domingo, 31 de octubre de 2010

Tarantineando Salerosamente

Las historias no saben bien si uno no cuenta los bonitos antecedentes que las adornan, los sutiles detalles que diferencían una imagen que cumple con el deber de informar, de la obra maestra que se convierte en una épica gráfica.

'Tonces empecemos acá, cuando inicié mi vida interneteril. La tontilla explicación de porqué elegí este nickname para mi blog, simple: admiradora nostálgica de Javier Solís y en especial de la canción Malagueña Salerosa, fanática recalcitrante del cine de Quentin Tarantino, amante confesa del Distrito Federal. Luego este blog me llevó a conocer a mis queridos amiguines, conpinches de las juergas que me alegrarían muchas noches " Do you know what this is? It's the world's smallest violin playing just for our lost happiness". En alguna de ellas, so pretexto del triunfo de un twitero en el ardid publicitario que se transformó en divertida parodia electoral, bebíamos en el centro de la ciudad, para ser exactos en la ya celebrísima cantina Salón Corona. Aquella noche de domingo formamos un grupo numeroso, cosa rara dado el día, pues por todos es sabido que los domingos son para dormir (deberían llamarse dormingos) y durante la noche hacer la tesis, el trabajo atrasado, o dejarse abrazar por la depresión y la ansiedad que nos provoca el inicio de una semana más y la vuelta a la rutinita de mierda de la que tanto nos quejamos cinco días a la semana.

Como éramos muchos y mucha la cerveza, el entusiasmo y la risotada estaban a más no pedir. La borrachera fue de proporciones épicas. Alguien fue sacado en brazos de un baño. Otro se cayó en Isabel la Católica al encapricharse con manejar una bicicleta en completo estado etílico.

Teníamos tantísima pila que nos mudamos de Cantina cuando cerraron el Corona. Nos dirigimos a la Dos Naciones, famosa por su caldo de camarón (¡Gratis!) y porque las muchachitas espantadas que no han visto mucho mundo pueden contemplar de cerca cómo trabajan las ficheras y los miserables que son en realidad los auténticos borrachos de cantina, o sea güey: un lugar kitsch donde los mozalbetes juegan a ser tipos duros con la consigna de que ser naco es chido. Yo la conocí porque en ese folklórico lugar mi mejor amiga de la universidad celebró su cumpleaños veintiséis por recomendación de su exnovio, un músico que aquella noche reprodujo casi perfectamente el diálogo de Mr. Brown sobre el verdadero significado de "Like a Virgin". Pero ese domingo de finales de enero el lugar estaba semivacío. Pusimos música en la rockola y bailé con dos amigos (no, no era un concurso de twist), al terminar la segunda canción, uno de ellos escuchó en la mesa cercana al viejo artefacto a un par de extranjeros hablando francés. En esos días yo empezaba a planear un viaje a Europa y había sido el objeto de muchas burlas por mi pobre desempeño en la belle langue. Entonces, porqué no, a mis amigos se les hizo fácil hablarle a los fuereños e invitarlos a nuestra mesa cumpliendo cabalmente con el cliché del mexicano amiguero, fiestero y hospitalario. Platicamos con un francés que viajaba solo y hablaba un español bastante entendible, el otro resultaría un canadiense que no se comunicaba más que en inglés pero llevaba una cámara con la que inmortalizó nuestra radiante salida de la cantina en la madrugada. La magia de la supercarretera de la información -slogan noventero- nos permitió seguir en contacto con el franchute, al día siguiente ya éramos amigos en facebook.

Mi nuevo amigo cumplía cabalmente con el cliché del francés que se enamora de México: adora los tacos al pastor, la cerveza mexicana, sabe casi todos los equipos de la liga nacional, le gusta el español y no dejaba de alabar lo maravilloso que es nuestro país, como dato curioso comparte apellido con la señora de Nicolás Sarcozy. No supe bien cómo es que los demás y yo nos convertimos en sus guías de turista por un par de días, un poco por gusto pero más por una extraña obligación de no dejarlo paseando solo en la ciudad. El último día, justo antes de partir al aeropuerto, todavía lo llevamos a Garibaldi a probar el pulque, cosa que también valió para mí pues nunca antes se me había presentando tal oportunidad.
¿Rink? Oh, the mexican emperors suena como mexicana empedarse.
Lo hice con bastante suspicacia y terminé adorando su sabor a tal grado que ese día a pesar de que el visitante ya había dejado el territorio, busqué otra pulquería en el centro (¿por qué no?) y de nuevo sin saber cómo, empezamos a platicar con un grupillo raro como extraído de 1999, donde una chica hablaba de la huelga de la UNAM y la gratuidad de la educación con el tono más fresa posible y con evidentísimo arrastre de letras, recordándome vívidamente a los chairos de la prepa seis y la huelga de aquel año. Era un pintoresco, lamentable y terriblemente extraño grupo de personas que ahora a los sociólogos y comunicólogos les gusta llamar con notoria preocupación "ninis", un pseudopoeta -poetwittero- que en cada oración usaba la palabra "goooeii", un estudiante de diseño que me contaba de raves y de que trabajaba como chofer para pagarse la escuela y supongo que sus gustos junkies.
La greña del muchacho poeta. Díganme si no es un corte noventero. Niéguenlo. Ella es la chica guapa. En la foto no se ve pero tenía un cuerpazo.

