martes, 14 de agosto de 2012

La cruz de mi parroquia

Últimamente he estado recordando mucho a mi familia. Sobra explicar el motivo. El otro día estuve leyendo entradas viejísimas de este blog e intenté reconocerme en ellas, algunas veces lo logré y otras no, sobre todo porque no me encontraba a mí, sino a esos que extraño como idiota, mis seres queridos.

Pensé en mis padres y lo que les aprendí. En mis abuelos y que sin mucho contacto con ellos parece que les heredé, según lo que me cuentan o lo poco que alcancé a conocerles. Ya alguna vez expliqué que las teorías de Jung y su inconsciente colectivo (o memoria genética) no me son del todo extrañas. De repente uno se entera sin querer que reincide en procesos y comportamientos de familiares que ni siquera llegó a conocer bien. Mis cuatro abuelos aunque lejanos y parcos me son próximos y me producen una empatía sincera. Aún viviendo épocas distintas y en lugares tan dispares. Un pueblito de Guerrero, Cuernavaca, el Distrito Federal y yo ahora en París. Ahí vamos, repitiéndonos a la orden de los genes. Porque por más que intento separármeles no puedo.

El pasado y su legado no sólo se limitan a las experiencias de vida. Cargamos aún con más. Tendría que aprender a reconocerlo.

Soy lépera por Hermilo, geniuda por Domitila, controladora por Heladia, buena gente por Crisóforo. Parrandera, dubidativa, cariñosa, noble. Entrona, organizada, preocupona, temerosa. Cabrona, controlada en situaciones extremas, despreocupada. tranquila. Iracunda, extremista, desconfiada, amable. Bromista, ahorradora, despilfarradora, amorosa.

¿Cómo no ser una contradicción? No sólo yo, todos estamos aguantando el peso de generaciones y patrones que se repiten.

Esto es un poco una despedida y un desahogo.

No sé que siga. El punto es que ya no sé si vale la pena publicar esta intención constante de definirme.

martes, 17 de abril de 2012

El Cambio (o Porque votaré por AMLO)

Era el año 2002 y en la capital de la República Mexicana el jefe de gobierno era el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. No voté por él, nunca simpaticé con él. Encontraba todas sus posturas fingidas, populistas, demagogas y el largo etc. que conforma el discurso de quienes lo repudian. Yo pensaba todo eso también. No voy a negar que la opinión política de mi familia y amigos no jugaba una parte importante en la simpatía que sentía por el PAN (no dejen de leer este post, por favor). Al crecer en los años ochenta, vi a mis padres quejarse del gobierno del PRI y sufrir las terribles crisis económicas que mermaron el ingreso familiar, escuché de los adultos decenas de veces "para qué votar si va a ganar el PRI", "No podemos hacer nada, todo está arreglado", siempre el PRI, sólo el PRI, antes y después el PRI, el omnipotente PRI. Es por eso que mis queridos progenitores votaban por el PAN. No me dejaran mentir, el acción Nacional de Manuel Clouthier sí merecía ese voto de confianza. Mis hermanas mayores votaron por Cárdenas en el '88. Ni qué decir de la decepción, e incluso dolor, que sintieron luego del fraude. En los noventa la consigna familiar, como la de muchos mexicanos, era sacar al Revolucionario Institucional de los Pinos a como diera lugar. El partido que podía lograrlo era el PAN. Yo voté por Fox porque no le vi posibilidades a Cárdenas y desde niña concebía sólo como un sueño tener un presidente que no fuera del tricolor. No me puse a analizar sesudamente las propuestas, yo poco entiendía (y a la fecha, eh) de economía y mercados. Para mí era algo más propio del hartazgo "lo que sea, pero ya, ya, ya, quítenle a esos putos el poder".  Podría definir el gobierno de Fox como "mñe". Cada vez que decía alguna estupidez yo pensaba "y yo voté por este pendejo". Sin embargo la dichosa estabilidad (al menos lo que percibía a mí alrededor, aplausos para la inclusiva) me hizo creer que darle continuidad a ese gobierno no era algo del todo malo. Y más cuando veía al Jefe de Gobierno capitalino queriendo quedar bien con los viejitos, esos siempre comprometidos votantes, con los pobres, esos que siempre han sido utilizados por el PRI como ganado en las urnas, "este tipo sabe bien como comprar votos desde antes de las elecciones", madrugando todos los días para una conferencia de prensa "nomás es para tener presencia en los medios, pinche güey, ansía el poder nada más". Yo le agarré tirria al mentado peje. Pues  con todo y eso lo buscamos para una entrevista que necesitábamos para un minidocumental que hacíamos en la Universidad. Era sobre el plebiscito para la construcción del segundo piso del Periférico y nosotros elegimos ese tema para ver si podíamos contestar a la pregunta "¿La democracia participativa mejora el desarrollo del país?", entonces, entre seriedad y disparate se nos ocurrió intentar entrevistar a AMLO. De entrada yo pensé que tal empresa era imposible. No lo fue. Nos recibieron con gusto en las oficinas de gobierno, anotaron nuestros nombres y nos permitieron entrar a una conferencia de prensa matutina del jefe de Gobierno. A la salida pudimos filmarlo y platicar con él cerca de veinte minutos. Cuatro estudiantes de Diseño Gráfico de la UAM Xochimilco, ni siquiera de algo relativo a la política, sin cartas de la Universidad, sin hacer un trámite especial, fuimos lo pedimos y nos fue concedido ¿Qué jefe de gobierno hace algo así?, al salir de aquella cita además de felices porque sabíamos que con eso tendríamos una gran calificación, quedamos un tanto convencidos de lo que López Obrador nos había dicho... aunque después al platicar con otros analistas políticos se nos cayera el teatrito. No, el pueblo no es sabio, no lo es siempre, incluso en lugares con buen nivel de participación ciudadana. La democracia participativa sólo mejora las condiciones de un país si el electorado no es ignorante, y precisamente, si su actividad política se desarrolla más allá de las urnas durante las elecciones. Así que conservé mis ideas respecto a AMLO, hasta 2006. Vendría la terquedad de muchos de sus seguidores que en automático insultaban a todo aquel que no estaba de su lado, la división terrible que sentí en la sociedad tipo ricos vs pobres que también era buenos vs malos (o malos vs buenos, según sea el caso), limpios vs sucios (y también viceversa, según sea el caso). No me gustó que me dijeran miembro del Yunke sólo porque pensé que no era malo otro sexenio panista. En 2006 fueron muchos de los seguidores de AMLO los que me convencieron de no votar por él.

Lo que pasaba es que yo desconocía cierto estrato de la sociedad, siempre he estado cobijada por la sana clase media. Agradezco la aparición de publicaciones como Quién y Caras, pues me han permitido ver el mundo donde toda esa gente vive o cree vivir. Qué bueno que estudié en una escuela de idiomas de San Ángel, muy frecuentada por la crema y nata de universidades privadas, porque pude observar de cerca lo ciega y obtusa que es la juventud que llegará a puestos directivos e importantes en economía y gobierno, tuve como compañeras a dignas amigas de Paulina Peña: Chicas que veían telenovelas y platicaban qué había pasado en el capítulo anterior, sí t-e-l-e-n-o-v-e-l-a-s, el producto de entretenimiento que hace televisa para "los jodidos" (Emilio Azcárraga Milmo dixit). Las niñas bien ven Televisa. Las niñas bien saben quién es la Duquesa de Alba antes que el nombre del único premio Nobel de Literatura mexicano, dignas sobrinas de Vicente Fox (en Europa sí me subo al metro, goeeei). A mí me asquea la gente "bien" con ese grado de ignorancia, una que no está impuesta por la falta de oportunidades, una que parece elegida desde la comodidad de la pereza burguesa. Que creen que su familia es trabajadora porque sus padres firman contratos, supieron blofear y tienen dinero. Es muy diferente a crecer sólo con la opción del entretenimiento de Televisa y la educación del SNTE, ser ignorante por predestinación.  Internet nos ha dejado ver cómo para ellos ser un trabajador es sinónimo de insulto, ese nicho poblacional enjendra gente como Carlos Talavera Leal, a quien recordamos como el gentil trabajador de SEDESOL que hizo comentarios en Facebook del mal olor de las indígenas (cuyo programa de ayuda le daba también de comer a este sujeto), como las Ladys de Polanco que le gritan "asalariado de mierda" a un policía porque en su concepción del mundo trabajar es asqueante y motivo de vergüenza, como el Gentlemen de las Lomas que se permite denigrar y agredir a alguien unicamente porque su cuenta bancaria es enorme y la del vigilante paupérrima, porque si no eres un hombre de negocios corrupto eres un "gato", no vales nada. Esa gente es la encarnación del Mirreynato Mexicano: Individuos de clase social media alta (aspiracionales) y alta que se toman fotos de fiestas opulentas, que hablan mayormente con anglisismos (tipo Cindy la Regia, helloooo), los chavos del "quiero ir al antro". Ellos, son ellos a los que no tolero. Prefiero todo eso que tanto critiqué en 2006. Yo no quiero que este sexenio esté perdido, no quiero que regresen. Ahora son los seguidores de Vázquez Mota y mucho más los de Peña Nieto los que me convencen de votar por López Obrador.

Mi voto es contra esa gente, mi voto es contra televisa, contra el regreso del PRI, contra darle una  nota aprobatoria al sexenio de Calderón eligiendo a la candidata de su partido. No es un voto útil, es un voto de castigo.

Se me quedó muy grabado lo que dice Susana Zabaleta en un video que promueve el voto por AMLO: Lo ha deseado tanto que no creo que lo haga mal. Hace un par de años él fue al pueblo de mis padres, andaba de gira. Un pueblo al que ni los candidatos a gobierno del estado pisan, porque está lejos, es un municipio muy pobre y no significa muchos votos: no vale la pena. No me importa si es postura, si es fingir, y si lo es lleva haciéndolo más de diez años y es probable que se volviera hábito ¿Quién pasa la noche en hoteles humildes por 500 votos? (asumiendo que toda la gente de ese pueblo votara por él). Viaja en vuelos comerciales en lugar de jets privados. Percibo a Andrés Manuel de manera diferente, también contemplo a quienes simpatizan con él y encuentro gente brillante y socialmente justa (también mañosa y extremista pero de los males es el menos peor), quienes tienen la intención de voto por el PRD son más cercanos a lo que pienso. Me atrevo a decir que la mayoría es menos vacua que quienes pretenden votar por Acción Nacional, ni mencionar a quien vota por Peña Nieto, si es gente con acceso a la información o no lo hace por un hueso, están lejos de toda comprensión lógica. Lo único que he aprendido en estos dos sexenios es que no hay mesías. No por la llegada de una sola persona al poder las cosas cambian. Pero creo que lo que está pasando en la sociedad mexicana es grave y prefiero entonces el mensaje conciliador de Andrés Manuel y a la gente que propone como gabinete de gobierno para dirigirla. Y ni siquiera mencionaré demasiado esa guerra, la atroz guerra contra el narco, la cual  fue gestada y alentada durante décadas por el PRI. Eso que el PAN mal ha intentado "controlar" no es más que responsabilidad de gobiernos priístas, tanto a nivel federal como estatal.

