósitos que puedan llevarme a una apatía o desilusión al no llevarlos a cabo. Simplemente dejar de preocuparme/enojarme tanto por que las cosas no son como yo las deseo.

He logrado estar de mejor humor, me siento más tranquila. Y justo en éste oasis anímico es cuando quiero proclamar un "todo está olvidado". Mañana cuando despierte será, además de un nuevo día, un nuevo año, y habrá quedado atrás todo lo que pasó en 2008, y si ya no hablo de ello, y si ya no lo recuerdo, y si ya no lo menciono, terminará muerto en el pasado(ó eso quiero pensar).

No sé si el próximo año cambie de trabajo, o de casa, o me compre un auto, o salga más de viaje, o crea que necesite de todas esas cosas para sentirme tranquila, tal vez nada de eso pase y no será necesariamente negativo. Pero definitivamente no quiero estar en el mismo lugar, lo que sea que eso signifique.

Gracias a todos por sus comentarios, me sirven de mucho. Ya sé que está choteado, y qué cursilada, y qué original, y bla, bla, pero, deseo profundamente que todos tengamos en nuestras vidas esos ratitos y ratotes de alegrías, optimismo, belleza, suspiros, éxtasis, frenesí, que hacen de esta rutina insufrible con intermitentes sorpresas nefastas del mal, algo más llevadero y disfrutable, la vida, pues. Que haya más cosas bonitas en sus vidas el próximo año.


Una disculpa por andar de grosera y no comentar, pero...si no siento\sentía que tuviera mucho que darme a mí misma, menos podía hacerlo con otros, leo sus blogs pero no comento porque por el momento no me *sale*.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Ceguera

Ya alguna vez publiqué mi lista de directores de cine consumados, idílicos, adorados.
Ahora se les une Fernando Meirelles. Ganó su lugar con la adaptación del libro de Saramago “Ensayo sobre la ceguera”. Escenas brutales, vívidas, observé lo que sólo en mi imaginación tuvo manifiesto al leer el libro, la crueldad humana, el valemadrismo. Aunque ya una película dirigida por él había llamado poderosamente mi atención:"El jardinero fiel". Una obra maestra. Gracias a ella mi visión de África cambió por completo, al igual que se incrementó casi al infinito mi odio a las empresas farmacéuticas y la medicina occidental. Comienza con el asesinato de Tessa, la esposa de un diplomático de la embajada británica en Kenia. Aparte de la historia de amor llegadora y dramatiquísima, hay un par de escenas en el filme que son la médula espinal del mismo, sin llegar a ser evidentes para muchos. En una de ellas, Tessa le dice a su marido Justin (guapérrimo Ralph Fiennes), que detenga el auto para ayudar a un niño que lleva en brazos a una recién nacida con VIH y a su hermana, pues tendrán que caminar cuarenta kilometros durante toda la noche para llegar a su casa. Justin se niega y le dice “No podemos involucrarnos en sus vidas, Tessa”, “¿porqué no?” le pregunta ella con desilusión, a lo que él responde “Sé razonable. Hay millones de personas, todas ellas necesitan ayuda. Es por ello que están las agencias”.

“Sí, pero éstas son tres personas que NOSOTROS podemos ayudar”. Fue la réplica final de Tessa.

Para mí, es una de las razones de ser del arte, la confrontación con la realidad de otros, la de mostrarnos la subjetividad de alguien más y volverla propia, hacerla nuestra perspectiva. Hacernos más humanos.

En el caso de ésta película de Meirelles, el mensaje que me dejan es el de “despertar”, y coincidentemente con su última película, abrir los ojos y ver “de verdad”...Gracias, Fernando.

jueves, 16 de octubre de 2008

Entonces, la culpa la tiene ¿quién?