Y sí, todos se habían conocido en la pulquería esa misma tarde. Apenas eran las nueve de la noche y fuimos a otro lugar, por más pulque. En el trayecto la chica guapa estaba tan bebida que se detuvo a orinar sin asomo de pudor atrás de un auto -y sin otro al frente que la tapara- en pleno Mesones. "Órale con la ruca reloca que se quedó orinando allá atrás" comentó el poeta. ¿Qué hacía yo con esa gente y por qué no me iba? Tal vez era la escuincla espantada, aunque entrada en años, con ganas de conocer esos mundos de los cuales siempre había sido sólo una gris espectadora a través del cine kitsch. "Well, let's just say I like to -try- live dangerously". Pláticas inconexas y bastante risibles (en mis interiores no dejaba de burlarme del bobo que me resultaba el poeta) prosiguieron un par de horas en otro local con un mobiliario que casi parecía sacado de un lote baldío y gente que fumaba mota como si estuviéramos en Ámsterdam. Un lugar al que con mucha probabilidad no regresaré y que en otras circunstancias no visitaría.
"No subject will ever be taboo. Except, of course, the subject that was just under discussion. Now, if any of you sons of bitches got anything else to say, now's the fucking time!"

Llegué a casa a las once de la noche sin rastro de borrachez pero sí con un notable cansancio después de tanta juerga seguida y combinada con trabajo freelance " It's mercy, compassion, and forgiveness I lack. Not rationality". Eran las aventuras estúpidas y sensuales que nunca en mi mocha y recatadérrima existencia me había permitido tener. Era presenciar por una noche algo que debí conocer a los diez y nueve años y no a los veintisiete. Eran los primeros días de febrero.

El francés nos mandó un mensaje hace poco, vendría de viaje por dos meses con su mejor amigo -malditos, tienen tantas vacaciones- y esperaba vernos de nuevo. Lo vimos el viernes y ese día quedamos en cumplir una de las actividades que nos faltaron por hacer la última vez, ir a la lucha libre. Hubiera sido el domingo pero ese día jugaba el América y n'été pas possible (puaj). El martes sería. Llegado el día no pudimos ponernos bien de acuerdo y para cuando me confirmaron era muy tarde para avisarle a más gente, de hecho, a quienes alcancé a decirles se negaron rotundamente "no mames, es martes, mañana hay que ir a la oficina..." bla bla bla. Me fui sola al centro a recogerlos. Deseaba llevarlos a la Arena Coliseo "es que la Arena México se atasca de fresas que creen que ser naco es chido e ignoran por completo del mundo de la CMLL, van a beber, ponerse una máscara y hacer poses acá" lo he dicho mucho a pesar de que sé que me muerdo la lengua un poco cada vez. Les expliqué por qué en la Arena Coliseo sí se respira el ambiente de la genuina fanaticada de la lucha libre. Pero, carajo, llegamos después de las siete y estaba cerrada "No, es que ya no hay funciones el martes desde hace un chingo" me respondió la señora del puesto de elotes en República de Perú. Me encapriché y busqué la cartelera de la México, sí había función. Caminamos hacia metro Allende y a pesar de que su entusiasmo estaba un poco decaído por la hora (ya las 7:48 pm. marcaba el reloj de Pino Suárez) mi obstinación los obligó a acelerar el paso saliendo de Cuauhtémoc.

Llegando a la Arena pensé que tendríamos que comprar boletos en la reventa pues las taquillas estaban vacías y parecían cerradas, pero como uno debe evitar a toda costa mostrarle al turista el grado de corrupción que existe en el país, de todas formas me dirigí a una y voilá, aún había boletos. Ellos quisieron estar hasta adelante, 98-varos-por-favor. Entramos y la acomodadora nos guió a nuestro lugar, pero había gente sentada ahí. Platicó con otro acomodador, nos preguntaron donde habíamos comprado los boletos. De pronto, una cara era familiar. En la segunda fila de una semi vacía Arena México estaba sentado el mismérrimo Quentin Tarantino. Q-U-E-N-T-I-N T-A-R-A-N-T-I-N-O, no maméis. No supe qué hacer, bueno sí, lo fui a tuitear -¿para qué usa la gente el twitter sino pa' mamonear?-. Lo mejor vino después, resulta que como habíamos comprado los boletos en taquilla y Quentin y sus acompañantes estaban sentados en nuestros asientos, los movieron a la fila de atrás. LOS MOVIERON y yo no hice nada ¡NADA!, estaba tan nerviosa e ida que no pensé en decirles a los trabajadores de la Arena "no, por favor no, déjenlos en esa fila, nosotros tres nos sentamos en otro lado". A los franceses la anécdota les divertía "cuando regresemos a Francia será gracioso contar que por nuestra culpa movieron a Tarantino de lugar", la ironía para mí es que viviendo ambos en Cannes, se hayan topado en México al Director ganador de la palma de Oro en 1995 y no en la ciudad que alberga el festival más famoso de mundo.