Tal vez estoy también motivada por vivir en una ciudad donde el tantoerestantovales está a la orden del día pero no afecta tu integridad moral ni física. Donde la miseria es algo muy lejano a la que tenemos en México... porque aquí la pobreza parece casi una elección. Un lugar donde los políticos no llenan las calles con basura de propaganda vacía (antes que eso llenan los buzones de los ciudadanos con folletos también demagogos y choteados, pero vale, contamina y agrede menos, informa más). Donde cuento a mis compañeros de diferentes países que de México viene el tomate, el aguacate, el chocolate y el maíz (ingredientes sin los que la comida Europea no se entendería), que es el primer productor de plata del mundo, y otras tantas cosas que lo convierten en el cuerno de la abundancia, y cuando ellos me preguntan "¿Entonces por qué tu país es pobre?", alcanzo a esbozar "Porque siempre ha estado mal gobernado", sin muchas ganas de explicales demasiado.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Sería una Revolución

Si no se tratara de la generación menos empática de esta era. Si la psicología dice que a mayor exposición ante algo que nos asusta más fácilmente superamos el miedo, me preocupa que suceda lo mismo con el dolor y la injusticia. ¿Será posible que al verla tanto y tan seguido en medios electrónicos nos vamos volviendo inconmovibles al sufrimiento de los demás?, ignoro la respuesta pero no sería descabellado imaginar que sí.

Este es tal vez el post opuesto al que escribí en diciembre sobre la escritura e Internet como paliativos para la necesidad de comprensión y comunicación. Las redes sociales también han servido como escaparates a un ego con una actitud prefabricada que demanda un exceso de atención y exige un trato de celebridad. Últimamente me asombra la firmeza con la que expresamos una opinión cuasi asegurando la posesión de la verdad absoluta y denostando todo aquello que osa ponerse en nuestra contra. -Yo de antemano intento confesarme ignorante y visceral, por mucho que mis juicios y percepciones suenen a tratados dogmáticos más propios de alguna fanática religiosa del medievo-.  La mayoría de los usuarios de internet se denominan "Digital natives" y abarcan desde los nacidos en los años ochenta (los que ya vamos pa' los treinta) hasta los fetos que podemos ver gracias a ultrasonidos. En la historia de la humanidad ha sido la juventud utilizando nuevas tecnologías la que ha logrado cambios sociales significativos. Nuestra época se diferencía porque esa innovación es global y simultánea. Este video de una conferencia de "Digital Natives with a cause" tiene más de un año y fue grabado antes de la revolución en Oriente Medio. En él se menciona (min 18:18) una campaña realizada en la India en contra de extremistas que golpearon mujeres por vestir inapropiadamente (o sea, no a la usanza hindú) y pretendían casar a parejas sorprendidas besándose en la calle el día de San Valentín. The pink chaddi campaign consistió en enviar ropa interior color rosa a políticos que apoyan estas medidas y leyes extremistas. Se mandaron más de 200,000 y no todas eran nuevas o estaban limpias. Lo maravilloso de esta protesta es que fue organizada sólo por una mujer y únicamente con una herramienta: Facebook. ¿Suena familiar?

Los jóvenes de México se quejan de los medios, llamémosles, tradicionales de protesta y al mismo tiempo se burlan de aquellos que surgen y parecen ingenuos en redes sociales e internet. Es cierto que reaccionamos con más fuerza ante estímulos que nos afectan personalmente, pero qué pasa entonces con la sabiduría popular que reza "Cuando las barbas de tu vecino ves cortar...". Pocas cosas logran irritarme tanto como la desaprovación de la indignación de otros ante una injusticia sólo porque ésta los afecta directamente (analizar si tal denuncia es justa o no es harina de otro costal). Para mí este es otro de los síntomas de la poca empatía que han desarrollado las nuevas generaciones de seres humanos. Por eso estoy empezando a pensar que una protesta en internet no debería ser del todo vacua sino una forma evolucionada de reclamar y exigir, son nuevas maneras de compromiso político y activismo social. Sé que México no es Oriente Medio pero de cierta manera me parece incomprensible que existiendo los medios para acceder y comunicar información fácilmente a millones de personas, aquí sean mayormente usados para fines publicitarios. También se le pide demasiado a los grupos ciudadanos carentes del poderío de una maquinaria partidista ¿Qué va a pasar después? ¿Por qué no proponen formas más efectivas de protesta? A lo que yo intento responder: Una avalancha de nieve no comienza sabiendo qué dirección tomará, simplemente se forma y sólo adquiere fuerza cuando es lo suficientemente grande". Quienes piensan demasiado en la porvenir poco pueden hacer en el tiempo presente. Los debates que resultan son como "vamos a ver qué argumento es el de la razón" sólo atraen desaliento y desconfianza. Lo grave no es que una protesta se vuelva nada, lo alarmante sería que ni siquiera se hiciera.

Me altera el ambiente del país en el que vivo, mucho. Me preocupa mi familia y su seguridad a pesar que hasta ahora sólo han sido amenazadas tibiamente por la situación nacional. Luego pienso que no quiero ser una viejita sin pensión ni seguridad social. Y no es que le pida al gobierno que me los dé por mi linda cara de ciudadana mexicana, lo que le exijo es que me explique la razón del porqué no, más aún si pago impuestos y debo temerle a su policía, reírme de las propuestas electorales de sus candidatos, llorar al ver el nivel de su educación básica, enfurecer con el cinismo de sus políticos. Por eso simpaticé tanto con los indignados de Sol y su bizarro intento de mayo francés en 2011. Con todo y que los votos nulos continúan demostrando que son los mejores aliados de la derecha y las minorías politizadas. Para que la votación en blanco pudiera conseguir lo que se propone -una probable elección anulada, una reforma electoral importante- se necesita una participación ciudadana convencida de que es mayoría. Y en México la mayoría es la que está convencida de que no importa que hagan, nada va a cambiar.

Un gobierno como el que tenemos, que sólo se preocupa por mantenerse en el poder, no puede llamarse democrático, menos aún si los remedios que utiliza para la solución de un problema son sólo pensando en quedar bien a corto plazo. Es un gobierno que piensa a futuro, sí, sabe que en el futuro ya no estará a cargo y el problema será de otro. Aquí sólo se tapa la fuga, no se cambia la tubería.

En México existe la doble moral y no es sólo la que se refiere al aspecto sexual. Lo es en el sentido de que se cree que somos culpables de las desgracias que nos ocurren. Si me asaltan es mi culpa por descuidada, si me violan es mi culpa por descocada, si me corren es mi culpa por no hacerle a la... no ser lambiscona. Es verdad, casi siempre parece que excusamos al verdadero culpable: el delincuente. "¿Es que a quién se le ocurre traer el iphone en el metro, estacionar el coche en una calle obscura, andar a las once de la noche sola en la calle". Sumemos esta actitud tan nacional con el resultado del estudio linkeando en la primera línea de este post, ahí tienen a su comprometida y revolucionaria juventud.  Es imposible cambiar una sociedad, mejorar un gobierno, sin la participación cuidadana. Estamos frente a un círculo vicioso muy desalentador. La democracia no termina con el voto, empieza con él.

Los cambios ocurren porque existen modificaciones, evoluciones, transiciones. Porque algo deja de ser como era. Que las cosas sean de una forma no significa que sean correctas. Que así sea no quiere decir que deba ser. Pero dudo que sólo debamos esperar con la vista fija al monitor.


P.D. Lindo ejemplo el de ayer cuando varios en twitter dimos RT a la foto que tomó Kyuutz donde se aprecia a militantes del PRI (acarreados, cof, que diga, simpatizantes de Eruviel Ávila) montados en una camioneta propiedad del gobierno del Edo. Mex. Incluso el candidato figura entre los usuarios que han visto recientemente la foto. Menudos idiotas los que manejan la cuenta.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Ahnomamesqueyapasóunaño

Disculpe usted amigable lector la altisonante frase que usé como título, pero es la que le hace más justicia a lo que siento en este día. El tiempo, siempre el tiempo, ese dios maldito descrito desde Grecia y al que pude ver a los ojos hace casi un año, sacado a la vida por los pinceles de Goya mientras devora grotescamente a otro hijo en su carrera de apetito voraz y saciedad desconocida. El tiempo, tal vez el único ser mitológico de cuya divinidad soy testigo, el único perceptible, el más embustero de todos. Engaña tan fácil. El año pasado la espera se hacía eterna para la llegada del veintitrés de marzo. Hoy apenas lo noté y el correr de los días parece llevar la velocidad de las zancadas de Usain Bolt.

Hace un año exactamente, me asomaba por la ventanilla de un avión y obserbaba las lucecillas de una Florida que no tengo interés en conocer. Junto a mí iba una tapatía que me contaría más tarde que ése era su segundo viaje a España. Me sorprendió que a diferencia de otros pasajeros ella seguía asombrada como yo por el paisaje que sólo brinda la altura de un vuelo. Ojalá nunca me invada la frivolidad de no sentir aquellos panoramas como un acto milagroso (y ahora recuerdo a los orientales con los que compartí asiento en el vuelo Madrid - Barcelona y que no hicieron otra cosa que dormir y roncar y ni por equivocación voltearon la cabeza cuando la nave se inclinaba sobre el mediterráneo y permitía ver las nítidas costas y montañas catalanas en armonía con la bella blancura de la Barcelona). Llegué casi sin dormir al aeropuerto de Barajas y pasé veinte minutos buscando la banda por la que saldría mi equipaje. Ahora puedo decir que si hay un aeropuerto que aborrezco, es el de Madrid -y no sería lo único de esa ciudad-. El aeropuerto de Roma es casi tan viejo como su metro. Me dio risa leer hace poco una entrevista a Florence Cassez donde describe al aeropuerto Benito Juárez: "poco moderno y pequeño" como si quisiera decir que se dió cuenta apenas bajó del avión de que llegó a un país más pobre. Yo podría utilizar con más justicia esos adjetivos para el aeropuerto parisino Charles de Gaulle. Sin duda alguna el más bello es el Prat de Barcelona. El más organizado el pragués Ruzynê.

Un viaje que me cambió tanto y aún no puedo decir si para bien, pero puedo afirmar que no para mal, el que me convirtió en una viajera amateur que perseverará hasta ser profesional. No hace mucho tiempo yo defendía una frase de una serie de televisión (cuyo recuerdo me avergüenzo hoy de poseer pues fue mancillado con dos filmes más que vomitivos) "I like my money right where I can see it: hanging on my closet". No sólo la celebraba, la acaté con entusiasmo por cuatro años, y sí mi dinero ahí está: pasado de moda, viejo y desgastado. Entonces cambié su sentido, me gusta mi dinero donde lo puedo sentir, en mis conocimientos, mi gusto, mi tacto, mi vista, mis recuerdos.  El viaje que me convenció -aún más- de que ésa es la mejor inversión en la vida. Que cuando llegue Chronos a devorarme esté cansada, pues habré conocido todo aquello que deseaba. Así tal vez la vianda le parezca poco apetitosa si a diferencia suya, ella sí está satisfecha.

viernes, 31 de diciembre de 2010

De Diez.