A Ana le dijo su niñera cubana que era culpa de Fidel. Ana es una niña de nueve años, francesa, mamona, caprichosa, odiosa, la némesis encarnada de la Mafalda de Quino. Al igual que nuestra adorada niña argentina, Ana tiene un hermanito menor que la hace desatinar con su comportamiento distraído e irracional. Ana también vive a principios de los sesentas. Ana de la Mesa es la protagonista de la película "La culpa la tiene Fidel" de Julie Gavras (sí, es hija de Costa). En estos días que es tan ad hoc hablar del sesenta y ocho, de los ideales juveniles, de las utopías económicas, lo mejor sería ir a ver esta magnífica película. Explica de manera sencilla y a la vez sublime los conceptos "comunismo", "igualdad", "pobreza", espíritu de grupo" (tan devaluado actualmente). Se descubre desde la óptica de una niña.

Ana vivía plácidamente en un mundo de cuentos y princesas, de pulcritud y elegancia. Adora la clase de catecismo en la escuela de monjas a la que asiste, hasta que sus padres se vuelven comunistas. Ana está a punto de despertar del letargo de la vida despreocupada y egoísta. Los "rojos" y "barbudos" invadirán su casa, la mente de sus padres, cambiarán su vida. La primera parte de la película odié a ésta niña, de verdad. Sin embargo, al mismo tiempo sentí una empatía hacia ella. Todos somos/fuimos como ella. Despreciamos lo desconocido, lo que llega a retorcer las cosas como las sabemos y vivimos. Encerrados en nuestra zona de comfort. Sin ver alrededor.





Hay un par de anécdotas lindísimas en el filme. En una, Ana aprende que la línea divisoria entre fuerza comunitaria y borreguismo es delgadísima -"¿Cómo sé cuál es la verdad, cuándo debo unirme a los demás y cuándo ir en contra de lo que dice la mayoría?"-. En otra, los amigos comunistas de sus padres le explican que el mundo es como una gran naranja cuyos gajos deben repartirse de forma igualitaria entre todos los países del mundo. La niña empieza a preguntarse lo que tal vez todos nos hemos preguntado alguna vez:

¿Por qué hay pobres en el mundo?
¿Quién es culpable de la pobreza?

Ahora sabemos que el comunismo no solucionó nada. Que "parece" que los seres humanos estamos condenados a traicionarnos unos a otros en un egoísmo en masa. Que el poder destruye y retuerce cualquier ideología en servicio únicamente de quienes lo poseen.

Quienes queremos hacer algo...¿qué hacemos?. Yo no confío en las A.C. El dinero que gano es justo que lo gaste en mí, en mi familia, en lo que se me dé la gana. Pero quiero hacer algo distinto con una parte de él. Y en nuestro pobre país tan amolado, tan pasado-a-fregar con crisis económicas mundiales...¿Alguna idea? ¿Alguien más tiene esa inquietud?...

domingo, 7 de septiembre de 2008

Mexicanos al grito de paz

El sábado 30 de agosto asistí a la marcha. Pero para qué, *si no sirve de nada, no vale la pena, no solucionará la situación de forma tajante, la provocó la muerte de un rico, sólo es de fresas, es una marcha panista... bla, bla, bla*.

Antes que nada yo no creo en ninguna de las razones anteriores. Hace cuatro años, me fue imposible asistir, y recuerdo que muchos argumentaron lo anterior, ésta vez quise comprobarlo con mis propios ojos.

No creo que sea una manipulación mediática con el fin de una cortina de humo para la reforma energética (después explicaré el porqué pienso esto). Ya desde hace DOS AÑOS no pasa un mes sin que me entere de asaltos, robos, secuestros, extorsiones teléfonicas, que han sufrido compañeros de trabajo, amigos, familiares, yo incluída. Tan sólo en el mes pasado se robaron a punta de pistola una camioneta de la casa de al lado (no era la casa de la mata-jacarandas, chale), supe de dos secuestros (uno express, por desgracia el otro sigue en curso). No, ninguna de las víctimas son millonarios ni empresarios ni políticos. Es por eso que la marcha tuvo tal concucurrencia, por que el caso Martí es la gota que derramó el pinche vaso del hartazgo. Y si sólo la muerte de un rico hace tal eco, considero que podría aprovecharse tal situación para atraer atención mediática o gubernamental. Sí, sería más auténtico si todo esto surgiera por la muerte de un Juan Hernández, pero no le pidamos peras al olmo.
Me pareció interesante que alguien llevara puesta tal camiseta