Pasé dos horas sentada en la fila de adelante de Quetin Tarantino en la Arena México escuchándolo reír, bromear y gritar mientras veía Lucha Libre. Tiempo en el que un par de veces cruzamos miradas (pues yo volteaba cuando lo escuchaba decir algo muy gracioso), en lo absoluto tiene pose de director creído y mamón, bromeó un par de veces con nosotros pues estábamos tomando fotos de los luchadores y al él parecía "pretty cool 'uh" (oh, lo escuché decir la palabra "COOL" como diez veces), y pedimos juntos la cerveza al repartidor. Hubiera sido muy estúpido de mi parte no pedir un autógrafo -cuya colección ya es bastante respetable- así que aún muriéndome de la pena, volteé y a escondidas le pasé el programa de esa noche de la Arena y una pluma. Tomarme una foto a su lado me parecía demasiado y pensé que haría muy notoria su presencia en el lugar. Fueron dos horas donde no cabía de la felicidad y la incredulidad, sobre todo por la serie de eventos que me habían llevado a ver la lucha libre un martes (un día en el que casi nadie asistiría y a un espectáculo al que sólo se va a echar desmadre en grupo una vez al año o cuando a uno le toca pasear turistas), justo el día que a uno de mis directores favoritísimos lo invitaron -seguramente- Daniela Michel y Guillermo Arriaga. Es que no me imagino mejor circunstancia, escenario más adhoc o una sorpresa farandulera más innesperada.
Quentin posando para mí. Ni en mis sueños más guajiros lo hubiera imaginado.

Todavía otra conmoción: el periódico Reforma -al que odio bastante por su terquedad imbécil de no permitir vía web leer gratuitamente su edición- publicó al día siguiente una nota y una galería de fotos del suceso, en las que aparezco junto a mi idolazo (así que no me duele no haberle pedido que se tomara una conmigo):
En pleno grito.
Le manejamos lo que es el Perfil Griego al lado del Gran Director.
La noche del martes pasado fue una de las más bonitas de este año, casi que un regalo de cumpleaños atrasado, porque muchas veces es gracias a esos pequeños momentos de extraña sincronicidad que verdaderamente nos sentimos extasiados de vida. Y que no sólo son equiparables en la alegría, también lo hacen y algunas veces más claramente, en la tristeza. Las coincidencias que desembocan al dolor también nos dicen que estamos vivos, pues ¡ah!, cómo joden... y joden bastante. Por eso si existe la posibilidad de pensar que muchos sucesos de la vida son producto de una casualidad y carecen de un porqué o creer que hay coincidencias que no pueden ser obra del azar, a veces es bueno imaginar lo segundo.

13 comentarios:

:.pakosorio.: dijo...

Gran, gran entrada. La "sincronía" son de esos momentos en los que dices: "Vale la pena toooodo esto". ¡Felicidades!

dèbora hadaza dijo...

queeeeeeeeeee chiiiiiiiiiido!!

saludos defeña

El hombre del traje gris dijo...

Orales, tons estabas pegadita a Tarantino. ¡Qué suerte!
Soy malo para eso de las fechas pero ya pasó un rato de esa gran noche twittera.

Emilio dijo...

¡¡¡NOO MAMMEEEES!!! Qué chingón: pocos lugares tan divertidos como el D.F. Y la anécdota de que movieran a QT es, como diría Begoña, priceless. un abrazo desde Chi, Emilio

Sabandija dijo...

Sin palabras, defe, qué maravilla de post. Me tenías leyéndolo con una sonrisa, deseando que no terminara toda la serie de sucesos que llevaron a cabo semejante anécdota.
En efecto, defe, nada como toda la historia que complemente la imagen.
Saludos

Un penique dijo...

Olga, me encantó tu entrada, ¡Tarantino posando para ti! la mejor parte :D

David Moreno dijo...

Hace mucho que no te leía, y esta crónica ha sido magistral...ha sido emocionante el final...

:D...

Isael/Demás álter egos dijo...

Todo el post es perfecto, los manejos de "saltos de tiempo",las coincidencias, y la brillante conclusión -y un ring de por medio-: Tarantinesco. Que suerte tuvieron!

Chilangelina dijo...

Ay, pero qué emoción.
Ahora me gustaría ver cómo lo cuenta Tarantino.

Mujer Maravilla a la Mexicana dijo...

Me puso de muy pero que muy buen humor tu post.

Gracias.

Abrazo

Lexico dijo...

Solo lamento enterarme apenas sobre el legendario caldo de camarón... Cito: "(¡Gratis!)" ...

ja... buen post... yo me rei mucho...

ge zeta dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ge zeta dijo...

Y la emoción que nos creó a todos estar al tanto en Tuíter y que tú toda ranchera no te animabas a pedir el anhelado autógrafo.

ps. Yo pido ser ése que sacan cargado en brazos del baño del Corona.