Recuerdo claramente el 31 de diciembre de 1999, el Y2K tenía a toda la gente histérica y preocupada. Un nuevo siglo, un nuevo milenio, el futuro por fin nos alcanzaba. Toda esa euforia me contagió y yo también me sentía iniciando una nueva era. Subí a la azotea de mi casa nueva para ver el último atardecer del siglo en el que conocí la luz. Seguramente fue igual al del día anterior o subsecuente. Nada parecía distinto en los primeros meses, salvo la ropa en tonos metálicos y la avalancha de negocios con nombres que terminaban en 2mil. El año siguiente, el odisiaco 2001, estaría lejano en muchos aspectos a la obra de Kubrick y resultaría más recordado por los ataques terroristas en Estados Unidos. Los primeros diez años del siglo XXI sólo nos han servido para ver morir lentamente a los pilares del siglo XX o para intentar resucitar la poca vida que le queda. Estos años han sido los del refrito, el remake y el reencuentro.

We're pretty much the same assholes with better computers and celular phones. We don't fly in our cars, we don't have metalic clothes, we still don't vacationing in mars...

Pero hoy pienso en todo lo que me sucedió en este tiempo y sí admito cierta evolución. La década en la que en 2003 terminé una licenciatura y me titulé, en la que en 2004 empecé a trabajar, en la que alcancé independencia económica engrosando las filas de oficinistas en el Distrito Federal, en la que sentimentalmente desperdicié de la forma más estúpida cuatro años -pero sé que servirán para no volver a tirar a la basura ni uno más-, en la que me convertí en tía de tres primores (2001, 2005, 2009), en la que abandoné muchos miedos que me fueron inculcados o que yo misma cimenté durante toda mi vida, la década en la que al final conocí el amor. La década en la que me convertí en adulta, una a la que aún le hace falta madurar, si es que tal cosa es posible. Los rituales de año nuevo los encuentro idiotas, pero a mí sí me ha funcionado proclamar metas: si uno dice en voz alta un objetivo está más obligado a cumplirlo.

Quiero decir, sin rastro de presunción en mis palabras, que 2010 fue el mejor año de mi vida y el primero en el que cumplo todos los propósitos que me hice aquellos últimos días de 2009. Quisiera volver a vivir cada uno de sus días y todo lo bueno que dejaron en mí, volver a platicar con toda la gente que conocí, y recuperar a los amigos que perdí (a algunos, otros no lo eran tanto). Todo está tan pretérito hoy. Extraño todas las ocasiones fugaces y me duelen las circunstancias rotas. Este año, el último de los diez, condensó todo lo que no había experimentado en los demás. Odio que termine, como odio que finalice todo aquello que es bueno, pero si la racha ha sido benéfica, y cada año es mejor, ansío prepararme para lo que me espera en 2011 aunque de momento sólo alcanzo a divisar que tendré que estudiar mucho (además del francés tengo que aprender portugués) y trabajar con mayor dedicación. Cada vez empleo más aquella frase que escuché de López Obrador cuando lo entrevisté en el lejano 2002 y luego volviera a oir de labios de Scarlet Johanson en una película de Woody Allen de 2008: "Tal vez no sé que es lo que quiero, pero lo que sí sé es lo que NO quiero".

Este es sólo un post barato de fin de año, redactado al aventón y sólo 'por no dejar'.

sábado, 25 de diciembre de 2010

A Dios.

No fue hasta una edad relativamente temprana (ocho años) que me enteré que el nacimiento de Cristo no había sido un venticinco de diciembre, sino que se había adoptado tal fecha por conveniencia: coincidía con el solsticio de invierno y un número importante de fiestas 'paganas'.

Sin embargo el cuento de la Navidad me parecía hermoso. El arquetipo del Dios que se hace hombre me fascina, y mucho más lo que lo haga en condiciones paupérrimas, como la mayoría de las personas del mundo, lejos de los lujos y el poder. Que hubiera sido en una noche fría y sin refugio. Que los astros lo señalaran. Que los sabios lo adoraran.

Nací en una familia católica y casi toda mi vida lo fui. Niña demasiado enfermiza, la anhelada salud pareció provenir de manos de un homeópata que también era sacerdote y cuyo consultorio -siempre rebosante de pacientes- estaba en un edificio mamón de la avenida de Baja California. No sé si me curé porque mis padres dejaron de cuidarme tanto al confiar en semejante ángel de bata blanca o porque de alguna manera a mis ocho años la fe aún era tan poderosa en mí que logré convencerme de que algo místico tenía lugar cuando visitaba a ese doctor y de la misma manera mi sistema inmunológico lo reflejaba. O simplemente crecí y me volví más fuerte. Mis padres sin embargo siguen creyendo que fue Dios mismo a través de las manos de ese hombre quien me mandó la ansiada salud, sí, a mí y no a otra niña mas agonizante y con menos recursos, sí, a mí por sobre todas las niñitas de ocho años que murieron en aquellos días en hospitales, sí, Dios mismo me salvó a mí. La última vez que vi a ese sacerdote, mi madre le contaba orgullosamente que estaba cercana a hacer la primera comunión y era el evento que me tenía en un hito desde hace meses, que era la mejor estudiante del catecismo, que no pensaba en otra cosa que no fuera el bendito día en que comiera el cuerpo de Cristo. Y no mentía. Pero la mañana de aquel ocho de diciembre cuando íbamos hacia la Iglesia de la Sagrada Familia, algo que nunca se me había ocurrido comenzó a concebirse en mi infantil cabezota "¿Y si Dios no existe?". No era necesariamente una casualidad, por esos días en la escuela el maestro Carlos nos había hablado del Bing Bang (obviamente fuera de todo programa de estudios de la SEP), sembrando para siempre el vértigo que continuamente me asombra: el de todo aquello que la ciencia no ha logrado descifrar. Así que hice mi primera comunión muy asustada y llena de dudas.

Vértigo, eso es lo que sentía frecuentemente y por eso me aferraba a las durísimas sogas de la religión. El único consuelo que encontré a la fría objetividad de la ciencia fue el cristianismo. A enfrentar el hecho de que todos vamos a morir y estamos consientes de ello, que no existe nada para evitarlo. Que el paisaje celestial poco tiene de divino. Que tal vez poco tenemos de especiales o planeados.

Mi alejamiento de la religión católica fue provocado por los mismos practicantes. Es difícil distinguir si lo que hacen es por miedo o por deseo de colocarse en un escalafón moral más alto, uno desde el cual puedan criticar sin miramientos a todos los demás. Escalón más alto = más cerca de Dios = mi vida es mejor y todo lo bueno que me sucede es prueba de su amor por mí, criatura elegida entre millones. No es extraño encontrar a gente rica y bien educada en las filas de la Iglesia, estar con Dios parece darles luz verde para actuar incluso de manera mezquina ya que "los caminos del señor son misteriosos", a la vez que creerse bendecidos por la fuerza suprema los inviste aún de más poder. Y cuando uno se cree invencible en efecto resulta más fácil serlo. Como la frase que me inspiró el imbécil de Diego Fernández de Cevallos cuando proclamó luego de su liberación "Estoy bien y fuerte gracias a Dios":

No entiendo qué le hace pensar a los religiosos que son los consentidos de Dios. Si ése Dios es el que existe, yo no quiero saber de él.

Bajo tal aserción Dios no debe querer tanto a otros miles que perecen en secuestros, y ni que decir de las millones de tragedias que ocurren diario en el mundo a creyentes, agnósticos y ateos por igual.

El otro extremo, el de los pobres, me causa muchísima más rabia. Ser religiosos los sumerge en la ignominia y el conformismo de que en la otra vida sí serán recompensados. Ni falta hace ahondar en este apartado que todos conocemos y odiamos.

Entonces, la mayoría de los ateos que conozco provienen de la saludable clase media. La denostada clase media, la 'no me gusta admitir que pertenezco a ella' clase media. El recinto de la congruencia humana.

Platico con mi sobrina de nueve años y me pregunta si no estoy emocionada porque hoy es noche buena y llega Santa Clós. Para mí dejar de creer en Dios es comparable al día en que descubrí juguetes escondidos en casa comprendiendo que lo que todos decían en la escuela era cierto, que ni Santa Clós ni los Reyes eran reales. Esos juguetes caros sí afectaban el bolsillo familiar, los niños ricos no importando lo mal que se porten tendrán mejores regalos, la ecuación contraria sigue siendo la de los pobres. No hay unos vigías celestiales que me quieren y se preocupan por mi comportamiento, no hay premios ni castigos, sólo el amor de las personas que me trajeron al mundo y se angustian por seguir montando el show que me quita el sueño el veinticuatro de diciembre y el cinco de enero, que me hace escribir hermosas cartas decoradas y suplicantes, que me mantiene con la esperanza de que lo bueno que hago será recompensado con aquello que tanto deseo. Esa ilusión que los adultos les obsequiamos a los niños es un cinturón de seguridad para no arrojarlos al vacío de la injusta vida humana, pero también es un regalo para nosotros mismos y nuestra realidad carente de fantasía. Desearía todavía tener alguna. Ser ateo es un poco triste, era más fácil achacarle, pedirle, confiarle, suplicarle, tenerle fe a alguien más que no soy yo y mis reducidas capacidades de adulta contemporánea de principios del siglo XXI.


Jesús,

Quisiera decir que te extraño, pero no es así. Ya no te imagino como un consuelo o confesor. El mundo que deseabas es una utopía que me gustaría ver realizada. Pero ése es el problema de las utopías, su irrealización y aparentemente la tuya se volvió el opuesto, una especie de distopía bastante concreta. Sé que es tan probable como improbable tu existencia. Que de haber tenido lugar, tu biografía ha sido más manoseada que la constitución mexicana y que la Iglesia que fundaste tiene más de que avergonzarse que de enorgullecerse, asquerosa partida de asesinos y estafadores que nada tienen que ver con los pasajes más lúcidos de los evangelios que inspiraste. Esas parábolas sí las guardo en mi memoria con cariño y son enseñanzas de vida que intento reproducir pero sin afanes compensatorios (sino, qué chiste). La Navidad ya no es lo mismo desde que dejé de creer en ti, soy un poco menos feliz pero creo ser más fuerte. Y sensata.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El eco de escribir

Yo estaba en Cancún cuando Vargas Llosa recibió el Nobel y dictó ese discurso que cimbró los ánimos y almas de los latinoamericanos y hasta de los que no lo son. En mi caso no fue a través del video al escuchar la voz temblorosa y quebrada del literato que mis ojos consiguieron inundarse, no necesité oirle ni verle para que esas perras negras (como Cortázar llamaba a las palabras en Rayuela) que encontré en la pantalla de mi computadora apalearan benévolamente mi de por sí emocional ser. Si pudiera resumir en una oración el sentido del discurso de Vargas Llosa sería con esta: Escribir es crear. Estoy convencida de que si existe una manera de mover una montaña es con un libro aunque las leyes de la física y la religión dicten lo contrario. Las grandes revoluciones han germinado entre sus páginas mientras eran recorridas por los hombres que las llevarían a cabo.