Me enteré de la movilización por el facebook y sin saber de quien era la iniciativa decidí asistir, por el simple hecho de que estoy hasta la madre. Después hubo otra convocatoria, los ánimos se aumentaron y se fijó una única fecha. Empecé a dudar cuando leí que una *célebre actriz* (a la que vería al finalizar la macha de mano de su achichincle y otros lacayos pronunciando sus muletilla favoritas: *manito* y *mijo*) suspendería una función de la obra de teatro que produce para asistir, escuché (es que existe la mala costumbre en casa de tener la tele prendida en las mañanas aún después de las noticias, como para que haya ruido, pues) a los conductores de asquerosos e insultantes programas matutinos apuntarse al evento e invitar a sus pobres espectadores...pero me dije *no está mal, finalmente entre más gente mejor, y es algo que afecta a TODOS*, no tendría porque molestarme en estar en el mismo lugar que ellos si exigimos lo mismo, si nos afecta igual.

Al día de hoy me resulta triste saber que muchos consideran una pendejada asistir a una marcha, que las califiquen con colores partidistas y que se mofen de los reclamos ahí expuestos. La mayoría de dichos detractores vivieron eso hace dos años cuando marcharon en las asambleas de AMLO. ¿No es irónico que ahora se burlen de esas manifestaciones?,
¿o será que sólo a los panistas los asaltan/secuestran?... la idea de que únicamente a un estrato social le pegara el hampa sería benéfica (mientras no nos tocara a nosotros estar en ésa posición) pero irreal. No hay ni para dónde hacerse.

Llegamos al metro Hidalgo a las seis en punto y ya desde ahí se veía Reforma lleno y Av. Juárez también. Caminamos a la Glorieta de Colón (tan albureable apellido, ¡caray!) y como amenazaba una probable llovizna decidimos incorporarnos a partir de ahí. Vi de todo. TODO. Gente bien fresa, estudiantes, viejitos, niños, familias, parejas, gente muy humilde, unos rastafaris, indígenas, güeyes con cara de jefes de oficina, gente triste, gente enojada, gente sonriente . Yo no podría categorizar la marcha en mayorías, vi a representantes de toda la jungla defeña, toda ella, y ya sé que lo estoy recalcando demasiado, caminando lado a lado, codo a codo (esto me recordó al recientemente fallecido Gilberto Rincón Gallardo...él usó un verso de Benedetti en uno de sus discursos durante su campaña presidencial del 2000: “y en la calle codo a codo, Somos mucho más que dos” ) . Vi enojo. Vi miradas de comprensión y entendimiento como son las miradas entre los que se saben enfermos de la misma dolencia. Conforme nos íbamos acercando a Eje Central, empezaban a escucharse tímidos aplausos y gritos de *México, México*. Se suponía que era una protesta silenciosa, pero encuentro difícil que un mexicano pueda llevar a cabo tal tarea, y más aún, cuando siente que tiene mucho que reclamar.
Yo concuerdo, que se vayan todos, toditos.
Yo iba cuasi como espectadora curiosa y empecé a contagiarme (se llama euforia colectiva, ya lo sé) con el enérgico enojo y descontento que me rodeaba, dejé de pensar en todos los contras de la marcha (lo que acoté al principio del post). Al llegar a Madero empecé a gritar y es más, a promover, el que creo debió ser, el *eslogan* de la movilización: “Si no pueden, que renuncien, renuncien, renuncien”. Fue catártico (quedé ronca).
Me emocioné con estas dos GRANDES ideas
Ya en el Zócalo los gritos y consignas se espaciaban, como quien carga baterías para el momento cumbre. Sin embargo, me tocó escuchar unos “Fuera Marcelo, fuera Marcelo” -¿no que no era partidista cabrones?-, afortunadamente eran pocos los que lo coreaban y sólo fue en un par de ocasiones (también hubo contra Calderón). Con todo y que este tipo no es de mi agrado (cómo ya ningún político lo es), está lejos de ser el único responsable de la inseguridad en la ciudad/país, se me hizo una estupidez fuera de lugar salir con grititos así. En mi opinión somos todos culpables. La clase política por carcomida, podrida, y corrupta. La sociedad civil por dejada y apática.
A este señor lo vi con el brazo en alto sosteniendo el S.O.S. desde Metro Hidalgo