Sin embargo escribir también es encontrar, encontrar en otros las penas por las que has pasado, encontrar en otros las sensaciones felices de momentos perdidos, encontrar en otros los mismos pensamientos forjados en distintas latitudes y épocas. A mí me parece difícil pensar en un escritor que no haya recurrido al menos una vez a situaciones autobiográficas cuando construye un relato, si bien tal vez no las experimentó en carne propia (qué aterradora es la expresión "en carne propia", la escribo y pienso en heridas y sangre, vaya usted a saber por qué) pero al menos tiene conocimiento de primera mano de los hechos. Cuando platico con amigos escritores algo en mis adentros se asusta al notar cierto interés en detalles de mis corredurías, imagino entre honrada, horrorizada y sin mucha modestia, que hallaré en un párrafo cualquiera de un cuento o una novela un pedazo de mí.

Es entonces cuando pienso en el lugar en el que yo realizo este ridículo ensayo de escritura personal. Pero al analizar el crecimiento y contenidos de las redes sociales me he llevado penosas conclusiones. Recuerdo la noche de verano, unos días después del cumpleaños de Nuria, cuando (--Omitamos su nombre para que no lo trolleen--) expresó furiosas críticas hacia el contenido y la razón de ser de un blog. ¿Por qué todos necesitamos escribir? ¿Por qué todos creen que lo que escriben es importante? ¿De qué sirve generar tantas palabras que no dicen nada? ¿A alguien le importa lo que está en la mente de un idiota? La bulimia del social network que le llamamos. Tanto lo deglutes con atracones de información, tanto lo vomitas sin nutrirte.

Yo no creo que la razón de redactar las más insulsas anécdotas o detalles, que en efecto a pocos podrían interesar y que sólo traen al mundo más gasto de bits, tenga en todos los casos su orígen en la búsqueda de relevancia. Las quejas y berrinches que escupimos en redes sociales son por primera vez en la historia de la humanidad (no imagino una época donde esa cantidad de personas escribiera) la muestra, digamos tangible, de lo necesitados que estamos de encontrar un eco. No es sobresalir, es encontrar. Si no hubiera lectores a esas fanfarronadas, dudo que se expresaran tan seguido y con tal estruendo. Ese deseo de expresión tiene como fin encontrar el eco de tu ser en otro.

Eso a lo que llamo “Eco” poco tiene que ver con el mito griego de la ninfa enamorada de Narciso. El eco es, como yo quisiera entenderlo, ese suceso que suele ser épico y en el que podemos escuchar provenientes de otras conciencias aquellas reflexiones que nosotros mismos maquinamos y creemos exclusivas, es no sabernos solos. Nuestros gustos, opiniones, emociones. ¿No es acaso el material con el que se construyen la amistad y el amor? la empatía, la concordancia de gustos, la atracción de caracteres. Tal vez la razón por la que nos sentimos solos aún cuando estamos rodeados de personas si con ninguna encontramos ese eco, tal vez el motivo por el que un escritor o cualquiera que realice la tarea de crear estando completamente solo no se siente así, pensar y crear son las hazañas donde las ideas se convierten en la mejor compañía.

La única manera de sopesar la soledad es al crear. A los psicólogos les gusta llamarla “Terapia ocupacional” pero es bien sabido que a mí me gustan los términos más poéticos. Me alegra pensar que no todo el que escribe lo hace con afán de presunción y soberbia intelectual. Me conmueve el hecho de saber que existen seres que no buscan un premio o el éxito rotundo, buscan al otro. Escribir te vuelve mejor persona y si para eso debemos tolerar –y soportar- la existencia de basuras monumentales en espacios similares a este (un mucho de lo que he escrito aquí está cercano a tal trivialidad bobalicona), bienvenida sea tal participación. Prefiero imaginar a un imbécil e-s-c-r-i-b-i-e-n-d-o tonterías en un blog que viendo la televisión. Es una pena que otras plataformas más escuetas estén ganándole terreno a ésta.

Seguramente, porque no puedo pensarlo de otra manera, la vida tiene mucho que ver con dejar trascendencia en el mundo, alterarlo. De niña me imaginaba rodeada de una fama surgida a raíz de quien sabe qué, pero obtenida por lograr portentosas transformaciones a la sociedad. Hoy sé que no tendrán lugar, admito mi insignificancia –casi- sin tristeza, pero sé a la vez que hay otras maneras de trascender, no de la forma pública y laureada sino una más personal, específica y hermosa:

-Saberte alguien efímero y cuya existencia no parece haber conseguido grandes logros no debería ser motivo de frustración, querido humano. Por el contrario, saberte alguien que persistirá en la memoria de otros y cuya existencia afectó con pocos esfuerzos pero de una forma maravillosa y contundente la vida de alguien más es el verídico éxito y el logro del que deberías sentirte más orgulloso.-

Alterando profundamente la vida de otra persona.
It's not been surrounded, it's to find.
Á toi.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La existencia de la nada

En la misma tarde vi dos películas de la muestra Internacional: "Somewhere" de Sophia Coppola y "Antichrist" de Lars von Trier. Llegué a la Cineteca poco antes de las 3:30 y apenas alcancé boleto para la segunda. Sabía que el morbo sería el motivo de algunos para verla, tan escandalosa que estuvo en Cannes, tan planeada para jamás proyectarse en semejante país ultra católico, tan espantadas que salían las personas de las salas.

Somewhere, cuarto filme de Sophia Coppola, nos presenta a un hombre que parece haber logrado todo sin mucho esfuerzo detrás, es un actor. La jauría hollywoodense es dueña de un poder incalculable punto y aparte del dinero, posee el don de la perpetua servidumbre del prójimo y todo lo que pudiera implicar: favores gratuitos, amabilidad excesiva, sexo casual a raudales. Es la nobleza de la posmodernidad. Coppola consigue que algunas secuencias que ocurridas en otro ámbito son muy disfrutadas por el género masculino (un par de encantadoras gemelas rubias haciendo table dance), sean tediosas e incluso aburridas. Un topless más, un topless menos… pfff. La repetición como forma de nulificación del asombro. La satisfacción de los deseos como asesinato del entusiasmo. Johnny Marco es un hombre que vive una vida vacía, no está, no es. Y se da cuenta. Se da cuenta que no es nada, que no es nadie, cae al vacío, a la desolación más tremenda de todas, la de no tener porqué vivir. (-¿Haber logrado todo no implica ese castigo?-). No hay una tragedia, no existe una vida de miseria o una historia de fracasos detrás de tal pesadumbre.

En "Antichrist" se explora el dolor más profundo que puede experimentar un ser humano, la muerte de un hijo. Existe un motivo para precipitarse al vacío al contrario de "Somewhere", aquí hay uno clarísimo y punzante. Y lo es más por la manera en la que la tragedia ocurre ya que es durante el coito de los progenitores. La poderosa distracción de un encuentro tórrido y brutalmente sensual. De haber pasado en otras circunstancias la culpa no sería tan lapidaria. Él, psicoanalista, decide tomar en manos propias el caso de su esposa contra lo que toda ética pudiera aconsejar. Es entonces cuando atestiguamos las consecuencias y el dolor casi perceptible de ella (de hecho ambas películas consiguen transmitir cierta cantidad de angustia en algunas secuencias), sus ataques de ansiedad, su autoflagelo. La actitud amena y a la vez distante de un esposo preocupado por representar cabalmente los papeles de médico-paciente y no cruzar la frontera al lado de los amantes. Lenta y fantásticamente va develándose la premisa del filme ¿A qué le tiene miedo la mujer? ¿Por qué su lamento es atípico y extremoso? La primera respuesta resulta simple al principio, fobia a la naturaleza. Tomando en cuenta que a mayor exposición al miedo, superación del mismo, él la lleva al bosque donde tienen una cabaña. La mujer le tiene ese horror a la naturaleza, porque la vida muere, porque la naturaleza en su fuerza creadora necesariamente destruye, porque la muerte existe por el sexo. Porque no importa qué, todo lo vivo debe morir, la muerte es la cuota por coger. Y qué es el ser humano sino parte de la naturaleza, su víctima, su propio hijo. El hombre a imagen y semejanza de madre natura es maravilloso y a la vez terrible. El giro de tuerca de la película es poco común y desolador.

Me llamó la atención la paradoja en ambas, tanto quien tiene todo está vacío, quien lo pierde todo se consume.

Salí del cine con una nebulosa enorme, satisfecha de haber visto dos excelentes películas que me hicieron recordar algo que siempre he defendido y pensado, que la mente y la naturaleza humana son incomprensibles y a veces injustificables "los misteriosos caminos de la psique humana"(sin meterme con los discursos de la psicología) y que no necesita de motivo alguno para hundirse en lo atroz.

PD 1.- Qué grandes son Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe. Pocas veces un actor merece tanto respeto. Son, sin contar al niño que muere en los primeros minutos de la trama, los únicos actores de la película. Cargan todo el peso de semejante mounstruo encima, y pueden con él. La estética fotográfica es suprema, SUPREMA.

PD 2.- Me quedé pensando si acaso la película de Sophia no hace algún tipo de guiño autobiográfico. Johnny Marco tiene una hija de once años que lo visita y se da cuenta de las patanadas del padre. Una hija que llora por el abandono.

domingo, 31 de octubre de 2010

Tarantineando Salerosamente

Las historias no saben bien si uno no cuenta los bonitos antecedentes que las adornan, los sutiles detalles que diferencían una imagen que cumple con el deber de informar, de la obra maestra que se convierte en una épica gráfica.

'Tonces empecemos acá, cuando inicié mi vida interneteril. La tontilla explicación de porqué elegí este nickname para mi blog, simple: admiradora nostálgica de Javier Solís y en especial de la canción Malagueña Salerosa, fanática recalcitrante del cine de Quentin Tarantino, amante confesa del Distrito Federal. Luego este blog me llevó a conocer a mis queridos amiguines, conpinches de las juergas que me alegrarían muchas noches " Do you know what this is? It's the world's smallest violin playing just for our lost happiness". En alguna de ellas, so pretexto del triunfo de un twitero en el ardid publicitario que se transformó en divertida parodia electoral, bebíamos en el centro de la ciudad, para ser exactos en la ya celebrísima cantina Salón Corona. Aquella noche de domingo formamos un grupo numeroso, cosa rara dado el día, pues por todos es sabido que los domingos son para dormir (deberían llamarse dormingos) y durante la noche hacer la tesis, el trabajo atrasado, o dejarse abrazar por la depresión y la ansiedad que nos provoca el inicio de una semana más y la vuelta a la rutinita de mierda de la que tanto nos quejamos cinco días a la semana.