Nunca había cantado el himno en el Zócalo. Nunca lo había escuchado con tantos ánimos y enjundia. Nunca lo había escuchado en tantas voces. Me inundó el sentimiento patriótico (quiero pensar que no patriotero), creía que tal fervor sólo lo provocaba la decepción -es decir- la selección nacional en el mundial de futbol, qué maravilla saber que no siempre es así, qué tristeza el motivo.
¿He dicho que no puedo usar mi cámara?, estúpidamente hace unos meses perdí el cargador de la batería en un taxi, el chiste cuesta 1000 pesos (¿por un cargador de batería?, estúpida sony), tomé muchas fotos, pero con las cámaras de mis amigos, éstas son algunas que me han mandado por mail. Aunque borrosa y mal enfocada, esta foto me recordará al Zócalo de ésa tarde.

Le faltó cabeza (líderes, pues,) a la marcha. Le faltó alguien que aterrizara de manera concreta el reclamo de la multitud. Y no me refiero a los que la convocaron (que según esto no son de ningún partido y bla bla, pero uno nunca sabe para quien trabajan), o algún artistilla televizco ó el propio Alejandro Martí. No sé quien hubiera sido idóneo para dicha tarea, sólo sé que eso fue lo que le faltó, no encuentro lógico venir a enterarme de las peticiones vía periódicos y medios electrónicos y no de viva voz en la mismísima protesta.

Vi carteles muy tristes, donde había reclamos añejos y retratos de ausentes. Un escalofrío recorre mi espalda, soy incapaz de percibirme como alguien que saldría adelante después de una tragedia similar.


Lentamente fuimos abandonando el Zócalo, para nuestra sorpresa, por todas las calles que desenbocaban a la plancha seguían llegando contingentes, dicho de otro modo, la plancha se vació y se volvió a llenar.

Es una pena que todo el cirquete que armaron nuestras amadísimas televisoras dejen en muchos un mal sabor de boca, desconfianza, y mofa. Cuando debería ser motivo de gozo el que algunos mexicanos logren salir de la apatía, que no sean acarreados, y que están dispuestos a seguir con otras medidas para obligar al Estado (cosa que idealmente no debería pasar) a hacer bien su principal tarea: garantizar la seguridad a sus habitantes mediante el cumplimiento de las leyes. En repetidas ocasiones he dicho que me parece injusto que se culpe a la pobreza de los delitos, cuando sólo es un factor. ¿Por qué hay ladrones, secuestradores, asesinos?. La respuesta la dejaron Ramón Mier:

“Pregunta:
¿Porqué se lame el pene un perro?

Respuesta:
Porque puede.

Algo parecido sucede con la delincuencia. El delincuente roba, asalta, extorsiona, secuestra y asesina porque puede. Porque sabe que lo más probable es que su crimen quede impune.”

y Chilangelina:

“La razón no es la falta de solidaridad social, la razón desde mi punto de vista es una sola: IMPUNIDAD.
Tienes razón, los que roban no lo hacen por hambre; lo hacen porque la persona a la que le roban no hace la denuncia (te apuesto lo que quieras a que tu amigo no la hizo); porque cuando la gente hace la denuncia difícilmente los detienen, y porque cuando los detienen, acaban saliendo libres (entre otras cosas, porque no hay otras denuncias con las cuales puedan sumar delitos y sentenciarlos). En México se castigan solo TRES DE CADA CIEN delitos.”