Como éramos muchos y mucha la cerveza, el entusiasmo y la risotada estaban a más no pedir. La borrachera fue de proporciones épicas. Alguien fue sacado en brazos de un baño. Otro se cayó en Isabel la Católica al encapricharse con manejar una bicicleta en completo estado etílico.

Teníamos tantísima pila que nos mudamos de Cantina cuando cerraron el Corona. Nos dirigimos a la Dos Naciones, famosa por su caldo de camarón (¡Gratis!) y porque las muchachitas espantadas que no han visto mucho mundo pueden contemplar de cerca cómo trabajan las ficheras y los miserables que son en realidad los auténticos borrachos de cantina, o sea güey: un lugar kitsch donde los mozalbetes juegan a ser tipos duros con la consigna de que ser naco es chido. Yo la conocí porque en ese folklórico lugar mi mejor amiga de la universidad celebró su cumpleaños veintiséis por recomendación de su exnovio, un músico que aquella noche reprodujo casi perfectamente el diálogo de Mr. Brown sobre el verdadero significado de "Like a Virgin". Pero ese domingo de finales de enero el lugar estaba semivacío. Pusimos música en la rockola y bailé con dos amigos (no, no era un concurso de twist), al terminar la segunda canción, uno de ellos escuchó en la mesa cercana al viejo artefacto a un par de extranjeros hablando francés. En esos días yo empezaba a planear un viaje a Europa y había sido el objeto de muchas burlas por mi pobre desempeño en la belle langue. Entonces, porqué no, a mis amigos se les hizo fácil hablarle a los fuereños e invitarlos a nuestra mesa cumpliendo cabalmente con el cliché del mexicano amiguero, fiestero y hospitalario. Platicamos con un francés que viajaba solo y hablaba un español bastante entendible, el otro resultaría un canadiense que no se comunicaba más que en inglés pero llevaba una cámara con la que inmortalizó nuestra radiante salida de la cantina en la madrugada. La magia de la supercarretera de la información -slogan noventero- nos permitió seguir en contacto con el franchute, al día siguiente ya éramos amigos en facebook.

Mi nuevo amigo cumplía cabalmente con el cliché del francés que se enamora de México: adora los tacos al pastor, la cerveza mexicana, sabe casi todos los equipos de la liga nacional, le gusta el español y no dejaba de alabar lo maravilloso que es nuestro país, como dato curioso comparte apellido con la señora de Nicolás Sarcozy. No supe bien cómo es que los demás y yo nos convertimos en sus guías de turista por un par de días, un poco por gusto pero más por una extraña obligación de no dejarlo paseando solo en la ciudad. El último día, justo antes de partir al aeropuerto, todavía lo llevamos a Garibaldi a probar el pulque, cosa que también valió para mí pues nunca antes se me había presentando tal oportunidad.
¿Rink? Oh, the mexican emperors suena como mexicana empedarse.
Lo hice con bastante suspicacia y terminé adorando su sabor a tal grado que ese día a pesar de que el visitante ya había dejado el territorio, busqué otra pulquería en el centro (¿por qué no?) y de nuevo sin saber cómo, empezamos a platicar con un grupillo raro como extraído de 1999, donde una chica hablaba de la huelga de la UNAM y la gratuidad de la educación con el tono más fresa posible y con evidentísimo arrastre de letras, recordándome vívidamente a los chairos de la prepa seis y la huelga de aquel año. Era un pintoresco, lamentable y terriblemente extraño grupo de personas que ahora a los sociólogos y comunicólogos les gusta llamar con notoria preocupación "ninis", un pseudopoeta -poetwittero- que en cada oración usaba la palabra "goooeii", un estudiante de diseño que me contaba de raves y de que trabajaba como chofer para pagarse la escuela y supongo que sus gustos junkies.
La greña del muchacho poeta. Díganme si no es un corte noventero. Niéguenlo. Ella es la chica guapa. En la foto no se ve pero tenía un cuerpazo.

Y sí, todos se habían conocido en la pulquería esa misma tarde. Apenas eran las nueve de la noche y fuimos a otro lugar, por más pulque. En el trayecto la chica guapa estaba tan bebida que se detuvo a orinar sin asomo de pudor atrás de un auto -y sin otro al frente que la tapara- en pleno Mesones. "Órale con la ruca reloca que se quedó orinando allá atrás" comentó el poeta. ¿Qué hacía yo con esa gente y por qué no me iba? Tal vez era la escuincla espantada, aunque entrada en años, con ganas de conocer esos mundos de los cuales siempre había sido sólo una gris espectadora a través del cine kitsch. "Well, let's just say I like to -try- live dangerously". Pláticas inconexas y bastante risibles (en mis interiores no dejaba de burlarme del bobo que me resultaba el poeta) prosiguieron un par de horas en otro local con un mobiliario que casi parecía sacado de un lote baldío y gente que fumaba mota como si estuviéramos en Ámsterdam. Un lugar al que con mucha probabilidad no regresaré y que en otras circunstancias no visitaría.
"No subject will ever be taboo. Except, of course, the subject that was just under discussion. Now, if any of you sons of bitches got anything else to say, now's the fucking time!"

Llegué a casa a las once de la noche sin rastro de borrachez pero sí con un notable cansancio después de tanta juerga seguida y combinada con trabajo freelance " It's mercy, compassion, and forgiveness I lack. Not rationality". Eran las aventuras estúpidas y sensuales que nunca en mi mocha y recatadérrima existencia me había permitido tener. Era presenciar por una noche algo que debí conocer a los diez y nueve años y no a los veintisiete. Eran los primeros días de febrero.

El francés nos mandó un mensaje hace poco, vendría de viaje por dos meses con su mejor amigo -malditos, tienen tantas vacaciones- y esperaba vernos de nuevo. Lo vimos el viernes y ese día quedamos en cumplir una de las actividades que nos faltaron por hacer la última vez, ir a la lucha libre. Hubiera sido el domingo pero ese día jugaba el América y n'été pas possible (puaj). El martes sería. Llegado el día no pudimos ponernos bien de acuerdo y para cuando me confirmaron era muy tarde para avisarle a más gente, de hecho, a quienes alcancé a decirles se negaron rotundamente "no mames, es martes, mañana hay que ir a la oficina..." bla bla bla. Me fui sola al centro a recogerlos. Deseaba llevarlos a la Arena Coliseo "es que la Arena México se atasca de fresas que creen que ser naco es chido e ignoran por completo del mundo de la CMLL, van a beber, ponerse una máscara y hacer poses acá" lo he dicho mucho a pesar de que sé que me muerdo la lengua un poco cada vez. Les expliqué por qué en la Arena Coliseo sí se respira el ambiente de la genuina fanaticada de la lucha libre. Pero, carajo, llegamos después de las siete y estaba cerrada "No, es que ya no hay funciones el martes desde hace un chingo" me respondió la señora del puesto de elotes en República de Perú. Me encapriché y busqué la cartelera de la México, sí había función. Caminamos hacia metro Allende y a pesar de que su entusiasmo estaba un poco decaído por la hora (ya las 7:48 pm. marcaba el reloj de Pino Suárez) mi obstinación los obligó a acelerar el paso saliendo de Cuauhtémoc.

Llegando a la Arena pensé que tendríamos que comprar boletos en la reventa pues las taquillas estaban vacías y parecían cerradas, pero como uno debe evitar a toda costa mostrarle al turista el grado de corrupción que existe en el país, de todas formas me dirigí a una y voilá, aún había boletos. Ellos quisieron estar hasta adelante, 98-varos-por-favor. Entramos y la acomodadora nos guió a nuestro lugar, pero había gente sentada ahí. Platicó con otro acomodador, nos preguntaron donde habíamos comprado los boletos. De pronto, una cara era familiar. En la segunda fila de una semi vacía Arena México estaba sentado el mismérrimo Quentin Tarantino. Q-U-E-N-T-I-N T-A-R-A-N-T-I-N-O, no maméis. No supe qué hacer, bueno sí, lo fui a tuitear -¿para qué usa la gente el twitter sino pa' mamonear?-. Lo mejor vino después, resulta que como habíamos comprado los boletos en taquilla y Quentin y sus acompañantes estaban sentados en nuestros asientos, los movieron a la fila de atrás. LOS MOVIERON y yo no hice nada ¡NADA!, estaba tan nerviosa e ida que no pensé en decirles a los trabajadores de la Arena "no, por favor no, déjenlos en esa fila, nosotros tres nos sentamos en otro lado". A los franceses la anécdota les divertía "cuando regresemos a Francia será gracioso contar que por nuestra culpa movieron a Tarantino de lugar", la ironía para mí es que viviendo ambos en Cannes, se hayan topado en México al Director ganador de la palma de Oro en 1995 y no en la ciudad que alberga el festival más famoso de mundo.

Pasé dos horas sentada en la fila de adelante de Quetin Tarantino en la Arena México escuchándolo reír, bromear y gritar mientras veía Lucha Libre. Tiempo en el que un par de veces cruzamos miradas (pues yo volteaba cuando lo escuchaba decir algo muy gracioso), en lo absoluto tiene pose de director creído y mamón, bromeó un par de veces con nosotros pues estábamos tomando fotos de los luchadores y al él parecía "pretty cool 'uh" (oh, lo escuché decir la palabra "COOL" como diez veces), y pedimos juntos la cerveza al repartidor. Hubiera sido muy estúpido de mi parte no pedir un autógrafo -cuya colección ya es bastante respetable- así que aún muriéndome de la pena, volteé y a escondidas le pasé el programa de esa noche de la Arena y una pluma. Tomarme una foto a su lado me parecía demasiado y pensé que haría muy notoria su presencia en el lugar. Fueron dos horas donde no cabía de la felicidad y la incredulidad, sobre todo por la serie de eventos que me habían llevado a ver la lucha libre un martes (un día en el que casi nadie asistiría y a un espectáculo al que sólo se va a echar desmadre en grupo una vez al año o cuando a uno le toca pasear turistas), justo el día que a uno de mis directores favoritísimos lo invitaron -seguramente- Daniela Michel y Guillermo Arriaga. Es que no me imagino mejor circunstancia, escenario más adhoc o una sorpresa farandulera más innesperada.
Quentin posando para mí. Ni en mis sueños más guajiros lo hubiera imaginado.

Todavía otra conmoción: el periódico Reforma -al que odio bastante por su terquedad imbécil de no permitir vía web leer gratuitamente su edición- publicó al día siguiente una nota y una galería de fotos del suceso, en las que aparezco junto a mi idolazo (así que no me duele no haberle pedido que se tomara una conmigo):
En pleno grito.
Le manejamos lo que es el Perfil Griego al lado del Gran Director.
La noche del martes pasado fue una de las más bonitas de este año, casi que un regalo de cumpleaños atrasado, porque muchas veces es gracias a esos pequeños momentos de extraña sincronicidad que verdaderamente nos sentimos extasiados de vida. Y que no sólo son equiparables en la alegría, también lo hacen y algunas veces más claramente, en la tristeza. Las coincidencias que desembocan al dolor también nos dicen que estamos vivos, pues ¡ah!, cómo joden... y joden bastante. Por eso si existe la posibilidad de pensar que muchos sucesos de la vida son producto de una casualidad y carecen de un porqué o creer que hay coincidencias que no pueden ser obra del azar, a veces es bueno imaginar lo segundo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El amor de mis amores.

Como sucede a veces con algunos amores, puede ser difícil entender porqué te amo. Cuando hace poco una amiga cuestionó mi adoración tan sólo por la capital, reflejada en mi pseudónimo bloguero, no pude sino explicar que era tan simple e inocente como el amor de El Principito a su Rosa: la amo porque es mía. México, yo te amo por ser mío. "Si yo conozco el cielo es por tu cielo, Si conozco el dolor es por tus lágrimas, Que están en mí aprendiendo a ser lloradas.", dice el poema dedicado a ti que más me gusta.

Quiero darte un corporeidad imposible, ente intangible de mi patria. Muchas de mis alegrías son transitorias y modeladas con la materia de las ilusiones, como lo han sido las tuyas. La muerte y su cúmulo de miedos y dudas también me atormenta como a los primeros mesoamericanos. Eres tan contradictorio, tan vasto y tan complejo que es imposible definirte. Solemos, ambos, autoboicotearnos.

Leo poesía náhuatl sorprendiéndome de lo melancólica que es, de que el tema de preocupación principal es la fugacidad de la vida y la incertidumbre de la muerte, de una melancolía muy vecina de la tristeza. Sin embargo nos educan con el arquetipo del mexica festivo, alegre y bailador. ¿Ves? desde entonces había un claro conflicto.

A sabiendas de que no se cumplen doscientos años de independencia (esos serán en 2021), sin duda alguna los insurgentes tenían incalculablemente más valores, ideales e integridad que cualquier político mexicano de la actualidad. Insurrectos excesivos para casi todo, como caballos que se desbocan después del encierro sin sopesar consecuencias, ingénuos, casi incorrompibles. Si estaban buscando lo que hoy llamamos "el hueso", al menos pusieron toda la carne al asador, se jugaban la vida, no los podré ver como los panzones demagogos y miedosos que ensucian el Congreso de la Unión. El gobierno de Felipe Calderón, iniciado en la controversia de un fraude y ahora empapado de sangre, es el peor marco para esta celebración. Un país se construye de mitos, de rituales y de tradiciones ¿En qué pinche imaginación escasa se desea la exclusión de eso?. Quisiera pedirte perdón por todos aquellos que te pinchean, putean y mierdean por lo que hacen tus habitantes. Al menos yo tengo muy clara la frontera entre "México" y "mexicanos culeros". Rendirle homenaje a hombres encumbrados -tal vez algunos de forma dudosa- en héroes, no debería se irritante. Bajo el cinismo del siglo XXI, las empresas de estos hombres sólo podrían ser comparadas con las acciones de ciudadanos como Esteban Cervantes Barrera, el hombre que en Balderas enfrentó sin titubeos al desequilibrado que disparó contra la gente a quemarropa. O Francisco Manuel Villaescusa, el joven chihuahuense que estrelló su camioneta y entró a rescatar niños en una de las tragedias que mayor vergüenza nos provocan.

Yo también estoy harta de las injusticias, pero estoy más cansada de la queja estéril. Tengo que vivir con la idea de que no puedo hacer nada por cambiarte y no quiero caer en el cliché de "unidos podremos lograrlo" VS "los mexicanos son apáticos", ésa también es una discusión perenne y vana ¿Cómo carajos ser participativos cuando parece que todo aquello que emprendemos juntos parece destinado al colosal fracaso? ¿Cómo sentirnos libres de festejar el nacimiento de la idea de Nación independiente en un año cómo éste?: el año que más me ha dolido leer un periódico, el año que he sobrepasado varias veces mi capacidad de asombro ¿Cómo? ¿Cómo no sentirnos culpables de expresar alegría si nos rodean barbaridades? siendo expertos en la autoflagelación y embarrados aún de la moral católica, la penitencia parece lo único admisible en tal entorno. Tú deberías merecer el mejor de los pueblos, la más basta de las celebraciones. Trabajo porque los sinónimos de identidad mexicana sean equidad y tolerancia, tan lejanas aún.


Yo sí quiero festejarte, lo he hecho cada año y entiendo qué molesta tanto de esta vez. A mí no me engañan con que es el gasto, por gastos más estúpidos se han quedado callados. Tampoco me trago que es por la mercadotecnia abrumadora, pasa lo mismo con todas las fechas importantes del año. La realidad es que no podemos, no creemos merecernos nada: Lo mexicano es chafa. He ahí al puto favorito de la desgracia. La violencia en la que está sumida nuestra sociedad parece que regocija a cierto sector ávido de masoquismo y derrota. Me es difícil entender que en mi país, algunos de mis compatriotas parecen regodearse en la mediocridad. Y sin embargo también tienen una faceta claramente opuesta.

Un extranjero me dijo cuando estaba en Europa "ustedes son los seres que más sufren al estar lejos de su país. Extrañan demasiado su comida, a su familia y todo lo que tenga que ver con su nación". Yo, por ejemplo. En Francia me sentía disminuida al no poder traducir mis mexicanismos, con una personalidad un tanto frustrada sin hablar español.

México, eres como un veinteañero, uno muy deprimido y en plena crisis. Ninguna alternativa te satisface, quieres escapar de ti mismo. Te hundes sin rumbo. Y tal vez para olvidarlo todo, te empedarás en tu cumpleaños doscientos. Te haré compañía.

jueves, 17 de junio de 2010

¡Gol, gol, gol!

Durante la segunda mitad de mi vida me había sentido muy culpable de que me gustara el futbol. Lo negaba tres veces antes de la llegada de cada alba. Desde el mundial de México en 1986 conozco y disfruto profundamente un partido, pero comencé a ocultarlo cuando cursé la preparatoria. Las razones que me llevaron a tal escamoteo no son extrañas, la más importante es la descalificación intelectual hacia los fanáticos del futbol: "ignorantes", "enajenados", "nacos". Sé a qué se deben los aberrantes motes, cualquier actividad o creación humana que alcance popularidad los obtiene, es en su aparente y malentendida sencillez, donde radica el por muchos odiado encanto de su universalidad. Por eso es el "Juego del hombre", por eso es el espectáculo deportivo que consigue superar a los Juegos Olímpicos.

Intuyo que mucho de esto no es sino muestra de la frustación y la poca tolerancia a la felicidad comunal. En el caso específico del futbol y más contundentemente de un mundial, creo que es porque no nos permitimos disfrutar de algo cuando nos invade la desgracia, ¿cómo festejar y gozar de un Mundial de futbol si el país está que se lo lleva la chingada?, ¿cómo sonreír si nos arrastra el atraso económico?. Yo creo que es precisamente por eso que debemos saborearlo más. La moralina que percibo durante estos días me corroe el ánimo, ¿por qué no podemos abstraernos un mes de las preocupaciones? ¿por qué sentirnos culpables por disfrutar un espectáculo tan magnificente como una competencia deportiva?. Con toda probabilidad la gente que está interesada en las noticias lo seguirá estando y a quienes siempre les importa un carajo qué pasa en México les seguirá valiendo madres. La ignorancia de un país no se debe a su afición futbolera, son palabras que me fascinaría tatuar en la frente de quienes le acusan por la estupidez de millones.

El futbol es LA catarsis, pero déjenme recordar una anécdota para explicarme mejor. Futbol, el paliativo que todos necesitamos:

Era 1998, acababa de terminar el mundial de Futbol de Francia, uno de los que más he disfrutado. Tenía todo el verano de vacaciones y vi todos los partidos, aquella selección nacional había levantado muchas expectativas -cuando no- y la recuerdo hasta con cierto aprecio, ese empate en los últimos agónicos minutos contra Holanda, ese gol con Cuauhtemiña contra Corea del Sur, la triste y un tanto injusta derrota ante Alemania (es que "jugamos como nunca y perdimos como siempre"). Pero ya era noviembre y estaba en quinto de prepa. Teníamos una clase que nos mataba de miedo y a la vez fue la que más disfrutamos: Historia de México, nuestra profesora era tan estricta como genial. El primer exámen parcial fue lo más temido en nuestras adolescentes vidas, no se trataba de respuestas de opción múltiple o breves y explícitas, la idea era desarrollar y exponer la mayor cantidad de factores y circunstancias posibles entorno a los puntos que el exámen exigía sobre el México colonial. Fue la primera vez que leí tantos libros distintos para un parcial y la primera vez que para necesité tres hojas por ambos lados para responder. Fue un jueves cuando la profesora nos dio los resultados de la prueba, mi sensación de alivio y alegría era suprema pues había sacado un nueve y mis demás amigos también tenían excelentes notas, pensándolo bien no fue tan sorpresivo, después de todo éramos asquerosamente ñoños.
Tanto fue nuestro entusiasmo que aunque era la última clase del día nos quedamos en las jardineras del patio de quinto a taruguear. De pronto el tarugueo se transformó en el juego idiota de corretearnos con una botella de plástico y empaparnos, lo que llevó a que nos quedáramos con una botella vacía y aplastada. De pronto alguien la pateó. Luego otro. Luego yo. Instantes después ya estábamos en plena cascarita, Erandi y Shanti de porteras, creo que yo de defensa, Ciro y Alejandro delanteros, Mario de algo que no podía asegurar, defensa, centro, delantero, lo que sea. Seguramente se marcaron goles que festejamos como si fueran el momento de felicidad definitiva de nuestras vidas.
Pero la diversión se acabaría en poco tiempo. Un amargado prefecto apareció de pronto y nos pidió las credenciales. Tengo que ser incisiva en este punto: eran las dos de la tarde y ningún grupo tenía clase, la preparatoria estaba casi vacía y el turno vespertino aún no llegaba. Accedimos a entregárselas y en ese momento nos dijo las palabras más temidas por cualquier estudiante del globo "acompáñenme a la dirección" -chingadamadreyavalimos-. Sin duda una acción desmedida para nuestro inocente juego.

Al llegar a su oficina, la directora también resultó más ruda de lo debido; no éramos porros, teníamos aún cara de pubertos consumidos por la nerdez, hasta estábamos en el grupo de excelencia académica... lo peor vino cuando nos pidió la pelota (el castigo para los que jugaran cerca de los salones era la confiscación del balón) y Mario, en un acto de valentía, tozudez y burla, le entregó en mano y con malévola sonrisa, la botella sucia y apachurrada "pues es ésta, tenga usted". Aún recuerdo los ojos de la Fuster casi desorbitándose por la osadía de mi amigo. Lo que prosiguió fueron gritos y regaños de la directora, amenazas exageradas, una cita con nuestros padres el lunes a primera hora, una angustia que yo no había experimentado en toda la vida y a la vez la consolidación del que sería mi fabuloso grupo de amigos de quinto de prepa. La estúpida desgracia nos unió ante el inmerecido castigo por nuestro festejo.