Ambos fueron comentarios del post en el que relaté los asaltos que sufrieron dos amigos míos, donde me enteré de más bajezas y ojeteces de la mafia. Donde empecé a dilucidar lo hartos que estamos todos por que no hay sanciones, por que no hay denuncias, por que no existe siquiera una probabilidad medianita de que les atraen, les castiguen ejemplarmente, mucho menos de que les readapten.

Ladrones hay, pero hace dos décadas no eran con la violencia de hace siete años a la actualidad, oír de un asesinato era inconcebible (exceptuando los *pasionales*). ¿Alguien recuerda la horrible anécdota del estudiante de 17 años asesinado por quitarle su celular?, ¿quién organizo una marcha por él?, nadie, ni tú ni yo. ¿Por qué? por falta de convicción y difusión, algo que el caso Martí sí tuvo, por tratarse del hijo de un empresario. Es muy injusto que sólo así se exija justicia, pero es un asunto en el que todos tenemos la culpa pues nadie organiza movimientos y protestas por esas víctimas anónimas, aquel al que le parezca ingenuo reclamar por secuestros, asaltos, violaciones asesinatos, quédese tranquilo en casa. No salga a las calles. Nunca.

Ojalá no sea de nuevo llamarada de petate...

jueves, 7 de agosto de 2008

Mil novecientos sesenta y ocho

El gran año. Paralelamente a los sucesos acaecidos en el mundo, en México se distinguen dos, contradictorios. La olimpiada de la paz. El genocido cobarde.

Hace poco fui al Museo de Arte Moderno, visité la exposición "Diseñando México 68: una identidad olímpica". Había un mapa que mostraba al DeFe de ése entonces, qué pequeño se veía. Limpio, menos poblado, vintage. Sin esperarlo, me invadió una nostalgia por lo desconocido. ¿Cómo puedes añorar una ciudad que no conociste, un tiempo no vivido, una época en la que no estabas ni en los planes de dios?.

Fueron los primeros juegos en los que se incluyó una olimpiada cultural (ahora sería inconcebible tal desapego), que tuvieron simbología, que se transmitieron a todo el mundo. Los mexicanos la tenían difícil: " Toda la prensa europea se pregunta cómo ha sido posible que el Comité Olímpico aceptara que tantos deportistas sean expuestos a condiciones tan poco frecuentes. Ya se formula la exigencia: ¡Quítenle a México los Juegos Olímpicos!”. Ja, tarados. Resultaron un parteaguas en la realización, un hito en la creatividad de su diseño, atletas rompiendo récords mundiales que se mantendrían por décadas. Es obligado como diseñador ir a esta expo (y como defeño también).


No sé, me dió también esa onda de orgullo-gusto-¿vencomosipudimosybienchido,putos?. Algo que también descubrí es que toda la tendencia diseñística del logo y parafernalias similares no surgen exclusivamente del op art (lo que ignorantemente pensé desde la universidad), también lo hacen de los coloridos y contrastantes diseño de arte huicholes. Un mestizaje de estilos.

También caí en la cuenta de la cantidad enooorme de construcciones que se llevaron a cabo...y que llevan los nombres de los niños héroes... Gimnasio "Juan de la Barrera", Alberca Olímpica "Francisco Márquez", Palacio de los Deportes "Juan Escutia", jamás hice esa lógica relación, del último ignoraba el nombre original.