Ahora con el Mundial de Sudáfrica exhibo sin inhibición mi afición. No sólo al futbol sino también a los clichés nacionales y al deporte como sustituto de las guerras. Aunque este evento parezca decepcionar al contar más empates con pocos tantos que golizas majestuosas, ya está empezando a dar sorpresas bastante agradables como el partido de España - Suiza. Me alegré y sentí como venganza propia la derrota del equipo español, pero el porqué de ello es tema de otro post. Jordy dice que una selección de futbol no tiene porqué reflejar la idiosincrasia de un pueblo y yo difiero con todo y los 43657 ejemplos que él me dio. Me basta con ver lo sacatones que son los futbolistas mexicanos ante los grandes equipos, la extraña mezcla de pesimismo y esperanza de sus aficionados, el "yameritismo" que nos caracteriza como nación está ahí, en una cancha de futbol cada cuatro años. Es heredado, viene de España. Mi fervor regresó también gracias a tres grandes tipos que conocí por este blog: Emilio, Jorge y Carlos. Grandes cabezas, grandes aficionados, es una lástima que con los dos primeros no pueda ni compartir la emoción de un partido.

Como bien expresó Renato el otro día, lo maravilloso de ver un mundial es observar la mirada de un hombre que ante un error deja escapar la gloria del paraíso. Algo de eso captó el buenérrimo comercial de Nike. Qué chingón ser testigo de la primera victoria de los japoneses, y recordar con ello mis infantiles tardes con Oliver Atom jugando en el Niupi y los sempiternos encuentros con el Franco-Canadiense, pensar al pueblo chileno y el pedacito de júbilo que les da una victoria después de meses de dolor por el terremoto de febrero, comprobar la apertura de la que tanto presume Alemania y que no por eso deja de ser temible, la elegante conchudez con que juegan los italianos a los que ya se les volvió costumbre empatar a uno con un país sudamericano en la primera fase, la imposibilidad física de las anotaciones brasileñas (y los albures con sus nombres que no me dejan para de reír).

Mi nacionalismo no se sostiene de once hombres en un estadio, pero nunca veré como algo negativo el sentimiento de unión, e incluso de orgullo, que me proporciona escuchar el himno al inicio de un encuentro, un marcador favorable, la alegría compartida con millones.

Por eso, Selección Mexicana, yo te echaré porras, yo gritaré "¡Goooool!" hasta que mis cuerdas vocales se sientan romper, pero si es que pierdes, lo sufriré hasta la médula y entonces sí será la más fregona y auténtica de las catarsis, la masoquista. Pero sobretodo porque deseo fervientemente tener esas dos horas que me son como un oasis en el que puedo olvidar todas las cosas realmente importantes que me atormentan. Por eso mañana el México - Francia me sumergirá en emociones optimistas y bellos recuerdos: "Gol, gol, gol; Allez, allez, allez".

P.D.- Mujeres del mundo que se quejan por el mundial: consíganse una pasión genuina que no sea girar como satélites alrededor de sus parejas. Gracias. (Además, qué ciegas están al dejar pasar el desfile de atléticos y bastante apetecibles hombres).

P.D.2.- Ah, y hablando de pasión, GRAN momento en la película "El Secreto de sus Ojos":

miércoles, 9 de junio de 2010

Aterrizaje

Si bien regresé a México hace más de un mes, no fue hasta hace un par de semanas que me sentí en casa. Y decir que me siento en casa lo digo más por costumbre que por convicción.

El viaje trajo consigo esa sensación que tuve bajo el efecto de una poderosa anestesia, la misantropía, que había sido mi fiel compañera desde hace algunos años. Siendo sincera suelo recurrir a la misantropía cuando en mi vida no puedo encontrar una alegría motivante aunque sea mediocre, o al revés, cómo se puede sentir un momento de genuina felicidad si ve uno un noticiero o lee un periódico. Cómo no sentir repudio a mi propia especie si muchas veces nos percibo peores que una manada de bueyes, ignorantes por convicción, inconscientes por conveniencia, ridículos por aceptación, crueles por egocentrismo. Me parece que muchos estamos deambulando, precisamente, como pobres animales sin mayor guía que el dinero con su ilusión de poder y un gobierno con su la cultura barata. Creo que ha sido demasiado alto el precio que pagamos por las facultades racionales. A la vez que éstas nos conceden superioridad intelectual, a algunos también nos permiten apreciar bajo un esplendor horriblemente nauseabundo la gravedad de nuestras atrocidades. Qué no daría yo por la dulce ignorancia del idiota.

A la par de una crítica encarnizada a la humanidad, y casi como remedio curativo, surgió la resignación y el perdón. Es cuando puedo apreciar otras cualidades. La genialidad, ése don de unos cuantos. Es gracias a ellos que no es un desperdicio encontrarnos en la tierra. Es en honor a ellos y sus obras que no siento vergüenza por mi condición humana, a sabiendas de que estoy tan lejos de tal grandeza como alejado está México de la Copa del Mundo. Por genialidad no sólo considero los logros de las artes y las ciencias. Lo son también algunos sentimientos que surgen sin que estén condicionados por la supervivencia o la genética. Bendita humanidad llena de maravillas escondidas.

Aunque mis manos estaban ávidas de relatar desde el más ridículo de los detalles hasta la más sórdida de mis experiencias, me ha sido imposible. Fue como traer una cubeta llena de agua... es difícil de cargar, está desbordándose, no se puede caminar fácilmente con ella, te empapas los pies y salpicas charcos de gotas caóticas sin motivo ni propósito. Creí entonces que iba a exponer puras ideas inconexas y carentes de sentido. "Pero así es como escribes casi siempre desde las vísceras y a lo loco" me dije a mí misma. Fueron demasiadas las cosas que viví y pensé durante los días que pasé lejos de mi país, demasiados los hechos que me aturden desde que estoy aquí y necesitaba tener esa cubeta más vacía. Apenas estoy aterrizando todo eso, intentando darle un sentido a esta rabia e inconformidad. Aterrizar es al fin, descender después de observar a la distancia, meditar después de la crisis, llegar a las conclusiones del contacto con una realidad que siempre había estado ahí y no había querido contemplar. Aterrizar es regresar con los aires del cambio.

sábado, 20 de marzo de 2010

Ancestral

No sé de donde vengo. Al igual que yo, la mayoría de los mexicanos lo ignoramos o en el mejor de los casos lo intuimos. La clases adineradas sí lo saben, las más humildes también. El jamón del sándwich poblacional es quien no tiene idea de qué cerdo lo parió.

México es diverso pero se ha autodenominado poseedor de la raza de bronce. Yo no me siento así y lo soy, soy mestiza pero sin broncear. Desde niña me causaba conflicto el color de mi piel ya que asistía a una primaria pública y en una zona popular, no es difícil imaginar el escenario. Fui el blanco (literalmente) de un desfile de burlas entorno a mi palidez que me llevaron al trauma existencial, por ejemplo, me apodaron 'María Joaquina', el célebre personaje de niña mamona, adinerada y culera de la telenovela infantil más famosa de la década ochentera. Por eso arrastro el complejo de sentir que le caigo mal a la gente la primera vez que me ve: "güera sangrona y presuntuosa". El deseo desmedido de ser morena me orilló a que la primera vez que fui a la playa me asoleara un tiempo excesivo y sin bloqueador hasta causarme la quemada más monumental que recuerde. Casi no podía dormir y la piel se me caía a pedazos al tercer día, no era morena sino escamosa, colorada y lo peor, una ardida. Tenía ocho años.

-La ardidez no se quitó fácilmente, quedó arraigada en las profundidades de mi rencoroso y lívido ser.-

Los libros de texto de la SEP tampoco fueron de mucha ayuda. Ver ilustraciones con los majestuosos mexicas tan bravíos y altivos incrementaba el deseo de parecérmeles, de ser "mexicana", de ser descendiente directa y sin escalas de los seres que tenían el calendario más exacto, la ciudad más majestuosa, la ingeniería acuífera más sorprendente, la raza guerrera más exitosa de Mesoamérica. Si nací en la Ciudad de México era lo lógico. Fui educada sistemáticamente para odiar a los españoles y todo lo referente a ellos, me enseñaron a despreciarlos sin conocerlos. "Malditos gachupines que vinieron a destruir el imperio Mexica". Basta darse una vuelta al museo de antropología "mira qué avanzados ÉRAMOS, mira qué bellas pirámides TENÍAMOS, mira, en qué gloria ESTÁBAMOS". En la secundaria hasta leía poesía náhuatl en concursos de declamación, hice portadas bellísimas -por cierto, mis primeros dibujos de carácter realista y al carbón- sobre la conquista y la independencia de México. Oh, gachupines del demonio, púdranse en el infierno por su pecado, ¡desdichados!

Pasó el tiempo y en la prepa ocurrió que tuve una profesora de historia más elocuente. En una clase empezó a hablar de España, el conflicto de identidad que producía en el mexicano y que por lo tanto deberían de incluir en el programa de Historia de México la historia de la España medieval, la ocupada por los árabes y la renacentista en un tono más serio y profundo. Me opuse enérgicamente a su tesis: "Somos mexicanos descendientes de indígenas, fuimos conquistados en la más vil de las masacres, me rehuso rotundamente a que usted quiera que me interese y estudie la cultura de un país opresor, imperialista, y más específicamente: lleno de apestosos". Ovación de pie, aplausos y aplausos al por mayor.
"A ver, Olga, ¿ya viste qué color de piel tienes? ¿qué idioma hablas? ¿qué religión profesas?" Blanco-Español-Católica.", respondí. ¿Te ves al espejo y ves a un indígena legítimo o ves a un ibérico de raza pura?, ¿Por qué atacas aquello que también eres?".

La respuestas a esas preguntas me sumieron en la preocupación y desconcierto más profundos de mis catorce años. No era lo uno ni lo otro, era una contradicción. Ni siquiera era el mestizo prototípico: morena, curvilínea, cabello café obscuro quebrado, labios delgados y nariz pequeña. Soy blanquizca, delgada, cabello castaño claro, nariz chata, labios gruesos. No me "hallaba".

Es el eterno dilema de mi país, el amor-odio a España y la adoración-desprecio a los indígenas.

No somos los vencidos ni los vencedores. Los aztecas ERAN los arquitectos magíficos, ERAN los astrónomos precisos, ERAN los guerreros imbatibles. Fueron ellos y no nosotros los mexicanos, dejémos de acomodarnos sacos que no llenamos. Si tarde o temprano iban a llegar los europeos a América, qué bueno que a México llegó España. Gracias a esa historia estoy/estamos aquí. Mal que bien hay un México debido a que los españoles resultaron más calientes que sanguinarios. Y bendito sea el español, el idioma más hermoso de todos (sí, más que el francés).

Fui comprendiendo entonces que si pudiéramos sentirnos más propiamente como lo que somos, esta mescolanza mal hecha pero hecha está y ya qué, si aceptáramos que por razones fuera de nuestro control estamos más cerca de España de lo que desearíamos; que sí, que con toda razón lleva el mote de "Madre Patria": desobligada, conflictiva y abusiva (pero dicen que Madre sólo hay una, jodímonos), España a su vez es un país que sostiene con alfileres la frágil idea de nacionalidad, he platicado con tres españoles últimamente y no percibo otra cosa más que desprecio de unos a otros; si nos enseñaran desde niños que ni siquiera fueron conquistadores, que no eran más poderosos ni más inteligentes, sino aprovechados, aprovechadísimos de que Mesoamérica estaba ávida de traicionarse, si... si todo eso pasara dejaríamos de ser los agachados-malinchistas-sí-güerita-pásele-pinche-naco-prieto-aléjate-de-mí. La aceptación de que no podemos definirnos dada la inmensidad de nuestras raíces, que somos más que un mestizo fórmula "español + indio". Que el nacionalismo poco tiene que ver con el color de la piel.

Hasta hace poco me di cuenta del daño que también significa mitificar el mestizaje en México: ha producido una marginación aún más cruel hacia los indígenas y el optimizado el cómodo altar estético y económico de los descendientes directos de españoles.

Me entra la curiosidad y empiezo a investigar ¿de dónde es la gente de la que tengo genes?. El estado de Guerrero es un misterio, pocos registros, actas adulteradas, rastros perdidos. Cuahutémoc nació en Ixcateopan y sus restos están enterrados en la Iglesia del lugar -municipio adjunto al del pueblo familiar-. La zona norte del hermoso estado de mis padres estuvo poblado por pueblos nahuatlacas (primigenios mexicas, las tribus que salieron de Aztlán), chontales y purépechas. Incluso hallé información que habla de alguna supuesta migración post-conquista de grupos aztecas al territorio. Mi lugar favorito de la infancia es ése sitio en Guerrero donde me di cuenta que mis ancestros indígenas resultaron migrantes al igual que los hispanos.

He recorrido las principales zonas arqueológicas de México: Palenque, Tulum, Chichén Itzá, Cuicuilco, el Templo Mayor, Malinalco, Teotihuacán, Tajín, La Venta, etc. Por eso me irrita en demasía la crítica de la que he sido objeto al expresar mi NECESIDAD por visitar y conocer la otra parte de mis raíces. "Ay sí, 'ora resulta que muy europea", ps sí güey, un pedacito sí lo es y no tiene nada de excretable ni arrogante. Si no puedo construir una genealogía familiar más allá de cuatro generaciones, me la supondré. Mis apellidos son del centro y norte de España. El materno es Vasco, el paterno viene del Duero. Y ambos apellidos hacen honor a los árboles (oh, todo parece encajar tan bien). No percibo a España por debajo de los Mesoamericanos, pero tampoco por encima de ellos. Me ilusiona comtemplar el paisaje que también vieron hace siglos personas que decidieron emigrar de su país sabiendo que jamás volverían, tal vez así logré imaginar qué los motivó y si llegaron a dilucidar que de alguna manera futura regresarían a su terruño en forma de turistas mexicanos. Porque más que el presente y el difuso futuro somos el pasado, como cuando veo sentarse a mi sobrina Ana Patricia. Se acomoda con ademanes tales que mi madre dice que está viendo a su bisabuela, la misma forma de cruzar la pierna y recargar el codo en la rodilla, la exacta inclinación del antebrazo, la mano izquierda acariciando la infantil espinilla. La escuincla repite sin saber, las maneras de alguien que nunca podría conocer dado que murió cincuenta años antes de que naciera, de alguien que poco parece tener que ver con ella y su vida de principios de siglo XXI donde juega con con un ipod y observa sin asomo de sorpresa las calles de las grandes ciudades con google street view.

Aunque alejados, también somos los que eran.

jueves, 11 de marzo de 2010

Moverse en el aire I

Era una noche de verano. Los planes de viajar ese año a la India se habían ido al carajo gracias a la contingencia de la influenza, el freelance imposible de dejar, y a la falta de entusiasmo de la amiga con quien había comenzado a planear tal viaje. Decidí que para mis vacaciones de verano (una raquítica semana) iría al norte, a Coahuila, a Cuatro Ciénegas. Le platiqué a mi amiga bióloga y le entusiasmó la idea, pero circunstancias personales le impidieron ir. No hubo nadie que conicidiera en tiempo o en destino. No quise ir sola. Adiós vacación.

Esa semana la pasé en casa haciendo muy poco. Llegó el jueves y organizaron una despedida para Lear que regresaba a Cambridge después de unas semanas en la ciudad, nos quedamos de ver en la Coyoacana. La plática fluyó a la par que la bebida, Nuria me habló de Barcelona, Emilio platicaba del futuro que se asomaba para él en Chicago, seguramente Jordy dijo algo de Alemania, Carlos no puede evitar hablar de Tango. Ya encarrerados nos fuimos a casa de Lilián a seguir platicando -y bebiendo-. Hablamos de historia, de América Latina, la truculenta Independencia de Mexico, la revolución confusa. Y nos dieron la una, las dos, y las tres... y las seis.

Me quedé a dormir allí, por lo que Lilián y yo pasamos el día juntas. Recuerdo que vimos "Sinécdoque New York" (tengo una enfermedad congénita que me impide pronunciar sinécdoque correctamente). Caminamos por la Roma, la Juárez y Reforma -"Mira ahí está la casa de Marcelo Ebrard"-, charlamos más y más. Si me preguntarán de qué, no sabría decirles. De todo y de nada, sólo recuerdo un tema: Moverse. ¿Qué pasa con alguien que no se mueve?, y por no moverse me refiero no a estancarse, sino a sentirse estancado, conformarse con lo conocido. ¿Cómo puedes entender el mundo si no lo conoces, si no experimentas, si no vives?. ¿Qué es conformarse? ¿Qué regla es la que establece "la hiciste"<-----> "la regaste"?. A mí me gusta la rutina, es segura, confiable. Hasta ahora no había tenido queja alguna de no cambiar muchos aspectos de mi vida dejando que el barco llamado tiempo me llevara tranquilamente. La rutina para Olga de veintiséis años estaba bien, tal vez hasta los treinta o treinta y dos. ¿Pero si a los treinta y cinco un día despierto queriendo matar a la de veintiséis por no haber hecho más que esperar que el destino la transportara a un lugar que no le place?

De regreso a casa de Lilián analizamos las opciones para la noche y decidimos ir a una fiesta a la que Jordy nos había invitado. Me sentía un poco-bastante incómoda, pues llevaba la misma ropa del día anterior. En algún momento de la reunión me quejé de ese hecho, dije en voz alta que estaba "toda puerca" (pero sí me había bañado, eh). Luis, me preguntó el porqué y le expliqué que me había quedado a dormir en casa de mi amiga. "¿Entonces eres freelance como Lilián?", "No, trabajo en (inserte nombre de mi extrabajo), y estoy de vacaciones, por eso no fui a la oficina". Luis con cara de sorpresa, me increpa: "¿Pero y por qué estás aquí y no en... una playa?".

-"Este, pues, es que... no quería ir sola y nadie pudo viajar"...

-"¿Y eso QUÉ?"

El joven Urquieta procede a contarnos de sus viajes, muchos en solitario. Lo hace de tal forma que deja a Lilián con ojos desorbitados e hipnotizada y a mí... muda. Tal vez no eran grandes aventuras o sucesos o los lugares con la mayor historia del mundo, pero eran diferentes, lejanos, desconocidos. Estaba muda porque no podía opinar. Es como cuando me siento a beber con Carlos y Lear y ellos hablan apasionadamente de un libro que no he leído y sólo sirvo de escucha semianalfabeta que saldrá con un chiste idiota para hacerse notar. Nos habló de América.

Muchos que leen estas líneas saben qué pasó después. Ese fin de semana y a raíz de pláticas como ésa, Lilián decidió viajar a Sudamérica -donde aún está, en Chile-.

Yo tardé un poco más. Tal vez a mí también me motivó escucharla hablando del cono Sur, comenzando a planear la travesía, soñando con Chile, el país que desde niña le atrae ("sin albur, cerdos"). Pensando en la Argentina, en escritores, en libros, en calles, en los Andes, en las llamas, en Colombia... Ojalá y esto funcionara como un gran efecto dominó y haya quienes se animen a viajar al leer los post de ella, tan intensos y hermosos todos. Ha sido lindo ir siguiendo la ruta en tiempo real, ver fotos que ha publicado, sus twits llegando o presumiendo un lugar.

Hubo más motivos para mí aún, pero no conciernen al tema de este post.

En Noviembre decidí viajar. Sufro de aviofobia, lo que hizo muy difícil determinarme a hacerlo. Viajo sola, no puedo esperar a nadie, no quiero hacerlo. Pasarían no sé cuántos años más para que algún amigo tenga el dinero-tiempo-ganas. Toda mi vida he estado como en una pequeña burbuja de cristal llena de cuidados familiares, rutinas, conformidad. Este viaje es mío, únicamente mío, yo lo planeé, yo lo pagué. Quiero ver qué tan capaz soy de hacer las cosas sola y sin depender de nadie, estar lejos con casi nada. Voy a vivir lo que debí experimentar hace al menos un lustro. La máxima satisfacción de hacerlo hasta ahora es que es por mis propios medios, oh, dulce autosuficencia. Concluí también que estaba dejando de moverme y por lo tanto de vivir, por atarme a personas, pertenencias, rutinas. Y no es que coloque en el pináculo de la existencia humana el viajar, pero yo recuerdo más una noche a la orilla del mar que la noche del martes dieciocho de agosto de 2009 en la que lo más emocionante que probablemente hice fue ir al cine.

Voy a Europa (o como yo les llamo "Las Europas quesque Unidas"), y para mí es más que un mochilazo o un tour "quince días-quince ciudades europeas, tómese la foto con el monumento y corra", es más que lo que los gringos le han hecho al turismo, estandarizarlo y convertirlo en producción en serie como una Big mac. Será mi primer viaje al extranjero, el primero de muchos, el de práctica para los meros-meros aventureros.

Quisiera escribir más cosas al respecto, pero estoy abrumada con TODO lo que debo terminar para partir con cierta calma. Motivaciones, expectativas y planes de viaje, los escribiré pronto (como el hecho de "¿Cómo demonios es que vas a Europa si es que jurabas que tu primer viaje no sería de ninguna forma el cliché del estatus?"). Cof, cof.

Quiero extrañar el De efe. Un mes no es nada pero siendo yo tan adicta a él no podría asegurar que no estaré jamaiconeando al tercer día.