Quedé maravillada. Oía las fanfarrías que se compusieron especialmente para los juegos, videos de las competencias, fragmentos del documental "Olimpiada en México" (el único de esta índole nominado a un Óscar), la certeza de saber que más que millonarios patrocinadores (que en lo absoluto tendrían que ver con el deporte -¿coca cola?¿mcdonalds?-), que ciudades de opulentos países, que amañadas triquiñuelas para lograr la elección, ésta se logró a base de creatividad, esfuerzo, y buena :

"México desea mostrar al mundo su rostro contemporáneo, y anhela que los Juegos que organiza sirvan de punto de partida de nuevas experiencias para futuras sedes. Con el conocimiento mutuo, la fraternidad y la amistad, los jóvenes de los cinco continentes alcanzarán una estrecha relación que les hará sentir el respeto que merecen todos los hombres. Una mayor proyección espiritual: hermanar el arte y el deporte, el cuerpo y el intelecto. Juegos Olímpicos del Deporte, de la Cultura y de la Paz."

Arq. PEDRO RAMIREZ VAZQUEZ, Presidente del Comité Organizador.

Mientras continuaba fascinandome con la exposición, un video donde "Cantinflas" regañaba a una mujer por tirar basura a la calle y le decía que debíamos dar nuestra mejor cara, enseñarle al mundo un país lindo y educado...acto seguido, empezaba otro anuncio de la misma factura, pero en ésta ocasión Canti reprendía a un hippie, argumentando con las mismas oraciones, pero haciendo hincapié de "esos pelos", "esa ropa", "esa rebeldía"...A la par de mi descontento ante la "ingenua" y "sutil" intolerancia hacia los jóvenes del país, comenzó la proyección del discurso inaugural del gorila infeliz que fungía como presidente es ése entonces (del cual no quiero ni mencionar el nombre)...Sólo eschuchar el mediocre tono de voz me revolvió el estómago. Y luego, una imagen que me confundió:



De ninguna forma éste cartel me remitió al deporte olímpico de "Tiro"



El otro sesenta y ocho emergió en mis pensamientos.

La primavera checa, el mayo francés, los jóvenes del mundo y su poesía, sus sueños, sus ideales, sus protestas:

"Seamos realistas, exijamos lo imposible"

"Están comprando tu felicidad. Róbala."
"Olvídense de todo lo que han aprendido. Comiencen a soñar."
"Somos demasiado jóvenes para esperar."
"Las paredes tienen orejas. Vuestras orejas tienen paredes."
"No es el hombre, es el mundo el que se ha vuelto anormal"
"Pensar juntos, no. Empujar juntos, sí."
"Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición."
"La vida está en otra parte."
"La imaginación toma el poder."
"No puede volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos."
"Abajo el realismo socialista. Viva el surrealismo."
"Cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución.
Cuanto más hago la revolución, más ganas tengo de hacer el amor."
"No se encarnicen tanto con los edificios, nuestro objetivo son las instituciones."
"Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre."

Y surgió, mucho más fuerte y cercano, el dos de octubre.

En la conmemoración del treinta aniversario de la matanza de Tlatelolco, invitaron a una mesa redonda en el auditorio de la preparatoria seis (la freseis, pues) a algunos estudiantes que estudiaban ahí en 1968, entre ellos Paco Ignacio Taibo II. Ni la mitad del auditorio estaba ocupado (a diferencia de cuando el equipo profesional de los Pumas iba a recibir a los de nuevo ingreso). Yo me encontraba entre los que acudieron a esa cita, aún no cumplía 16 años e iba en sexto (él estaba también). No valdría la pena que con mi poca elocuencia tratara de resumir la narración de los ponentes. Justamente, me encontraba muy clavada con textos de la materia de "Ética", estaba estupefacta al comprender que los jóvenes de mi generación estuviéramos tan pasmados, tan cómodos, tan enajenados, tan en la idiota. Trataba de imaginarme viviendo en el 68, no en el indiferente 1998. Cuando comenzó la serie de preguntas, algunos estudiantes salían con ocurrencias como "¿y cómo era la escuela?", "¿No los regañaban sus papás?"...Yo me armé de valor y salí con la mía: "¿Porqué creen que los jóvenes de hoy estén tan muertos en vida (válgame), que no exista una genuina preocupación por la política nacional, por la crisis social, por la pobreza extrema, por volvernos un cambio...si los jóvenes de México estamos como zombies, qué podemos esperar de los adultos, porqué nadie hace nada, porqué todos se callan, porqué Acteal, porque no resurge ese espíritu arrebatado y revolucionario, yo contemplo a mis compañeros, y observo más preocupación por vanalidades, nadie se inmuta ante la injusticia (y entonces voltee a mi alrededor y ví la cara de desaprobación de muchos estudiantes, y opté por terminar) porqué?...Lo único que podía sentir en ese momento era el enrojecimiento de mis mejillas y el temblor de mis manos, tanta fue mis pasmación que no logro recordar bien a bien qué me contestó Paco. Si acaso las frases "creo que no es una pregunta lo que dijiste, es una queja", "la gente está demasiado cómoda", "la situación no es la misma, ya no existe tal represión, ustedes gozan ahora de más libertades gracias a ése movimiento"...De hecho hubo algunos chavos que empezaron a decir que ellos no eran así (¿porqué la gente suele ponerse sacos que no le tocan?), que estaban "vivos", que para nada se sentían cómo "zombies", porque sí respiraban y caminaban e iban a la escuela... (chale, ¿ya en la preparatoria y no detectaban metáforas?).

Al salir del auditorio las miradas lascivas continuaron, pero mi profesor de ética, Andrés L., fué a hablar conmigo, de alguna forma me felicitó, y me dijo que estaba en lo correcto, pero que no esperara que los demás recibieran con gozo una correcta observación que ni siquiera podían entender. Mario y mis amigas también me echaron porras y diciendo que había sido muy valiente por expresar lo que tanta molestia me causaba. En realidad me sentía muy abochornada, me había exaltado en demasía.

Un par de días después comenzaron a organizar la marcha del dos de octubre, yo estaba más que dispuesta a ir. Era un día lluvioso. De pronto comencé a ver el contingente que se reunía. Los pseudohippies que por increíble que parezca, eran los más fresas de la seis (y eso es muuucho decir). Los que marginaban, los que se sentían parte de un "cambio" por no entrar nunca a clases, no abrir un libro, y tomar chela/fumar mota desde los 14 años. Los que estaban en "la lucha del pueblo", pero vestían pandrosas ropas carísimas y de marca. Los que trataban a los inadaptados (como yo) peor que escoria, porque no éramos populares, no andábamos en raves, no teníamos nave, no teníamos 3 novios, etc. Los que empezaron con la modita de terminar y empezar cada frase con la palabra "güey". También reunidos ahí estaban los más desmadrosos. Los que llevaban 6 años en la prepa, repetidores por gozo, los que no podían hilar una sola plática, no digamos inteligente, congruente (los cuales sospecho que ahora engrosan las filas de algunos partidos políticos). Empecé a escuchar en mi radio que otros grupos estaban causando desmanes en el centro: pintando (no las maravillosas frases de arriba) improperios pendejos y garabatos ininteligibles, saqueando comercios, secuestrado camiones. Sí, no estaba ni cerca del sesenta y ocho. Y me dí cuenta que para ellos, la marcha, la protesta, los ideales, no eran mas que un pretexto para: Su diversión. Su vacío desgarramiento de vestiduras. Su presunción. Decidí no ir a la marcha.

Desde entonces quedé desencantada. A pesar de lo que he leído y visto, aún no comprendo muchas cosas de ése movimiento estudiantil, me habría encantado ser una joven en esos días y haber estado ahí para saber de primera mano, sin nostalgias, sin manipulaciones, lo que realmente pasó, y sí de verdad estamos tan lejos de la circunstancias políticas y sociales que le dieron lugar. Hoy, la vida política de México parece una competencia para ver quien es más radical ante una postura. No existe el diálogo objetivo y sin insultos.

Parece que nunca más se gestará una unión civil como la de aquel prodigioso año.